Abrazo de seis hombres
El Robl¨®n de Estalaya necesita muchos brazos para ser rodeado. Ha resistido 500 a?os en la Monta?a Palentina
Los seres vivos m¨¢s longevos son unas bacterias que llevan 250 millones de a?os aletargadas en el interior de los cristales de sal de unas minas muy profundas de Nuevo M¨¦xico. Y se sabe de una esponja gigante que se ha tirado 10.000 a?os filtrando agua en el fondo del oc¨¦ano Ant¨¢rtico. Mucho m¨¢s m¨¦rito tiene lo del Robl¨®n de Estalaya, que ha resistido toda la edad moderna en el medio m¨¢s hostil que existe: la vecindad de los humanos. Nos gustar¨ªa ver a las bacterias de marras en un saladar del mar Menor o a la esponja polar en una playa valenciana. Ni cinco minutos duraban.
Tiene el Robl¨®n un tronco de 10 metros de per¨ªmetro, para abrazar el cual har¨ªan falta seis hombres juntos, y su edad, seg¨²n los c¨¢lculos menos alegres, es de m¨¢s de 500 a?os. As¨ª que ya era un pimpollo cuando, por poner un vistoso ejemplo, Miguel ?ngel estaba pintando la Capilla Sixtina. Desde entonces, esta ha sido restaurada cinco veces, mientras que ¨¦l ha permanecido firme en su sitio sin recibir cuidado alguno.
Sustos y disgustos, en cambio, s¨ª que ha recibido. Hace 50 a?os, el Robl¨®n se libr¨® de una tala en la que cayeron a su alrededor m¨¢s de mil ¨¢rboles maderables y viejos, no porque ¨¦l no lo fuera, sino porque los hacheros consideraron que aquel gigante, tumbado, iba a estorbarles harto. Y hace 30 sali¨® herido, pero con vida, de un fuego que se crey¨® que hab¨ªa sido originado por un rayo, hasta que se encontr¨® en sus inmediaciones una lata de gasolina. Definitivamente, es un ¨¢rbol a prueba de humanos.
El Robl¨®n de Estalaya, como su nombre indica, se encuentra en el municipio de Estalaya, sobre un cerro, el de San Crist¨®bal, que domina un hermoso panorama de la Monta?a Palentina. No es este pueblo, sin embargo, el que brinda el acceso m¨¢s bello al ¨¢rbol, sino el vecino de Va?es. Recomendamos dejar aqu¨ª el coche y avanzar unos 300 metros por la carretera, en direcci¨®n a Cervera de Pisuerga, para desviarse a la izquierda por un camino r¨²stico que va ganando suavemente altura y ofreciendo cada vez mejores vistas. Se ve Va?es, con su orla de prados y su iglesia cig¨¹e?era. Y se ve, lamiendo casi las casas, el embalse de Requejada, donde se remansan las aguas del reci¨¦n nacido Pisuerga y se reflejan las cumbres entre las que da sus primeros pasos.
Como un libro sagrado
En 10 minutos, antes de entrar en el robledal, se entronca con una senda muy bien acondicionada y se?alizada con jalones de madera, la cual conduce en otros 20 (media hora, pues, o poco m¨¢s, en total) hasta este ¨¢rbol majestuoso que nos inspira el temor reverencial de lo que es muy antiguo, como un libro sagrado o una pir¨¢mide, y nos obliga a sentir que nuestras vidas son solo flor de un d¨ªa. Una flor al lado de un roble.
Esa misma sensaci¨®n, la de no ser m¨¢s que vilanos y roc¨ªos de los prados, nos vuelve a asaltar en el siguiente pueblo del valle, r¨ªo arriba. San Salvador de Cantamuda tiene una iglesia de casi 900 a?os, contempor¨¢nea de Averroes y de Gengis Kan, de Ricardo Coraz¨®n de Le¨®n y de Saladino. Un templo que es la joya del rom¨¢nico norte palentino, con soberbia espada?a de tres tramos y dos cuerpos de campanas, y con un altar sostenido por siete columnas y decorado con gran variedad de motivos geom¨¦tricos, hojas y flores que, m¨¢s que un ara destinada al sacrificio lit¨²rgico, semeja una alegre mesa de jard¨ªn. Seg¨²n la leyenda, la iglesia fue levantada por la mujer de un conde que, devorado por extravagantes celos, quiso enviudar mand¨¢ndola a paseo de noche en una mula ciega, vieja, coja y falsa, guiada por f¨¢mula muda, pero la ac¨¦mila no se despe?¨® y la muda cant¨® (de ah¨ª el nombre del lugar) alabanzas al Salvador. No era para menos.
M¨¢s adelante se halla el desv¨ªo a Santa Mar¨ªa de Redondo. Desde este pueblo, en dos horas largas, se sube a pie a la cueva del Cobre, una boca en la pared calc¨¢rea del monte por la que el Pisuerga sale de las profundidades hecho un sorbete, acompa?ado de un aliento glacial. Aun en verano, el que no trae jersey coge un pasmo.
De nuevo en la carretera principal, pasamos por Are?os y luego por Camasobres, un lugar donde las campanas de melena mil veces remendada de la espada?a rom¨¢nica parece que dejaron de repicar hace 70 a?os. All¨ª, junto al camino, sigue en pie el fielato donde se inspeccionaba la carga de los carros en los a?os del estraperlo. Contemplando desde lo alto del campanario las casas de tejados hundidos y blasones enmohecidos, los viejos chopos alineados junto a la carretera, que tampoco es nueva, y las pe?as blancas y peladas como calaveras, pensamos en la soledad del ¨²ltimo habitante, alguien que, sin pretenderlo ni desearlo, ha vivido m¨¢s que el resto de sus cong¨¦neres y permanece aferrado al pedazo de tierra en el que naci¨®. Pensamos en el Robl¨®n.
Una hoz tajada en el roquedo calizo, que al sol brilla como la plata, da paso a la muy alta y peque?a aldea de Piedrasluengas, donde vivir de continuo, solo vivir, es ya una heroicidad. A?os hay en que sus calles y sus coches permanecen todo un mes sepultados bajo la nieve. Once son los valientes. Al lado, a 1.355 metros de altitud, est¨¢ el puerto del mismo nombre, que dispone de un nuevo mirador (nuevo de hace cuatro a?os) para contemplar el profundo valle c¨¢ntabro de la Li¨¦bana, a 300 metros sobre el nivel del mar, y los colosales Picos de Europa, a m¨¢s de 2.600.
Gu¨ªa
Comer y dormir
? Parador de Cervera (www.parador.es; 979 87 00 75). Habitaci¨®n doble, 70-85 euros.
? Posada Fuentes Carrionas (www.posadafuentescarrionas.com; 979 06 69 10 y 610 76 30 40). 75 euros.
Informaci¨®n
? Turismo de Palencia (www.palenciaturismo.es; 979 70 65 23).
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