Dickens contra la pirater¨ªa
Cuando regres¨® de visitar Estados Unidos por primera vez, Charles Dickens dio rienda suelta a su desilusi¨®n con el pa¨ªs en dos libros, la mezcla de ensayo y libro de viajes Notas americanas y el melodrama familiar Martin Chuzzlewit. La segunda gira de Dickens por el pa¨ªs norteamericano se produjo aproximadamente 25 a?os m¨¢s tarde, en 1867. Al volver a casa en esa ocasi¨®n, Dickens se puso a escribir (pero no termin¨®) El misterio de Edwin Drood. Este libro no hace menci¨®n alguna de Estados Unidos. La mayor parte de la acci¨®n se desarrolla en la ficticia ciudad inglesa de Cloisterham. Sin embargo, al examinarlo con detalle, ?se advierten huellas de la ¨²ltima experiencia americana de Dickens en su ¨²ltima y famosa novela?
En EE UU la ley proteg¨ªa solo a los estadounidenses. Los editores pod¨ªan publicar a autores brit¨¢nicos sin pagar derechos
La relaci¨®n de Dickens con Estados Unidos fue lo bastante conflictiva como para que un estudio de los a?os ochenta del siglo XX se titulara Charles Dickens's Quarrel with America (La disputa de Charles Dickens con Am¨¦rica). Podr¨ªamos calificarla m¨¢s bien de negociaci¨®n, una negociaci¨®n que se prolong¨® durante 30 a?os, y que nunca se resolvi¨® del todo. Por un lado, Dickens contaba con much¨ªsimos lectores en Estados Unidos y, en su primer viaje con su esposa Catherine, le agasajaron con mucha m¨¢s extravagancia de lo que hab¨ªa vivido en Inglaterra. Hubo un "baile en honor de Boz" (seud¨®nimo que utilizaba a veces), con un surrealista decorado formado por actores vestidos como personajes de Dickens y dispuestos en retablos sacados de sus libros. El propio escritor, que adoraba la adulaci¨®n, pens¨® que aquello era exagerado.
Los problemas entre el novelista y mi pa¨ªs ten¨ªan sus or¨ªgenes en las leyes de EE UU. La ley sobre derechos de autor proteg¨ªa solo a los escritores estadounidenses; los editores ten¨ªan libertad para publicar libros de autores brit¨¢nicos sin pagar derechos. Dickens perdi¨® un dinero incalculable, pero su fama se extendi¨® por todo el pa¨ªs como un reguero de p¨®lvora porque el precio barato de los libros hac¨ªa que los pudiera comprar todo tipo de lectores. Aun as¨ª, Dickens, como es l¨®gico, se lanz¨® a la ofensiva y, durante su primera visita, pronunci¨® varios discursos sobre la necesidad de cambiar la ley. Ni esas charlas ni la posterior publicaci¨®n de Notas americanas sentaron bien en la prensa, que acus¨® a Dickens de codicia. Cuando el novelista regres¨® a su pa¨ªs, vio una manera inteligente de vengarse de sus adversarios. Consciente de que los peri¨®dicos estadounidenses iban a piratear autom¨¢ticamente las entregas de su novela Martin Chuzzlewit, empez¨® a escribir nuevos cap¨ªtulos en los que su protagonista iba a Estados Unidos y sufr¨ªa all¨ª una serie de c¨®micas desventuras en las que los mismos peri¨®dicos que estaban publicando la novela quedaban como ladrones.
Resulta interesante pensar que, entre Chuzzlewit y las Notas, los sentimientos de Dickens sobre Estados Unidos le dieron material para escribir durante dos a?os. Por eso, al observar su segunda gira por Norteam¨¦rica, que dur¨® cinco meses entre 1867 y 1868, es l¨®gico preguntarse si alg¨²n elemento de sus experiencias m¨¢s recientes contribuy¨® tambi¨¦n a inspirar su siguiente novela. Cuando le preguntaron en Boston si quer¨ªa ver alg¨²n sitio, pidi¨® que le llevaran al escenario del asesinato de Parkman, en la Facultad de Medicina de Harvard. Se trataba de un famoso incidente ocurrido en 1849: se supon¨ªa que el profesor de Harvard John Webster hab¨ªa asesinado a un acreedor suyo, Francis Parkman, que adem¨¢s era benefactor de la universidad, y luego hab¨ªa escondido el cuerpo en la caldera. La visita de Dickens a su laboratorio -"horriblemente siniestro, privado, fr¨ªo y silencioso", seg¨²n dijo- pudo inspirar tal vez algunas ideas para la historia de John Jasper y Edwin Drood.
El nexo m¨¢s fascinante entre la gira y la novela inacabada no es quiz¨¢ lo que hizo Dickens en Estados Unidos, sino dos cosas que no hizo. Cuando Dickens parti¨® hacia Am¨¦rica quer¨ªa llevarse con ¨¦l a Nelly Ternan, la joven con la que manten¨ªa una relaci¨®n desde que repudiara a Catherine Dickens, casi diez a?os antes. Seguramente todos, menos Dickens, eran conscientes del enorme esc¨¢ndalo que se crear¨ªa si se paseaba por Estados Unidos acompa?ado de una actriz de 28 a?os. Dickens escrib¨ªa sobre valores hogare?os, y ese fue uno de los motivos por los que nunca quiso divorciarse. Pese a su arrogancia, ni siquiera ¨¦l estaba seguro de qu¨¦ hacer; hab¨ªa acordado una clave telegr¨¢fica secreta con su colega Wills para hacer saber a Nelly cu¨¢ndo pod¨ªa reunirse con ¨¦l. Pero, despu¨¦s de su llegada, el telegrama que envi¨® fue negativo: Nelly deb¨ªa quedarse en Europa. Quiz¨¢ tuvo una epifan¨ªa la primera noche, cuando un camarero del hotel en Boston dej¨® abierta la puerta mientras Dickens cenaba para que la gente pudiera verle. Aquel peque?o instante le result¨® tan memorable como para incluirlo en El misterio de Edwin Drood, cuando una alumna de Miss Twinkleton, ansiosa por ver a Edwin, "le observa entre las bisagras de la puerta abierta, dejada as¨ª a prop¨®sito". La segunda omisi¨®n notable en la gira de Dickens est¨¢ relacionada con su hermano menor, Augustus Dickens, que de ni?o pronunciaba mal su apodo, Moses, y as¨ª hab¨ªa dado lugar al sobrenombre Boz con el que se conoci¨® a Dickens en los primeros tiempos de su fama. Augustus, que muri¨® el a?o anterior a la ¨²ltima gira americana de Dickens, hab¨ªa abandonado en Inglaterra a su esposa ciega, Harriet, para irse a vivir a Chicago con una mujer m¨¢s joven. Cuando Dickens renunci¨® a visitar dicha ciudad, probablemente porque su salud estaba empeorando y estaba agotado, los peri¨®dicos de Chicago criticaron al novelista y dijeron que lo que hab¨ªa querido evitar era la verg¨¹enza de ver a la viuda de Augustus y que se negaba a ayudarla a pesar de los beneficios de sus conferencias (Dickens gan¨® 150.000 d¨®lares en la gira). El escritor replic¨® que s¨ª ayudaba a la se?ora de Augustus Dickens, la aut¨¦ntica, la abandonada en Inglaterra por el hermano descarriado. La viuda de Chicago se suicid¨® al a?o siguiente.
Dickens evit¨® la controversia en su segundo viaje a Estados Unidos, no solo manteniendo al margen a Nelly, sino tambi¨¦n evitando toda agitaci¨®n sobre la ley de derechos de autor. La publicaci¨®n de El misterio de Edwin Drood iba a tener un papel importante en ese tira y afloja constante con los editores estadounidenses. Dickens anunci¨® que la editorial de Boston Fields, Osgood & Co. ten¨ªa autorizaci¨®n para publicar Drood en Estados Unidos y que ¨¦l iba a recibir los derechos de las ventas del libro. Hasta entonces, los editores sol¨ªan pagar un adelanto por las pruebas de imprenta, pero nada m¨¢s. El acuerdo respecto a Drood desat¨® en la prensa una ola de encendidos debates que denominaron la "Controversia de Dickens" y aument¨® las expectativas ante la publicaci¨®n de la obra. Sus gastos familiares se hab¨ªan disparado, por la necesidad de mantener a Catherine, en virtud de su acuerdo de separaci¨®n, y en cierta medida a sus ocho hijos vivos, "mis chicos, condenados a tener mala salud", e incluso a su hija casada, Kate, cuyo marido era un pintor tambi¨¦n enfermizo. Las posibilidades econ¨®micas de Estados Unidos -que Dickens llamaba "un territorio dorado para ir de gira"- y la publicaci¨®n de El misterio de Edwin Drood formaban parte de sus ambiciosos planes para asegurar el futuro de su familia.
Antes de que Dickens se fuera a EE UU, le hab¨ªan despedido con una cena sus amigos y familiares, entre ellos su hijo Sydney. Igual que Drood, que est¨¢ deseando, con apropiado esp¨ªritu colonialista, "despertar ligeramente a Egipto", e igual que otros hijos de Dickens, Francis, Alfred, Plorn y el difunto Walter, Sydney se dedic¨® a viajar por el mundo. Hab¨ªa heredado la maldici¨®n de su abuelo paterno, John Dickens, y dejaba enormes facturas sin pagar. Entonces, los acreedores iban en busca del famoso novelista. Las deudas se acumularon hasta tal punto que Dickens prohibi¨® a Sydney que volviera a casa, y lleg¨® a escribir sobre ¨¦l en una carta: "Empiezo a pensar que desear¨ªa que estuviera muerto". El contraste deb¨ªa de ser impresionante: Dickens, que agotaba su salud viajando para ganar dinero con el que mantener a su familia, y Sydney, que navegaba por el mundo dejando a su paso deudas y ruina, aprovechando su nombre. Qui¨¦n sabe si la desaparici¨®n de Edwin Drood fue un intento consciente de plasmar una especie de recreaci¨®n ficticia -como alivio o como penitencia- de su deseo de que estuviera muerto, o de la desaparici¨®n y muerte anteriores de otro hijo tambi¨¦n dado a las deudas, Walter; en cualquier caso, la violenta ruptura que sufre la familia en Drood es un reflejo de su desintegraci¨®n familiar.
?Habr¨ªa servido para mantener unida a su familia la combinaci¨®n de la gira por Estados Unidos y la esperada publicaci¨®n de Drood? Independientemente de cu¨¢l iba a ser el final de la novela, este es el misterio que Dickens no pudo ver resuelto.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia. Matthew Pearl (Nueva York, 1975) reedita su libro El ¨²ltimo Dickens. Alfaguara, 2012. 488 p¨¢ginas. 22 euros.
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