Bienvenidos al porno pop
Empec¨¦ a sospecharlo hace a?os. Para una entrevista, viaj¨¦ a un estudio de grabaci¨®n en medio del campo. Una confidencia: un estudio es, sin discusi¨®n, el lugar m¨¢s aburrido del mundo si nada tienes que hacer all¨ª. As¨ª que, mientras el artista conclu¨ªa sus misteriosas tareas, escap¨¦ a la sala de espera, curiosamente denominada zona de relax.
El televisor estaba sintonizado en un canal de v¨ªdeo musical. Dado que no uso eso en casa, me qued¨¦ magnetizado frente a la pantalla. A la hora, ya estaba... alterado, inquieto, sudoroso. Asist¨ªa a una sucesi¨®n de videoclips sin presentaci¨®n; ignoro si fue el azar o si hab¨ªa detr¨¢s un programador l¨²brico, pero todos -repito, todos- los v¨ªdeos eran o pretend¨ªan ser erotizantes.
M¨¢s que cantantes, las actuales triunfadoras son 'vedettes' modernas, artistas del teatro musical
?Qu¨¦ se ve¨ªa? Lo mismo que en los anuncios de perfumes pero con guiones m¨¢s detallados. Playas repletas de diosas retozando. Ambientes tropicales donde el calor invita a quitarse la ropa. Priv¨¦s de discoteca a dos minutos de la org¨ªa. Tr¨ªos en suites de hotel. Juegos sadomaso. Acci¨®n s¨¢fica. Modelos kilom¨¦tricas atra¨ªdas a la miel del vocalista famoso. Strippers en la cumbre de sus n¨²meros. Limusinas cargadas de party girls. Apolos que ligan con solo una mirada.
Soy todo lo contrario de mojigato, pero me ofendi¨® tanta identificaci¨®n entre ¨¦xito y sexo, entre m¨²sica y desenfreno. Grosero pero funcionaba, debo confesarlo: un enojoso problema el quedarse con la cabeza caliente y los p¨ªes fr¨ªos en, digamos, un p¨¢ramo del Alto Ampurd¨¢n. Horas despu¨¦s, adivinando mi agitaci¨®n, el artista sugiri¨® visitar un establecimiento cercano, donde trabajaban "unas chicas rusas incre¨ªbles". No, gracias.
Aquel encadenado de v¨ªdeos no correspond¨ªa a una aberraci¨®n, comprendo hoy: era Tendencia Dominante. La ¨²nica diferencia -?lo llamamos avance?- con el presente consiste en que ahora las im¨¢genes lujuriosas no son exclusiva de artistas masculinos. Repasando listados de grandes triunfadoras de los ¨²ltimos tiempos, compruebo que la mayor¨ªa utiliza el sexo como argumento principal. Sexo en portadas, letras, v¨ªdeos, conciertos. En contraste, Adele luce como Sor Sonrisa, una monja extraviada en Gomorra.
As¨ª que puedo disculpar el exabrupto de Christina Rosenvinge, cuando se desmarca del negociado del mainstream femenino, al que define como un "concurso de zorras". La descripci¨®n quiz¨¢s sea chirriante pero nos entendemos: desde que Madonna legitim¨® la explotaci¨®n de la sexualidad en un contexto posfeminista, las llamadas divas usan su cuerpo como reclamo, como alarde de poder.
Se me atragantan. No veo nada sensual en las coreograf¨ªas de Beyonc¨¦ y su cuerpo de baile: m¨¢s bien parece el fruto de infinitas horas de instrucci¨®n con un sargento de marines. Rihanna luce m¨¢s natural, viene de una cultura caribe?a con otro sentido de la carnalidad, aunque me cuesta defenderla como icono de libertad sexual tras saber de su renuencia a romper con su pareja, un cabr¨®n de mano larga.
La presi¨®n competitiva o la vocaci¨®n empujan a las cantantes a convertirse en sex bombs, a comportarse como tales: pienso en Christina Aguilera, Paulina Rubio, Shakira o Lady Gaga. Aunque esta ¨²ltima pueda tener otra agenda: una subversi¨®n gay friendly, el cualquiera-puede-ser-una-estrella warholiana. La ¨²nica que insin¨²a un morbo genuino es precisamente la que m¨¢s manipulada parec¨ªa en sus inicios: Britney Spears.
Con todo, el error consiste en valorarlas puramente como cantantes de pop. No, mire: son vedettes. Artistas de teatro musical, que destacan sus formas. Reinas de la picard¨ªa, los dobles sentidos, la belleza insolente. Embaucadoras de machos en celo, paradigmas para jovencitas con ambiciones.
Las divas tienen fabulosos equipos detr¨¢s: estilistas, compositores, dise?adores, productores, cineastas. Pero son herederas de Jos¨¦phine Baker, Tongolele, La Ma?a, Rita Montaner, Ann-Margret, Diana Dors, Abbe Lane. Ellas bailaban, actuaban, rodaban pel¨ªculas, hasta grababan discos. Pero nunca las llamar¨ªa cantantes: eran vedettes. Como las divas actuales. Vedettes tan universales que act¨²an privadamente para la familia Gadafi, los oligarcas rusos o los jeques petroleros. Cuando se descubre, ponen carita de pena: "Somos... ?tan inocentes!".
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