Todo ha salido bien
Escribo estas palabras pensando que las est¨¢ leyendo. En cierto modo no hay una sola p¨¢gina que haya escrito en los ¨²ltimos treinta y tantos a?os que no la haya escrito pensando en ¨¦l, y que ¨¦l no haya le¨ªdo, comentado, corregido. Y no han sido pocas. Esta, sin embargo, es la m¨¢s dif¨ªcil de todas. Y que la est¨¢ leyendo ser¨¢ para ¨¦l algo fuera de duda. Era un hombre creyente, discreto, profundamente creyente. Su ¨²ltimo libro, de poemas bell¨ªsimos, acaso los m¨¢s hondos y verdaderos de cuantos escribi¨®, lleva este t¨ªtulo: El coraz¨®n de Dios. Para m¨ª, para muchos, la obra de Carlos Pujol, tan secreta a veces, es ejemplo de finura suprema, milagrosamente sin desmayos, y de inteligencia siempre atinada en la elecci¨®n de sus maestros, Saint-Simon, Balzac, Proust, Henry James o Emily Dickinson, a los que tradujo y estudi¨® como nadie, y en la arquitectura de su propio mundo como novelista, poeta y ensayista: sencillez, humor, poes¨ªa y naturalidad. Su labor literaria, extens¨ªsima, tit¨¢nica y silenciosa, fue siempre una celebraci¨®n y una cita con la levedad y la gracia. Pero hay algo que la vuelve, a mi modo de ver, a¨²n m¨¢s extraordinaria. Como sin duda saben los que viven en y del mundo editorial espa?ol, vivi¨® en y de ¨¦l durante m¨¢s de 50 a?os, sin contaminarse ni un ¨¢tomo de nuestro pobre y desquiciado medio literario: "Hacer carrera, hacer la carrera", dec¨ªa con sutil delicadeza y una media sonrisa, apart¨¢ndose a un lado. Y pese a ello no dej¨® nunca de ser una persona asequible, afable, educad¨ªsima, con porte de sabio oxoniense, al que nadie habr¨¢ o¨ªdo jam¨¢s levantar la voz, ni tampoco hurtarla. Como su confidente Emily Dickinson, dec¨ªa "toda la verdad, pero sesgada". Solo hab¨ªa que saber escucharle tales susurros. Era una especie de ¨¢ngel, lo ha sido hasta el ¨²ltimo d¨ªa, entre los hombres, en su oficina de Planeta, la bondad absoluta. Sol¨ªa decir que la vida literaria, en realidad no es vida, sino solo una imitaci¨®n hecha con humo. Su Cuadernos de escritura, suma de aforismos sobre el oficio de escribir, es una obra maestra del g¨¦nero, a la que vuelve uno a menudo buscando compa?¨ªa. En ¨¦l leemos: "El que escribe es otro', dec¨ªa Proust, y es una gran verdad, pero el que redacta es uno mismo; de la armoniosa colaboraci¨®n de ambos depende que todo salga bien". De pocos contempor¨¢neos, al menos de los que uno ha conocido, podr¨¢ asegurarse que le haya salido mejor.
Dec¨ªa que la vida literaria no es vida, sino una imitaci¨®n hecha con humo
Amigo, has entrado en otro tiempo, el del silencio, el de lo inexplicable, el ¨²nico que para ti val¨ªa la pena vivirse desde este mundo nuestro, no menos inexplicable, pero mucho m¨¢s inconvincente. As¨ª lo dijiste: "Solo tiene verdadero inter¨¦s lo inexplicable, lo que puede explicarse en seguida resulta banal".
Por eso s¨¦ que, mientras las escrib¨ªa, ha estado leyendo por encima de mi hombro estas palabras que yo querr¨ªa que fuesen, solo por ¨¦l, mucho mejores.
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