Un poeta insurrecto
Cuando, hace unos a?os, Caballero Bonald dijo que ya s¨®lo iba a escribir poes¨ªa, no anunciaba un regreso (porque nunca se hab¨ªa ido del verso), ni tampoco una voluntaria limitaci¨®n. Como sucede en algunos otros escritores, su obra nos ilustra sobre los borrosos l¨ªmites de los g¨¦neros. La poes¨ªa intensifica lo que la narrativa disemina pero, al cabo, la tensi¨®n es la misma y el motivo de ponerse a escribir tampoco cambia. En este nuevo libro se nos dice que "la literatura no es sino un proceso electivo de circunlocuciones subterfugios requerimientos per¨ªfrasis tapujos" y nosotros podemos a?adir que eso es lo mismo que est¨¢ al fondo de ?gata, ojo de gato o de Diario de Arg¨®nida, de Manual de infractores o de La costumbre de vivir: en todos est¨¢n "las po¨¦ticas libres la m¨ªstica progenie / el torrencial reducto de materias sagradas libros ¨¢rboles cuerpos vers¨ªculos suras mantras glosas", que son los recursos de un escritor que sabe que la literatura es fundamentalmente asunto de manipulaci¨®n de palabras. En unos casos, se provoca una explosi¨®n deslumbradora y en otros, una explosi¨®n retardada y con ecos: fulminante y explosivo son los mismos.
Entreguerras: O de la naturaleza de las cosas
Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald
Seix-Barral. Barcelona, 2012
224 p¨¢ginas. 16,50 euros
Claro est¨¢ que en sus nuevos libros de poes¨ªa, tras el memorable Manual de infractores, hay una manifiesta voluntad de expresar los t¨¦rminos de una disidencia sistem¨¢tica (contra el rumbo de las cosas del mundo) y, a la vez, una cierta complacencia raps¨®dica al recordar y volver sobre lo personalmente vivido, cre¨ªdo o gozado y comprobar que no fue vano. El ¨²ltimo poemario tiene dos t¨ªtulos que indican el acoplamiento de ambas direcciones: Entreguerras parece aludir al primer tomo de las memorias, Tiempo de guerras perdidas, y en ambos "guerra" evoca, m¨¢s que la contienda b¨¦lica, la insurrecci¨®n moral o la hostilidad que se percibe, como hubiera pensado un poeta espa?ol del Siglo de Oro (digamos Quevedo o G¨®ngora); la segunda parte del t¨ªtulo, O de la naturaleza de las cosas, repite, sin embargo, el del libro de Lucrecio, "algo que tiene que ver con la altura po¨¦tica de que me siento m¨¢s pr¨®ximo", y que conviene recordar que encarn¨® la sabidur¨ªa de los epic¨²reos, el coraje de los que negaron a los dioses y el ¨¢nimo de quienes construyeron la humana solidaridad sobre el cimiento del sano ego¨ªsmo. Lucrecio dej¨® su testimonio en algo m¨¢s de siete mil hex¨¢metros y Caballero Bonald lo ha hecho en algo menos de la mitad de vers¨ªculos de extensi¨®n dispareja, pero de enunciaci¨®n muy segura y entonada, en la que ha prescindido de todo signo de puntuaci¨®n que no sean la interrogaci¨®n y la exclamaci¨®n. Han perseverado los que tienen que ver con los ¨¦nfasis necesarios del sentimiento personal y han desaparecido aquellos otros -las comas, los puntos...- que pretenden pautar de acuerdo con la l¨®gica lo que s¨®lo tiene sentido en la fluencia viva e igualitaria: "el despliegue repliegue de mis soliloquios", como leemos en el volumen.
Pero hay algo m¨¢s en Entreguerras que ya pudo conjeturar el lector de la plaquette Soliloquio y del 'Ep¨ªlogo' de la antolog¨ªa Tiempo de muchas aguas, que se anunciaba como "parte de un libro en preparaci¨®n", ambos en 2010. Y es que Caballero Bonald andaba sobre los pasos de un poema unitario, fusi¨®n de "secuencias acumulativas" que aqu¨ª ha llamado "cap¨ªtulos", como si lo fueran de un relato. Pero no es narraci¨®n en verso sino poema de punta a cabo, con voluntad de serlo y entroncado en la tradici¨®n moderna que, en espa?ol, inspir¨® Espacio, de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez; Piedra de sol, de Octavio Paz, y Dador, de Jos¨¦ Lezama Lima, entre otros. En todos hay im¨¢genes seminales, biograf¨ªa e historia alrededor, temporalidad vivida y simultaneidad creadora, preguntas de relevancia moral, quejas de la fugacidad de las cosas y convicciones bien ganadas. "La poes¨ªa y la historia se complementan, a condici¨®n de que el poeta sepa guardar las distancias", escribi¨® Octavio Paz en El signo y el garabato; en eso conf¨ªan quienes escriben poemas de esa traza cuya referencia, sin embargo, es el milagro del lenguaje: all¨ª se revelar¨¢n al cabo historia y vida. Tambi¨¦n lo ha hecho Pere Gimferrer en su reciente Rapsodia, que se ha complacido en incorporar versos ajenos a su propio recorrido; por su parte, Caballero Bonald previene tambi¨¦n una larga lista de deudas gozosas, entre las que se encuentra, claro, Gimferrer mismo.
No es el ¨²nico tributo a modelos o a admiraciones en los que el poeta se complace y quiere asociar a sus versos: en el cap¨ªtulo III se cita -por sus nombres de pila, como ya es costumbre inveterada- a ?ngel (Gonz¨¢lez) y Jos¨¦ ?ngel (Valente) y Carlos (Barral) y Jos¨¦ Agust¨ªn (Goytisolo) y Alfonso (Costafreda) y Jaime (Gil de Biedma), cofrades generacionales. Por sus apellidos, a T¨¤pies, Millares, Saura, Oteiza y Viola, que hicieron del arte abstracto un signo de afirmaci¨®n e intervenci¨®n en la vida de su tiempo. Poco m¨¢s all¨¢, a Juan Ram¨®n, Cernuda, Vallejo, Lorca, Cunqueiro, Ory, Barral y Valente, otra vez, como referentes l¨ªricos. El lector de los dos vol¨²menes de memorias de Caballero Bonald (ahora recogidos y enmendados en uno, La novela de la memoria, 2010) conoce ya los acontecimientos, alguna fabulaci¨®n divertida y otros significados de la vida del escritor y sabe que se trata de una de las cumbres del g¨¦nero en las letras espa?olas. Pero ya hemos dicho que Entreguerras no es un resumen, ni la busca de dimensi¨®n l¨ªrica de los hechos acaecidos, sino otra forma de revelaci¨®n de s¨ª mismo que el escritor ha recibido en forma de un lenguaje caudal y apasionado, urgente y demorado a la vez.
Por supuesto, cada cap¨ªtulo tiene un centro irradiante: el primero habla de Madrid, cuando estaba "asediada de v¨ªtores y m¨¢scaras de adalides"; el tercero, como se ha indicado, de los or¨ªgenes literarios; el quinto regresa a la geograf¨ªa colombiana que marc¨® un trienio de su biograf¨ªa en el comienzo de los a?os sesenta; el s¨¦ptimo habla de Do?ana, "Arg¨®nida en el listado de mi alma", y el d¨¦cimo es un canto al Mediterr¨¢neo. "Tambi¨¦n yo soy aquel que nunca escribe nada / si no es en leg¨ªtima defensa", arguy¨® Caballero en 'Bibliograf¨ªa', de Diario de Arg¨®nida. 'Ubi bene ibi patria' (donde se est¨¢ bien, est¨¢ la patria) fue el t¨ªtulo de un poema de Manual de infractores, inspirado por unas noches romanas y por una cita de Marco Pacuvio que Cicer¨®n ha legado a la posteridad. Se dir¨ªa que tales son las dos pautas centrales de Entreguerras. Que acaba, al borde del tiempo que concluye, "mientras musito escribo una vez m¨¢s la gran pregunta incontestable / ?eso que se adivina m¨¢s all¨¢ del ¨²ltimo conf¨ªn es a¨²n la vida?". Por supuesto, no es la vida eterna sino, en todo caso, la eternidad de la vida, lo ¨²nico que puede desear un l¨²cido disc¨ªpulo de Lucrecio y de Horacio. Ha escrito lo mismo que seguramente -y por repetir su n¨®mina- habr¨ªan estampado ?ngel y Jos¨¦ ?ngel y Carlos y Jos¨¦ Agust¨ªn y Alfonso y Jaime, si la vida les hubiera otorgado esos ochenta y cinco a?os admirables que Caballero Bonald celebra, superando "los miedos que tanto se parecen al ejercicio de la valent¨ªa", cuando est¨¢ oyendo "la voz universal que alienta en lo m¨¢s ¨²ltimo".
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