Cubierto de mierda y de sangre ajena
"El pueblo island¨¦s segu¨ªa a sus ap¨®stoles americanizados, un pa¨ªs que est¨¢ en su fase final como un imperio todopoderoso"
No es nada m¨¢s que se?al de nuestro tiempo y de la naturaleza de la hambrienta y a veces estancada y aburrida prensa diaria querer dar amplia informaci¨®n sobre acontecimientos insignificantes para la humanidad, husmear en los rincones m¨¢s remotos de la Tierra, como Islandia, dej¨¢ndolos a la que salta la noticia en otro lado. Islandia era hasta ahora un pa¨ªs m¨¢s o menos desconocido para el gran p¨²blico, pero ahora se dice que la rebeli¨®n de "la calle" hizo caer su Gobierno y que esto podr¨ªa ser un ejemplo para otros pa¨ªses grandes y corruptos.
Pero en realidad no es la primera vez que "la calle" ha intentado derrocar el Gobierno island¨¦s, a veces con resultado, a veces no. Cuando era as¨ª nunca salt¨® a la noticia, no hab¨ªa noticias de ello en la prensa mundial. Adem¨¢s, hasta ahora las "rebeliones" en Islandia han sido pol¨ªticas e ideol¨®gicas, dirigidas por la izquierda comunista, y por ello hab¨ªa que silenciarlas en la prensa del mundo libre occidental dirigido por el capitalismo estadounidense. De eso basta un ejemplo significativo cuando Islandia, un pa¨ªs sin servicio militar, sin armas, entr¨® en la OTAN el a?o 1949 por la necesidad de los norteamericanos, que quer¨ªan tener bases militares en un pa¨ªs escudo en la mitad del Atl¨¢ntico, en un pa¨ªs imprescindible para una lucha limpia y justa contra la temible e injusta Uni¨®n Sovi¨¦tica. Ahora "la calle" ha conseguido hacer caer al Gobierno, o mejor dicho, el Gobierno ha ca¨ªdo por s¨ª solo despu¨¦s de haber estado 12 a?os con el mismo partido en el poder. Esta vez no se trata de lucha entre ideolog¨ªas de izquierda y derecha. Ahora es el dinero el que ha ocupado el lugar de las ideolog¨ªas. "La calle" ha perdido su dinero, con el cual iba a comprarse algo parecido al sue?o americano, y por lo tanto se rebela violentamente.
El idealismo es de pocos, el dinero es de todos y nadie quiere perderlo, ni los banqueros ni a¨²n menos el pueblo que guarda su dinero, sus ahorros, sus sue?os en manos de los banqueros. La experiencia, la aventura que supon¨ªan las expediciones de los vikingos no tienen mucho que ver con los a?os locos de los banqueros islandeses: eso es m¨¢s un reflejo del capitalismo de la ¨¦poca y su idealismo materialista: la mundializaci¨®n del mercado. Los banqueros islandeses segu¨ªan las teor¨ªas norteamericanas, elaboradas por economistas de las mejores universidades estadounidenses, muchos de ellos premios Nobel. El pueblo island¨¦s segu¨ªa a sus ap¨®stoles americanizados. El ej¨¦rcito americano ha estado presente en la vida nacional durante m¨¢s de medio siglo y durante la guerra trajo la ¨²nica revoluci¨®n en la historia del pueblo: la del dinero. Antes de su llegada, los islandeses eran pobres, la naci¨®n m¨¢s pobre de Europa, pero con la guerra se hicieron "nuevos ricos" con todas las consecuencias: la ilusi¨®n popular de que, con suerte, el dinero llama al dinero para siempre.
Los islandeses se cre¨ªan una naci¨®n escogida por los EE UU, por ser el escudo entre el mundo libre y el sovi¨¦tico, por la OTAN con sus bases en todos los rincones de la isla, y finalmente por la industria de aluminio: la isla de la energ¨ªa limpia, t¨¦rmica e hidr¨¢ulica. Pero resulta que todo cae, EE UU est¨¢ en su fase final como un imperio todopoderoso, el ej¨¦rcito de la OTAN se marcha e Islandia se queda hu¨¦rfana, dominada por un viejo Gobierno proamericano, derechista, un Gobierno que ha durado 12 a?os. Cay¨® la ilusi¨®n nacional creada lentamente pero de una manera eficaz durante la Segunda Guerra Mundial en un pa¨ªs que viv¨ªa gracias a las constantes operaciones militares americanas. Cuando las fuerzas norteamericanas se marchan, la gente pierde su fe tanto en el amigo americano como en sus amigos parlamentarios, los amigos del amigo americano. Entonces se dispara el desorden, se extiende la frustraci¨®n y luego viene la desilusi¨®n absoluta. Los islandeses vuelven a tener fe en el duro trabajo de sol a sol, como antes, pero no por gusto sino por pura necesidad. Los islandeses trabajaban duramente para sobrevivir en tiempos remotos, cuando la vida era sencilla, viv¨ªan de y con las ovejas en los p¨¢ramos, con y del bacalao en la costa. No se puede volver al pasado, en este momento hay crisis tambi¨¦n en los pa¨ªses que tradicionalmente compraban el bacalao. Incluso hay menos bacalao en el mar. Islandia no puede entrar nunca en la Uni¨®n Europea, lo impide el inter¨¦s de los pa¨ªses antes compradores, que ahora quieren pescar ellos mismos su bacalao en las costas islandesas. Pero una cosa milagrosa es cierta para los islandeses en este asunto: saben que a la larga los pescadores de los pa¨ªses del sur nunca podr¨¢n pescar por las costas islandesas. No conocen el mar, el viento, el fr¨ªo. Islandia est¨¢ a salvo, una isla aislada como siempre, un pueblo trabajador m¨¢s por necesidad que por su fe luterana. En los pa¨ªses cat¨®licos hay tambi¨¦n gente trabajadora. El apego al trabajo no tiene nada que ver con la religi¨®n, son las circunstancias las que deciden.
No ha sucedido ninguna cat¨¢strofe en Islandia sino un peque?o frenazo de la megaloman¨ªa nacional, producto del aislamiento, y uno podr¨ªa pensar que como consecuencia la naci¨®n entrar¨¢ en raz¨®n. Sin ser forzados los pa¨ªses no entran nunca en raz¨®n.
La gran culpa de la ca¨ªda islandesa la tiene en gran medida el actual presidente de la rep¨²blica, ?lafur Ragnar Gr¨ªmsson, un megal¨®mano confuso, un ex parlamentario que en la pol¨ªtica ha cambiado de camisa varias veces, la ha perdido y ha conseguido una nueva que luego ha vuelto a perder por su oportunismo, pero enseguida consigue otra: la presidencia durante 15 a?os es un regalo de una naci¨®n parecida a ¨¦l, una naci¨®n confusa y aislada durante siglos del continente europeo, del pensamiento europeo, que aun as¨ª de vez en cuando consigue hacer una peque?a limpieza mental inclin¨¢ndose, buscando apoyo y protecci¨®n en el regazo americano, el regazo de un imperio que se resiste a aceptar su realidad: que se ha cubierto de mierda y de sangre ajena.
Guderburg Bergsson es escritor.
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