El Universo 'Vintage'
El mobiliario vintage est¨¢ compuesto por piezas producidas en serie, ciudadanas de pleno derecho de la era de la reproducci¨®n t¨¦cnica. No hay piezas ¨²nicas. Esta es la verdadera linde entre el anticuariado y el vintage. Son, adem¨¢s, objetos de segunda mano. Su pasado les confiere misterio. El hecho de haber sido usados y luego desechados y olvidados, a la espera de quien sepa apreciar su valor y reanimarlos, los personaliza y les proporciona un contenido emotivo. Eso es com¨²n tambi¨¦n a las antig¨¹edades y a las obras de arte, pero el valor de una pieza vintage no procede de su singularidad, sino de su autenticidad, de la posibilidad de datarla y establecer su origen con certeza y reconocer su calidad. Vale m¨¢s una pieza modesta, pero genuina, que una copia fraudulenta por a?eja que sea.
"En el mobiliario 'vintage' no hay piezas ¨²nicas. Lo que importa es su origen aunque se trate de un objeto modesto"
H¨¦ctor Elizaga es un interiorista de Estella (Navarra). Curioseando en el local de los Traperos de Ema¨²s, no muy lejos de su estudio, se top¨® con un sof¨¢ Maralunga con su reposapi¨¦s. Ped¨ªan 60 inveros¨ªmiles euros por este cl¨¢sico moderno dise?ado por Vico Magistretti que Cassina produce desde 1973. H¨¦ctor busc¨® discretamente la etiqueta del mueble y descubri¨® que, efectivamente, no se trataba de una r¨¦plica, sino que era una pieza producida en Espa?a bajo licencia de la firma italiana. Dej¨® 10 euros de se?al y, conteniendo su excitaci¨®n, sali¨® a buscar un transportista. La limpieza de la tapicer¨ªa le cost¨® 200 euros m¨¢s. Hoy tiene en su sal¨®n, con la tapicer¨ªa original en terciopelo negro y marr¨®n, este sof¨¢ de respaldo abatible (una pieza de culto, el sof¨¢ favorito de muchos interioristas y arquitectos). Formado en Londres, H¨¦ctor Elizaga es un buen conocedor de la historia del dise?o y posee piezas de Artek, Poulsen o Knoll. Pero no es un coleccionista. El Maralunga se ha convertido en su objeto fetiche. Siempre que el cliente lo acepte, incluye uno en sus proyectos.
Productos como un Maralunga no se deprecian con el paso del tiempo, m¨¢s bien todo lo contrario. Hay en Europa y Estados Unidos, y comienza a haberlo en Espa?a, un vigoroso mercado de objetos ic¨®nicos de segunda mano (sillas y mesas Saarinen, butacas Laverne, sillas Wegner...) junto a otro, paralelo y en ocasiones convergente, de objetos industriales m¨¢s modestos como las sillas Luxembourg o las Castelli y las l¨¢mparas Jield¨¦. Llegan a cotizarse incluso muy por encima del mueble reci¨¦n salido de f¨¢brica. ?Es un absurdo? Al menos eso parecen pensar en Carl Hansen & Son. Comentan en la firma danesa que en 1963 editaron uno de los dise?os m¨¢s ambiciosos de Hans Wegner, la "Concha", una silla hecha con solo tres patas en madera contrachapada. Se vendieron unas pocas series, pero el mueble no estaba bien resuelto y se vieron obligados a abandonar su producci¨®n. La silla fue reeditada al fin en 1997, una vez solucionados sus problemas de construcci¨®n. Hab¨ªan pasado 34 a?os y Carl Hansen & Son pon¨ªa otra vez en venta una "Concha" a 1.077 euros. Pero esta era t¨¦cnicamente perfecta. Pues bien, dos a?os despu¨¦s, en 1999, sal¨ªa a subasta en Christie's una de aquellas primitivas sillas fallidas de 1963 de la f¨¢brica de la propia Carl Hansen & Son. ?Ped¨ªan por ella 14.272 euros! ?Qui¨¦n lo entiende?
Jes¨²s Colao avanza una explicaci¨®n. "En el dise?o, lo m¨¢s importante es el proceso. En muy pocos a?os, el ¨¦xito de una pieza hace desaparecer la traza artesanal de su producci¨®n. A medida que se suceden las ediciones, los acabados comienzan a empobrecerse. Los procesos industriales priman la econom¨ªa para llegar a m¨¢s gente m¨¢s r¨¢pido. Contra lo que podr¨ªa parecer, la escala peque?a es m¨¢s cuidadosa: a¨²na lo artesanal y lo tecnol¨®gico y preserva el contenido emotivo y humano del producto. Para quien sepa verlos, est¨¢n ah¨ª a¨²n, en la pieza, el taller y los colaboradores m¨¢s pr¨®ximos del autor".
Jes¨²s Colao se inici¨® en el universo vintage en Estados Unidos, donde trabaj¨® como arquitecto en la d¨¦cada de 1990. Se hizo visitante asiduo de los descampados y los garajes subterr¨¢neos de Pensilvania en los que se comercia con los muebles amish. De la sencillez y austeridad del mueble de estos pioneros procede quiz¨¢ el purismo de su enfoque. La restauraci¨®n en su opini¨®n destruye la p¨¢tina de la obra e interpone frente a ella una barrera extra?a, en la medida en que en muchos casos las t¨¦cnicas de sellado y protecci¨®n originarias ya no existen o son dif¨ªcilmente reproducibles.
En el a?o 2007, este arquitecto madrile?o volvi¨® a casa para abrir, junto a Ursula Schneider, la galer¨ªa Schneider Colao. La joya de la galer¨ªa es un aparador que trajo de Nueva York y tiene ahora mismo en exposici¨®n. "Una amiga arquitecta me avis¨® que iban a desalojar las oficinas de una agencia de seguros en la planta 18 del edificio Rockefeller. El inquilino fue, en 1953, uno de los primeros clientes de una joven interiorista, Florence Knoll, que dise?¨® el aparador mencionado realizado con palo de rosa y con tiradores de cuero laqueado. Todav¨ªa hoy Knoll sigue editando una colecci¨®n basada en este mueble, pero ahora lo fabrican en m¨¢rmol y los tiradores son de acero".
Jes¨²s Colao acepta encargos de clientes que buscan una pieza concreta, incluso precisando talleres y ediciones. "Estoy en contacto con rastreadores europeos y americanos procedentes del mundo del arte, la arquitectura y el dise?o. Frente al coleccionista que presume de tener algo que nadie m¨¢s tiene, pero que otros muchos desear¨ªan, yo me esfuerzo por establecer relaciones, recibo influencias de todo tipo y las transmito".
Attilio Manzi, un profesor de lengua y literatura renacentista italiana de la Universidad de Sevilla, est¨¢ tambi¨¦n de acuerdo en que la dimensi¨®n social del coleccionismo es tan importante o m¨¢s que la individual. Pintor, coleccionista y amante de las artes pl¨¢sticas, mantiene que la belleza y la calidad de la factura de los objetos son atributos intemporales que les son inherentes. "Busco cosas buenas a precios asequibles, procedentes tanto del mundo artesanal como de la era t¨¦cnica. Lo m¨¢s importante para un coleccionista es la educaci¨®n, no solo la del gusto, sino poseer un criterio formado". Ese criterio es el que le llev¨® a reconocer el valor de una fotograf¨ªa de Chris Makos, uno de los artistas de la Factory de Warhol, muy ligado adem¨¢s a Espa?a, que vio en casa de una amiga pintora. "Lleg¨® a sus manos a trav¨¦s de otra amiga. La fotograf¨ªa no le dec¨ªa nada y estuvo a punto de reaprovechar el lienzo. Accedi¨® a regal¨¢rmelo".
Coleccionista meticuloso, pero apasionado, este verano decidi¨® pasar al otro lado. "Alquil¨¦ 10 d¨ªas la planta baja de un palacio de Sevilla y expuse all¨ª antig¨¹edades, objetos vintage y arte contempor¨¢neo. Hab¨ªa desde maniqu¨ªes de alta costura hasta arte brutalista, pasando por sillas vintage de autor, un mueble bar en ra¨ªz de nogal o piezas r¨²sticas tirolesas. Buscaba, por supuesto, dar salida a mis fondos para poder renovarlos, pero mi principal objetivo era encontrar gente af¨ªn, darme a conocer y atraer a otros coleccionistas. Quer¨ªa descubrir si exist¨ªan aqu¨ª en Sevilla interlocutores para una propuesta que presum¨ªa muy minoritaria. En Sevilla hay mercadillos como, por ejemplo, El Jueves, donde pueden encontrarse tesoros a precios incre¨ªbles. Para comprar vintage, eBay Italia es sorprendentemente fiable. Pero mi propuesta era algo m¨¢s personal. Mi criterio y mis gustos quedaban enteramente expuestos".
Tambi¨¦n el taller de Julio Torrecilla nos revela mucho sobre ¨¦l. Atrezista y director de arte, debut¨® en el mundo del cine con La madre muerta, de Bajo Ulloa. Ha desempe?ado recientemente la direcci¨®n art¨ªstica de No tengas miedo, de Montxo Armend¨¢riz, y antes particip¨® en t¨ªtulos como El otro lado de la cama o Torremolinos 73. El Isocarro, su estudio, tienda y taller en el barrio de Carabanchel, convoca a regidores, estilistas, decoradores y coleccionistas en torno a un acervo muy personal compuesto por objetos procedentes del imaginario de su infancia, discos, carteles, iconos pop y, por supuesto, muebles y l¨¢mparas. Julio es un genio de las peque?as cosas. "Hoy es f¨¢cil recrear digitalmente un objeto, pero sigue siendo necesario saber de d¨®nde vienen, qui¨¦n los usaba y qu¨¦ significaban. Hay tel¨¦fonos y ceniceros, un simple bote de Col¨®n incluso, que delimitan con precisi¨®n una ¨¦poca y ya solo se encuentran en un sitio como este. El atrezo es un oficio. Uno va empap¨¢ndose de estilo, muebles e historia, siempre en busca de esos objetos que encienden la imaginaci¨®n. Los busco en Internet, en rastros, acepto cesiones. Soy muy chatarrero".
En su taller pueden encontrarse l¨¢mparas en forma de seta, de colores vibrantes, de los a?os sesenta y setenta, junto a l¨¢mparas genuinas de Flos o Artemide y mobiliario vintage, butacas y sillas desde los a?os treinta hasta hoy.
Francisco Segarra mantiene un punto de vista m¨¢s pragm¨¢tico que el de Jes¨²s Colao. ?l no tiene inconveniente en retapizar una pieza o restaurarla, sin modificarla en lo esencial, si percibe que sus clientes lo demandan. Una de las l¨ªneas de su empresa de interiorismo, ubicada en Castell¨®n de la Plana, distribuye muebles vintage entre los interioristas. Tambi¨¦n el p¨²blico no profesional puede acceder a sus propuestas en ferias como Maison & Objet o Interguide. Francisco comenz¨® hace unos a?os a importar de Estados Unidos piezas de Hermann Miller y Knoll. Tambi¨¦n tra¨ªa, sobre todo de Francia, piezas vintage que se han hecho muy populares en el mercado espa?ol, como las l¨¢mparas Jield¨¦, las sillas Tolix o las Robin Day. Pero la carest¨ªa y la disparidad de los precios, al aumentar en los ¨²ltimos a?os la demanda de estos objetos, le llevaron, sin abandonar este mercado, a buscar otras alternativas. "He descubierto en India una veta de mobiliario industrial popular original y de bella factura. Un mueble pr¨¢ctico y racional, en las ant¨ªpodas del exotismo colonial".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.