Presidencialismo
Tras su incontestable victoria por mayor¨ªa absoluta en las elecciones legislativas, Mariano Rajoy ha dado por concluida la secuencia protocolaria de ritos de investidura con que inicia su primer mandato como presidente del Gobierno. Por tanto, a partir de esas primeras se?ales emitidas por el taciturno Rajoy, ya puede formularse un primer juicio provisional (a riesgo de caer en el prejuicio) sobre la naturaleza de su presidencia, resumible en ciertos rasgos caracter¨ªsticos. Y el primero de todos que predomina sobre los dem¨¢s es el marcado presidencialismo que va a presidir (valga la redundancia) su ejecutoria.
En esto Rajoy no resulta original, pues todos sus antecesores incurrieron en el vicio presidencialista. Y es que quiz¨¢ no pueda esperarse otra cosa, pues como ha se?alado el constitucionalista Manuel Arag¨®n (actual magistrado del TC), nuestro sistema se caracteriza por ser un parlamentarismo presidencialista. Tambi¨¦n Josep Mar¨ªa Colomer, el m¨¢s citado analista de nuestra ingenier¨ªa constituyente, ha constatado la ilimitada concentraci¨®n de poder que nuestro sistema deposita en las manos del presidente del Gobierno una vez que obtiene su investidura. Sobre todo cuando alcanza la mayor¨ªa absoluta a escala estatal y auton¨®mica, convirti¨¦ndose de facto en dictador electo sin ninguna limitaci¨®n de poder. Es el caso de Rajoy, que concentra en sus manos la ilimitada autoridad burocr¨¢tica no de un aut¨®crata militar como fuera Franco pero s¨ª de un d¨¦spota ilustrado tipo Ancien R¨¦gime.
Este monarca absoluto que es el 'k¨¢iser' Rajoy hace del secretismo la principal raz¨®n de Estado
Pero quiz¨¢ debido a su car¨¢cter desconfiado, Rajoy ha acentuado el sesgo presidencialista de forma mucho m¨¢s acusada, al decidir reservarse las potestades que sus antecesores delegaban en sendos vicepresidentes dotados de autonom¨ªa propia. Y ahora no hay tal, pues la valida Soraya S¨¢enz solo es un alter ego de Rajoy, quien adem¨¢s ejercer¨¢ de facto la vicepresidencia econ¨®mica recortando los poderes del ministro de Econom¨ªa mediante su estrecho marcaje por los de Hacienda e Industria entre otros, todos ellos de estricta obediencia marianista. Zapatero dej¨® hacer a Solbes y a Salgado (que se revel¨® m¨¢s competente de lo que parec¨ªa, como responsable del giro adoptado en mayo de 2010). Tambi¨¦n Aznar dej¨® hacer a Rato, igual que Gonz¨¢lez dej¨® hacer a Boyer y a Solchaga. Pero en cambio Rajoy no parece dispuesto a dejar hacer a de Guindos. De modo que, en ausencia de un zar que asuma con rigor profesional la responsabilidad econ¨®mica, se impondr¨¢ el presidencialismo discrecional de Rajoy.
De este sesgo presidencialista se deriva otro rasgo ciertamente preocupante que me atrever¨ªa a denominar como arbitrariedad o inclinaci¨®n al abuso de poder. La primera decisi¨®n ejecutiva que tom¨® Mariano Rajoy fue denegar a Amaiur (la primera fuerza pol¨ªtica vasca) el derecho a constituir un grupo parlamentario propio mientras se lo toleraba a UPyD, lo que no deja de ser un atentado contra la debida imparcialidad (principio de igualdad ante la ley). Por lo dem¨¢s, nada dijo en su discurso de investidura en materia de lucha contra la corrupci¨®n pol¨ªtica, lo que viniendo del l¨ªder del partido que aliment¨® la trama G¨¹rtel no deja de resultar sospechoso. Y cuando Rosa D¨ªez se lo reproch¨® en el debate, Rajoy le respondi¨® haci¨¦ndose el ofendido, cuando su pr¨¢ctica reciente ha consistido en amparar y encubrir a imputados como Camps, Fabra y compa?¨ªa. A todo lo cual se a?ade el nombramiento como ministros de Ana Mato y Jos¨¦ Manuel Soria.
Y tambi¨¦n hay que destacar como rasgo ultra presidencialista la elecci¨®n del oscurantismo y la opacidad como pol¨ªtica informativa. Este monarca absoluto que es el k¨¢iser Rajoy no se ha cre¨ªdo obligado a precisar su programa de gobierno para fijarlo en objetivos concretos susceptibles de control y evaluaci¨®n p¨²blica. Y tampoco se digna enfrentarse a conferencias de prensa para rendir cuentas ante la ciudadan¨ªa, funci¨®n que delegar¨¢ en la misma portavoz que controla los servicios de informaci¨®n. Lo cual revela una concepci¨®n del poder que hace del secretismo (los arcanii imperii) la principal raz¨®n de Estado.
Todo esto deja a la cuesti¨®n territorial como el ¨²nico factor capaz de limitar pol¨ªticamente (aunque no parlamentariamente) el poder absoluto del presidencialismo marianista. En efecto, los actuales resultados electorales (mayor¨ªa soberanista en Catalu?a y Euskadi, pr¨®xima derrota socialista en Andaluc¨ªa) han devuelto el mapa espa?ol al modelo previsto en la Constituci¨®n: dos nacionalidades aut¨®nomas y 15 regiones gobernadas por el partido estatal hegem¨®nico. ?Y qu¨¦ har¨¢ Rajoy para resolver el desaf¨ªo confederal? ?Delegar en el andaluz Montoro para que rechace el pacto fiscal que demanda CiU, imponiendo otras LOFCA y LOAPA a modo de nuevo caf¨¦ para todos?
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