Tecnoempacho
Ensayo. La impresi¨®n inicial que produce este libro es de franco desconcierto. El autor promete un ensayo que tome posici¨®n equidistante entre -para decirlo con la f¨®rmula de Umberto Eco- apocal¨ªpticos e integrados, o sea, entre los que abominan de las llamadas "nuevas tecnolog¨ªas" y los que ven Internet y su cultura como la panacea, pero enseguida se nota que Mora, o no entiende qu¨¦ quiere decir el mesotes aristot¨¦lico que invoca o simplemente su tecnofilia puede m¨¢s que sus propios argumentos. El ensayo no es tal sino una recopilaci¨®n deslavazada de entradas que el autor ha reescrito tras haberlas colgado de su blog, pero el resultado es tan fragmentario y desarticulado que mejor hubiese sido dejarlas en el blog. En ellas, casi sin excepci¨®n, se canta una loa tediosa y repetitiva a las innumerables posibilidades expresivas, estil¨ªsticas, art¨ªsticas, imaginativas, cognoscitivas, etc¨¦tera, que la neocultura cibern¨¦tica ofrece a los usuarios, sobre todo si se trata de escritores y dem¨¢s miembros de la pe?a "creativa" ultramoderna.
Ya al comienzo (p¨¢gina 20) Mora define su obra como un "artefacto visual, mecanismo de ¨®ptica para mirar de forma sincr¨¦tica, sin¨¦rgica y sint¨¦tica el mundo actual y algunas manifestaciones est¨¦ticas del mismo", pese a que, salvo un pu?ado de ilustraciones borrosas, no hay en el libro ni una sola imagen significativa. En cambio encontramos una versi¨®n lo m¨¢s al d¨ªa que pueda imaginarse de la cultura contempor¨¢nea, descrita tras la revoluci¨®n t¨¦cnica de marras, expuesta como una utop¨ªa de la comunicaci¨®n absoluta y elogiada como obra de arte total, el no-va-m¨¢s de la interrelaci¨®n completa: un magma de flujos, bytes, p¨ªxeles y pulsos el¨¦ctricos que han producido una cultura-esponja a cuyo interior se puede acceder por cualquier poro, como en el Sea of Holes del Submarino Amarillo (aunque, claro, no se puede salir). Pero a Mora esto no le parece una pesadilla sino el signo de que hemos llegado a la era de Pangea: una nueva configuraci¨®n del mundo donde, como es previsible, no hay ni jerarqu¨ªas ni pertinencias y todo se relaciona con todo, como el Uno-Todo de los rom¨¢nticos, pero m¨¢s parecido a "la Biblia y el calef¨®n" de Disc¨¦polo. El ideal de Pangea es una suerte de visi¨®n de Sirio que tiene a Google Earth como modelo, cuyo discurso es: "Narrativa que intenta la mimesis simulacral mediante un simulacro visual de la realidad ic¨®nica, del mediascape" (p¨¢gina 101).
(No, muchas gracias, me quedo con La isla del tesoro, aunque tenga que leerlo en PDF).
In¨²til intentar poner orden en este libro puesto que su modelo es Google y ya se sabe que el c¨¦lebre buscador no informa de manera ordenada y racional sino que establece jerarqu¨ªas procesando frecuencias de acceso a la red, as¨ª que el lector de este libro no tiene m¨¢s remedio que aceptar el abordaje puramente epis¨®dico del asunto y dedicarse a recorrer largos pasajes donde el autor se cita una y otra vez a s¨ª mismo o bien glosa a cient¨ªficos, fil¨®sofos, semi¨®logos, poetas o narradores afines a sus ideas, que invoca sin orden ni concierto, mientras redacta listas de obras y de novelistas ganados por la nueva tecnolog¨ªa y que, como ¨¦l, han aprendido a explotar sus recursos y las mezcla con consejos acerca de c¨®mo revolucionar la narrativa, sacar partido de los links y la comunicaci¨®n visual, explotar las ventajas de las redes sociales y gozar de la instantaneidad del tiempo cibern¨¦tico y el espacio virtual deslocalizado en que nos instalan Internet, los ordenadores y los m¨®viles. Como instrucciones de uso y vadem¨¦cum Mora ofrece una bater¨ªa de categor¨ªas pseudot¨¦cnicas y neologismos tales como: conmixti¨®n, lit(art)ure, narrativa ecfr¨¢stica, internexo, blognovelas, pantp¨¢gina, intermedial, transfronterizo, cibercepci¨®n, etc¨¦tera, en las que, como en el t¨ªtulo, toda hermen¨¦utica queda reducida a fusi¨®n de palabros.
El entusiasmo de Mora por la ¨¦poca en que le ha tocado vivir es tan vertiginoso que lo lleva a veces a traicionar a quienes cita. Resulta asombroso ver mencionados en su texto como adalides de su utopismo tecnol¨®gico a algunos de sus cr¨ªticos m¨¢s feroces, como Paul Virilio o Zygmunt Bauman, cuyo sombr¨ªo concepto de sociedad l¨ªquida sirve a Mora para desarrollar una especie de modelo de las comunicaciones interpersonales mediadas por la red como incesante torrente de flujos y reflujos.
Lo m¨¢s notable de este ejercicio fallido es que ejemplifica justamente el grave perjuicio que la nueva cultura tecnol¨®gica acarrea sobre lectores y espectadores: para unos, la consciencia fragmentada; y, para otros, de la pel¨ªcula ver solo los efectos especiales. Y, para todos, "una noche en la que todos los gatos son pardos", que dec¨ªa el viejo Hegel.
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