Plumas en un lago helador

Para los tiempos que corren la circunstancia es excepcional: estreno de una gran producci¨®n de la recreaci¨®n de El lago de los cisnes, el cl¨¢sico entre los cl¨¢sicos del ballet, donde Freud vuelve a asomar sus orejas y se demuestra que Chaikovski aguanta lo que le echen. Ayer en Montecarlo, y como cierre del festival anual del F¨®rum de la Danza, hubo un debut de gran formato y la nueva ¨®pera estaba a reventar.

Por una parte, se acepta que hay que experimentar con las grandes obras. Otra cosa es cu¨¢nto tiempo va a permanecer la nueva propuesta, a caminar en paralelo al repertorio con sus elementos formales de danza, que junto a la m¨²sica conforman el arquetipo inspirador. Habr¨¢ que esperar.

Maillot usa generosamente la partitura, trae de nuevo al primer acto el Cisne Negro, separa en dos bailarinas el papel blanco-negro y da protagonismo al confidente amigo del pr¨ªncipe (nueva encarnaci¨®n del a veces olvidado personaje de Benno), encarnado brillantemente por el joven Jeroen Verbruggen: preciso en su virtuosismo, el mejor de la velada.

La escenograf¨ªa tiene su punto fuerte en el segundo acto, una recreaci¨®n volum¨¦trica y contundente que remite a La isla de los muertos de Arnold B?cklin y que se exhibe como un universo congelado. Ese lago helado ya estaba en el imaginario del tardorromanticismo, y ya antes Heine y Th¨¦ophile Gautier hablaban de "fr¨ªo helador" para caracterizar el ambiente imantado a la vez que tenebroso del segundo acto de Giselle. Este Lago repite este esquema: un primer acto en el mundo de los vivos (palacio, la corte) y un segundo en el ¨ªncubo de enso?aciones. La misma alternancia entre tercero y cuarto cuadros, aqu¨ª muy bien unidos.

Maillot ha mantenido a su musa de siempre, Bernice Coppieters, en un plano prominente, y le ha creado un rol espec¨ªfico, donde se luce y hasta por momentos roba protagonismo a los h¨¦roes del so?ado drama; ella es Su Majestad La Noche, una mezcla h¨¢bil de La Reina mozartiana, el hada Carabosse de La bella durmiente y el brujo-mago Rothbart de El lago de los cisnes tradicional. Esa encarnaci¨®n del mal termina por imponerse en toda su crudeza y es as¨ª que el Lac a secas de Maillot no est¨¢ ni tan lejos ni tan ajeno a la l¨ªnea can¨®nica y eso es parte de su acierto.

A la n¨®mina de colaboradores habituales, el creador ha convocado a Jean Rouaud, que gan¨® el Goncourt con su primera novela y que quiere dotar a este montaje de un peso narrativo, que acaso lo acerque a la sensibilidad del espectador actual. Puede concluirse que este Lago necesita retoques (es lo normal, pulir y segar hasta perfilar excelencias): su primer acto es confuso y largo, ganando en impacto coral en los dos sucesivos. La Orquesta Filarm¨®nica dirigida por Nicolas Brochot cohesion¨® cuerdas y metales en una poderosa interpretaci¨®n.