Rubalcaba no tiene sexo
No se inquieten, claro que tiene sexo. Es var¨®n. Y c¨¢ntabro. Es algo tan obvio que hasta les extra?ar¨¢ que alguien lo tenga que recordar. ?Por qu¨¦ hemos de explicitar entonces que Chac¨®n es mujer, y catalana? ?Acaso los atributos de ella no merecer¨ªan estar tan normalizados en la pol¨ªtica espa?ola como los de ¨¦l? No lo parece, ya que sus se?as de identidad son objeto de gran traj¨ªn medi¨¢tico. Para bien y para mal. Para bien, siempre que su catalanidad se disocie de cuanto huela a catalanismo pol¨ªtico, claro est¨¢. Catalana espa?ola es la consigna, como si ser catal¨¢n y mirar por su tierra hubiera que aguarlo con ancestros andaluces. Todos sabemos que los nacionalismos catal¨¢n y vasco solo aspiran a jugar en campo propio, no el escenario de la pol¨ªtica general espa?ola. Pero esta ¨²ltima no parece preparada todav¨ªa para aceptar a un l¨ªder de un partido nacional que se declare abiertamente catal¨¢n (o vasco), al menos con la naturalidad con que lo puede hacer un c¨¢ntabro o un gallego.
Este no es pa¨ªs para pol¨ªticos maduros, aunque el Gobierno de Rajoy se empe?e en romper el estereotipo
Y en cuanto a lo de ser mujer, a pesar de los avances habidos, sigue siendo v¨¢lida la afirmaci¨®n de Simone de Beauvoir de que una mujer es juzgada siempre primero por el hecho de ser mujer. "Un hombre nunca empieza consider¨¢ndose un individuo de un sexo determinado, se da por hecho que es un hombre". Conclusi¨®n: cuando las mujeres dejen de tener sexo y una catalana "a secas" pueda presentarse como tal, podremos hablar de normalidad pol¨ªtica.
Es posible que haya perdido fuelle entre la opini¨®n p¨²blica, pero el debate sucesorio del PSOE, que ahora entra en su momento decisivo, nos est¨¢ suministrando abundante munici¨®n para analizar las psicopatolog¨ªas de la pol¨ªtica espa?ola. O, quiz¨¢, de la pol¨ªtica partidista a secas. Sigamos con las identidades. Si los atributos "invisibles" de Rubalcaba lo favorec¨ªan, hay uno, bien visible, que le perjudica. La edad. Este no es pa¨ªs para pol¨ªticos maduros, aunque el Gobierno de Rajoy se empe?e en romper el estereotipo. Y no sabemos bien si la veteran¨ªa es aqu¨ª un grado o una r¨¦mora. Me temo que es lo segundo, porque, de ganar, dicen que no ir¨¢ de candidato a presidente del Gobierno y lleva a un delf¨ªn m¨¢s o menos disimulado de n¨²mero dos. En todo caso, observen que la veteran¨ªa obliga al candidato a adoptar una posici¨®n defensiva. Las promesas de futuro importan m¨¢s que la hoja de servicios.
Uno y otro candidato y, por lo dem¨¢s, todo el partido, se esfuerzan por presentar una m¨¢xima imagen de uni¨®n, que llega incluso a ofrecimientos mutuos para integrarse en el equipo directivo del ganador. Hacia afuera, claro. Hacia adentro impera la pol¨ªtica; esto es, la lucha por el poder y los antagonismos propios de esta esfera de la realidad, que ya no deber¨ªan escandalizar a nadie. Todos sabemos de sobra, como nos dec¨ªa C. Schmitt, que all¨ª donde hay pol¨ªtica hay disputas, disenso y una irrenunciable escisi¨®n entre amigos y adversarios. ?Por qu¨¦ ocultarlo? Quiz¨¢ porque lo pol¨ªtico tiene que desnaturalizarse para ser socialmente presentable. Incluso bajo condiciones democr¨¢ticas -o precisamente por ello-. Y el b¨¢lsamo reconciliador es el tan tra¨ªdo y llevado "debate de ideas". En su nombre s¨ª se admite la discrepancia, y dicho debate pasa a ser el velo tras el que se organizan todas esas maniobras en la oscuridad tan propias de los partidos.
Pero ?por qu¨¦ hablan de ideas cuando quieren decir poder? Hasta ahora no hemos visto las ideas y s¨ª mucho personalismo, el de los candidatos y el de sus apoyos. Por eso sorprende tanto ese mantra utilizado por algunos de los "no alineados" de esperar hasta ver "las ideas" de cada cual antes de pronunciarse. Como si no supi¨¦ramos todos que a lo que quieren esperar es a la configuraci¨®n definitiva del poder interior del partido. Y todos sospechamos que los votos de los delegados se acabar¨¢n emitiendo en una u otra direcci¨®n pensando m¨¢s en c¨®mo quedar¨¢ la estructura de poder en cada regi¨®n que por cualquier otro criterio; un nuevo liderazgo no debe estar re?ido con conservar el que ya se tiene.
Con todo, este s¨ªndrome de ocultamiento encaja como un guante en eso que J. Elster llamaba la "fuerza moral de la hipocres¨ªa", el que nos veamos obligados a actuar de una determinada manera cuando estamos en presencia de otros y nos sentimos observados. ?ste es el problema de los partidos, que tienen que fingir que no lo son. Las causas ya las conocemos, lo que ignoramos es si dar¨¢n con las soluciones.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.