'Mariborgias' auton¨®micos
De entre todos los presuntos delincuentes de quienes presumimos que presuntamente delinquieron, y que copan las noticias cuando escribo -y la lista va en aumento-, los m¨¢s entra?ables son los andaluces. El ch¨®fer de la Junta, porque confiesa que se gast¨® la pasta p¨²blica en coca¨ªna y juergas de efecto fugaz, y el ya hist¨®rico Juli¨¢n Mu?oz, que lo invirti¨® en pantojidades, que eso ya m¨¢s que pecar es practicar el martirio en plan capillita extremo. Confieso que el tal Mu?oz casi me conmovi¨®, porque me retrotrajo a aquella ¨¦poca en que cre¨ªamos que toda la corrupci¨®n se concentraba en Marbella.
Para darle a este art¨ªculo un toque cosmopolita y global, pero con concomitancias con nosotros, empiezas por el presidente del banco central suizo, cuya esposa est¨¢ acusada de enriquecerse por utilizar su informaci¨®n privilegiada, mientras que ¨¦l no sab¨ªa nada y, con dimitir y una rega?ina de sus pares, se va de rositas: hela aqu¨ª, la concomitancia. Esto de los c¨®nyuges resulta de lo m¨¢s misterioso: te viene el tuyo con un leve olor a Chanel en los calzoncillos, y deduces de inmediato que se est¨¢ viendo con otra; y pobre de ¨¦l como se presente en casa con un pelo de vello p¨²bico de menos. Pero si se forra y le sale la pasta por las orejas, ni te enteras. Ya dicen que el dinero no huele. Sin embargo, en algunos casos apesta.
"Su amistad se desarrolla donde se enfr¨ªa el champ¨¢n y se engomina el pelo"
Sigues, pues, y ah¨ª est¨¢, sentado: Jaume Matas, ese ¨¢rbitro de la elegancia en clave de Serrano esquina Botella, ese hombre que igual ten¨ªa a un periodista que escrib¨ªa sus discursos y los glosaba al mismo tiempo en El Mundo que se quedaba con la autonom¨ªa balear a piezas, en la esperanza de meterla alg¨²n d¨ªa en su palacete palmesano. Gran amigo de Aznar en su tiempo, c¨®mo no. Toda esta gentuza se caracteriza por su sentido de la amistad, que supera con creces el que podamos tener ustedes y yo. El de ellos se desarrolla en otros ¨¢mbitos, all¨¢ donde se enfr¨ªa el champ¨¢n en un cubilete con adulaciones y se engomina uno el pelo con la misma vaselina que se regala a los amiguitos del alma para que le vayan dando masajes por ah¨ª conforme al jefe de la banda le vaya apeteciendo.
El caso Urdangarin, felizmente conectado a la trama balear y a la valenciana -y con impacto amistoso en las arcas de otras autonom¨ªas-, tiene el m¨¦rito de ofrecerse, adem¨¢s, en la prensa del coraz¨®n, en una versi¨®n mucho m¨¢s sofisticada. De ah¨ª que, en la peluquer¨ªa y leyendo Semana, revista que siempre represent¨® al fascio m¨¢s entra?able y sentimental, pidiera que dejaran de hacerme la manicura el tiempo que me fuera necesario para gozar del reportaje -exclusiva mundial, supongo- basado en la idea de que "el duque de Palma se prepara para demostrar su honor y su decencia" (cito de memoria hist¨¦rica: quiz¨¢ tambi¨¦n pon¨ªa su inocencia). No me dir¨¢n ustedes que, como l¨ªnea de investigaci¨®n period¨ªstica, el enfoque del asunto no tiene su lado novedoso dentro de lo cl¨¢sico.
Es curioso que todos estos, o son muy amigos -fraternales, dir¨ªa yo- de periodistas y empresarios de prensa que les hacen de Ciudadanillos Canes, o son ellos mismos los creativos que inventan y mantienen los medios de comunicaci¨®n a su servicio. Pongamos los mil y pico de empleados de Canal 9, ese ERE que parece una reuni¨®n de fallas listas para la crem¨¤. Me juego el cuello a que s¨®lo trabajaban los que forman el pico. El resto ocultaban, el resto repart¨ªan vaselina, el resto silenciaban, el resto cobraban.
He dejado para el final a mi presunto delincuente positivamente favorito: Carlos Fabra, el cerebro que se esconde dentro de la cabeza moldeada por su escultor de c¨¢mara -pagado con dinero p¨²blico- y de su aeropuerto construido para solaz de conejos y de practicantes de la oropes¨ªa aeroportuaria. Esa escultura deber¨ªamos ir a verla los espa?oles en peregrinaci¨®n, parad¨®jicamente en coche, para que nunca olvidemos de qu¨¦ polvos vienen estos lodos, ¨¦ticamente insoportables y est¨¦ticamente siniestros. Cu¨¢ntos mariborgias auton¨®micos con delirios de grandeza.
Y todo esto sin contar a los ejecutivos pagados con desverg¨¹enza por fracasar y trincar, que a esos no les imputa ni Dios.
www.marujatorres.com
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