Hay que acabar con la corrupci¨®n

A prop¨®sito del art¨ªculo de Rafael Argullol, Corruptores y corruptos, en el que denuncia la paradoja de que -en Grecia, Portugal, Italia y, en parte, Espa?a- los encargados de sacarnos de la crisis, debido a la inoperancia y corrupci¨®n de los partidos pol¨ªticos, sean quienes han servido a bancos y especuladores, quisiera apuntar lo siguiente: cuando en los medios se opina sobre la corrupci¨®n pol¨ªtica, quienes lo hacen puntualizan que los corruptos son unos pocos, con lo que parece que el problema es menor.

Pero la realidad no es tan sencilla, y as¨ª la percibe la ciudadan¨ªa, la cual considera a la clase pol¨ªtica como su tercer problema. Pues si bien no es cierto que la mayor¨ªa de los pol¨ªticos sean corruptos, s¨ª lo es su complacencia, su acomodo e hipocres¨ªa con la progresiva descomposici¨®n del sistema democr¨¢tico, y lo es que nada han hecho para avanzar hacia una democracia m¨¢s plena y exigente, en la que hubiese las reclamadas listas abiertas, en la que se escogiese a los mejores para desempe?ar los cargos, en la que existiese verdadera democracia interna en los partidos y no una sumisi¨®n ovina hacia el l¨ªder, como se demostr¨® con Aznar en su apoyo a la guerra contra Irak y con Zapatero en su negaci¨®n de la crisis. En la que se eliminasen los privilegios econ¨®micos y legales, en la que se atase en corto a quienes solo buscan enriquecerse sin lealtad a patria alguna, en la que no todo valiera con tal de ganar, en la que hubiese la posibilidad de participaci¨®n ciudadana, no solo cada cuatro a?os, en la que cualquier cacique local no pudiera materializar sus megaloman¨ªas, y, en fin, en la que se intentase acabar con tantas lacras que exceden la extensi¨®n de una carta a un peri¨®dico.