Escenas callejeras de furia en Navidad
El d¨ªa de Navidad vi por la calle dos escenas chocantes y curiosamente parecidas. Por la ma?ana me cruc¨¦ con una pareja de unos cuarenta y cinco a?os, vestidos con ropas caras, delgados, atractivos. ?l iba delante, caminando deprisa, con el rostro vac¨ªo de toda expresi¨®n; ella iba detr¨¢s, a cosa de un metro de distancia, sigui¨¦ndole, casi dir¨ªa acos¨¢ndole, llorando y clamando a voz en grito: "?Solo te pido un poco de paciencia! ?Un poco de paciencia! ?Es eso mucho pedir?". Los vi pasar delante de m¨ª como un viento caliente. El hombre sigui¨® unos metros m¨¢s y luego, alcanzado por su perseguidora, se qued¨® adosado al muro, la espalda contra la pared, sin decir palabra ni hacer ning¨²n gesto, mientras la mujer, delante de ¨¦l, con el rostro a cinco cent¨ªmetros del suyo, segu¨ªa grit¨¢ndole y llorando. All¨ª los dej¨¦, sumidos en un melodrama que amenazaba con durar un buen rato m¨¢s.
"Si por los hombres fuera, a veces preferir¨ªan que las mujeres fu¨¦ramos mudas"
Por la tarde, en otro extremo de Madrid, me top¨¦ con un conflicto semejante. En esta ocasi¨®n eran dos chicos apenas treinta?eros, igualmente bien trajeados, y cuando yo llegu¨¦ la mujer ya ten¨ªa arrinconado al tipo contra el muro, tambi¨¦n callado y tieso como una momia, tambi¨¦n con el rostro r¨ªgido y los ojos vidriosos, mientras ella le vociferaba sus quejas muy pegada a ¨¦l y a un volumen alt¨ªsimo: "?Porque t¨² me lo dijiste, t¨² me lo dijiste, fuiste t¨² el que lo dijo!". Tampoco s¨¦ en qu¨¦ termin¨® la cosa, porque pas¨¦ y quedaron atr¨¢s, atrapados en esa burbuja de exasperaci¨®n y griter¨ªo.
No son escenas muy comunes, la verdad. En mi vida creo que no he asistido a m¨¢s de media docena, por eso me choc¨® que coincidieran dos el mismo d¨ªa. Que la fecha fuera precisamente Navidad da que pensar sobre lo mucho que pueden crispar los nervios estas fiestas; pero lo que m¨¢s me llam¨® la atenci¨®n fue la actitud de los dos hombres, en ambos casos id¨¦ntica, tan petrificada, tan vac¨ªa de expresi¨®n. Porque, si alguien est¨¢ discutiendo contigo y te berrea as¨ª, por lo menos el gesto deber¨ªa retorc¨¦rsete de furia. Pero ellos estaban yertos, pegados como moscas a la pared, probablemente en shock, cortocircuitados emocionalmente.
Las generalizaciones suelen ser idiotas, y a¨²n m¨¢s cuando hablamos de hombres y mujeres, porque el peso de prejuicios centenarios nos puede llevar a decir bastantes tonter¨ªas. Pero lo cierto es que estos incidentes me hicieron pensar en algo en lo que, por lo general, todav¨ªa nos diferenciamos mucho nosotras y ellos, y es en la manera en que manejamos nuestras emociones. A las mujeres, a menudo tan duchas en lo verbal, nos suele encantar hablar de nuestros sentimientos, desmenuzarlos, analizarlos al derecho y al rev¨¦s, rememorarlos y hozar en ellos, y a los hombres, en cambio, les suele espantar poner palabras a sus emociones, entre otras cosas porque la mayor¨ªa no tiene ni idea de cu¨¢les son (no se les ha educado en el autoan¨¢lisis emocional). Esas dos ¨¢speras escenas navide?as me hicieron recordar, en su aspecto m¨¢s risue?o y ligero, las muchas, much¨ªsimas veces que las mujeres perseguimos a nuestros hombres por casa al grito de: "?Tenemos que hablar!", mientras ellos intentan escurrirse de la sala al ba?o y del ba?o al dormitorio huyendo del intercambio verbal. Si por ellos fuera, creo que a veces preferir¨ªan que fu¨¦ramos mudas.
Pero esos incidentes tambi¨¦n tienen una vertiente oscura y siniestra. Dado el pavoroso bloqueo que obviamente sufr¨ªan los dos hombres, es decir, dada su incapacidad para manejar los propios sentimientos, se me ocurri¨® que en algunos de los casos de la violencia de g¨¦nero, y junto a otros ingredientes como el machismo, la crueldad o la total falta de empat¨ªa, quiz¨¢ influya un cortocircuito parecido llevado hasta su extremo, es decir, una patolog¨ªa que haga que solo sepan dar salida a sus emociones de una manera f¨ªsica y brutal.
Y a¨²n hay algo m¨¢s. Hace bastantes a?os escrib¨ª un art¨ªculo en EL PA?S sobre un incidente parecido pero mucho peor al que asist¨ª en un aeropuerto extranjero. En las cintas rodantes me cruc¨¦ con un chico apurado y cabizbajo, cargado de mochilas y llevando de la mano a una ni?a de unos cinco a?os. Y detr¨¢s de ¨¦l, arrastrando a otra nena a¨²n m¨¢s peque?a, iba una mujer grit¨¢ndole algo en un idioma incomprensible, pero con un nivel de ferocidad y violencia que helaba la sangre. Las dos ni?as lloraban desconsoladas, la peque?a era zarandeada como un bulto y la escena resultaba aterradora. Cont¨¦ esto en el art¨ªculo y recuerdo que recib¨ª un par de cartas de lectoras que criticaban mi punto de vista y que ven¨ªan a decir que, para llegar a esa furia, esa mujer seguramente hab¨ªa tenido que sufrir antes mucho. Pues s¨ª, desde luego, puede ser, ?qui¨¦n sabe? Las relaciones humanas son terriblemente complejas. Tanto esa chica como, en otro nivel menos virulento, las dos que gritaban en Madrid el otro d¨ªa pueden ser grandes v¨ªctimas. Pero no olvidemos que el hecho de ser mujer no te concede autom¨¢ticamente la exclusiva de la bondad, y que adem¨¢s de la violencia f¨ªsica existen la violencia ps¨ªquica y la emocional. No s¨¦, pero a m¨ª esos dos hombres arrinconados del d¨ªa de Navidad me parecieron un poquito maltratados, la verdad.
www.rosa-montero.com / www.facebook.com/escritorarosamontero
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.