"Identificar cuerpos sigue siendo arqueolog¨ªa"
El doctor Thomas Parsons, de nacionalidad estadounidense y residente ocasional en Sarajevo, es un hombre frugal. Mira el jam¨®n con cierta desconfianza y se concentra en el caf¨¦. M¨¢ximo responsable desde 2006 de la parte m¨¦dico forense de la Comisi¨®n Internacional para las Personas Desaparecidas, se pasa el grueso del tiempo entre sangre y huesos. Muchos. Tantos como los hallados en las fosas comunes de Srebenica, donde se llevan desenterrados miles de cad¨¢veres, 13.000 sobre los 40.000 encontrados, "sin ning¨²n indicio para identificarlos". Tambi¨¦n ha dedicado sus esfuerzos a poner nombre en l¨¢pidas de Nueva Orleans, colaborando con la polic¨ªa del Estado de Luisiana. En total, su organizaci¨®n, sostenida con fondos de pa¨ªses como Espa?a, mantiene m¨¢s de 80.000 bolsitas con sangre de muertos sin identificar.
El forense dirige la Comisi¨®n para las Personas Desaparecidas
Forense especializado en biolog¨ªa molecular, llevaba una acad¨¦mica vida convencional hasta que recibi¨® una extra?a llamada: las fuerzas armadas quer¨ªan reclutarle. Desde entonces, se dedica a poner nombre a cuerpos an¨®nimos. Entre otros, los calcinados en las Torres Gemelas. En realidad, vive en Washington, pues su mujer, que trabaja para la Instituci¨®n Smithsoniana, ten¨ªa "algunas dificultades laborales" en Bosnia.
Parsons habla de la parte cient¨ªfica sin detenerse en exceso. "Esto no es magia, es un proceso muy complejo que ha conseguido que en algo m¨¢s de una d¨¦cada se multipliquen las posibilidades de ¨¦xito", comenta con su prosodia pedag¨®gica y sin hacer caso a la camarera. Pero el trabajo con los familiares de las v¨ªctimas es esencial. Una tarea de investigaci¨®n casi detectivesca. "En ocasiones para avanzar es necesario que los allegados se tengan que codear con los verdugos", explica Parsons. Por ejemplo, en el tramo judicial del proceso, cuando los abogados de los encausados por los cr¨ªmenes pretenden informaci¨®n sensible para su defensa que puede "violentar la privacidad de los familiares de las v¨ªctimas".
La mayor¨ªa de las veces es el cotejo del c¨®digo gen¨¦tico lo que da la clave. "Otras, es una hermana o abuela que recuerda alg¨²n detalle, como un golpe o una operaci¨®n". Pero "muchos de los asesinados lo fueron con toda su familia, de tal forma que no hay ADN que comparar", dice con su mirada azul de hombre instalado en la cincuentena. "Se ha sofisticado hasta mejorar la seguridad en la identificaci¨®n un mill¨®n de veces, pero lleva un trabajo muy complejo de arqueolog¨ªa", prosigue. La arqueolog¨ªa consiste en estudiar el tipo de fosa y otros elementos en los que se han hallado los restos.
Por un lado guardan muestras e identifican cuerpos. Tambi¨¦n asesoran a Gobiernos, como los de Chile, Colombia o Sud¨¢frica para que puedan elaborar sus propios sistemas. "Espa?a, con las fosas comunes de la Guerra Civil, tiene un buen sistema propio, muy avanzado", concede.
Los primeros pasos en la identificaci¨®n de cad¨¢veres se dieron en la Argentina posdictadura militar. "Entonces todo el proceso era mucho m¨¢s elemental que ahora", rememora este doctor en gen¨¦tica molecular. Un proceso del que ¨¦l ha sido testigo desde que "inesperadamente" le llamaron de las Fuerzas Armadas estadounidenses en 1994 para encargarse como jefe de la parte cient¨ªfica del Ej¨¦rcito. "No fue demasiado duro trabajar con militares en el Pent¨¢gono", dice soltando una sonrisilla casi por primera vez. El caf¨¦, olvidado en una esquina de la mesa de formica. Los bocadillos, intactos.
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