Pensar lo impensable
La ret¨®rica del 'sacrificio' que piden las ¨¦lites a?ade injuria al dolor de los que ya sufren la crisis
Se romper¨¢ el euro? ?Ir¨ªa mejor a algunos pa¨ªses abandonarlo? Este tipo de preguntas no se las plantean ya solo los economistas del otro lado del Atl¨¢ntico. En los ¨²ltimos meses, y cada vez con m¨¢s frecuencia, las escucho en conferencias y coloquios en los que participo. La primera d¨¦cada del euro acaba, por tanto, con una fuerte incertidumbre sobre su futuro inmediato.
No son preguntas descabelladas. Otros intentos anteriores de crear una uni¨®n monetaria, con o sin moneda ¨²nica, acabaron en fracaso. Sucedi¨® con las "serpientes monetarias europeas" que se crearon en los a?os setenta para evitar las guerras de divisas despu¨¦s de la ruptura de la convertibilidad del d¨®lar. Ese fue tambi¨¦n el resultado del Sistema Monetario Europeo (SME) puesto en marcha en los a?os ochenta con el mismo objetivo de evitar guerras comerciales, y que se estrell¨® con la crisis de 1992.
De hecho, aunque ahora el euro se vincule a la idea de m¨¢s Europa, su impulso inicial vino del inter¨¦s de los pa¨ªses centrales por evitar devaluaciones competitivas despu¨¦s de la quiebra del SME. Algo que no le interesaba especialmente a Alemania, metida en una costosa reunificaci¨®n, despu¨¦s de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn en 1989. La competitividad alemana se ha beneficiado de forma extraordinaria de la ausencia de esas devaluaciones.
En cualquier caso, dado lo mucho que ahora est¨¢ en juego, lo m¨¢s probable es que el euro sobreviva. La canciller Angela Merkel no puede permitir que el euro se venga abajo. No por intereses econ¨®micos de las empresas alemanas, como a veces se argumenta, sino porque la carga moral que caer¨ªa sobre su pa¨ªs por destruir el proyecto pol¨ªtico europeo ser¨ªa insoportable; equivalente, aunque de otro tipo, a la carga moral que tuvo que soportar por ser la causa de dos guerras mundiales que llevaron el dolor y la destrucci¨®n a toda Europa.
Pero, con ser importante, la cuesti¨®n de si se romper¨¢ el euro no es la m¨¢s relevante en relaci¨®n al futuro de los europeos. A mi juicio, es m¨¢s determinante preguntarse si la moneda ¨²nica acabar¨¢ siendo un instrumento para el progreso econ¨®mico y social de todos los pa¨ªses de la Uni¨®n o, por el contrario, se convertir¨¢ en una camisa de fuerza para alguno de ellos. Una camisa de fuerza que acabe abocando a los menos competitivos al retraso econ¨®mico permanente, al menos en relaci¨®n con los pa¨ªses m¨¢s avanzados.
Eso dar¨ªa lugar a una Uni¨®n con un centro rico y din¨¢mico y una periferia estancada y pobre. Algo que dar¨ªa lugar a dos flujos permanentes: uno de emigraci¨®n de la periferia hacia el centro, y otro, de signo inverso, de financiaci¨®n del centro hacia la periferia.
Hay que preguntarse si la moneda ¨²nica se convertir¨¢ en una camisa de fuerza para algunos pa¨ªses
Nos asusta pensarlo, pero no es un escenario descabellado. La historia nos dice que es posible. Fue el resultado de alguno de los procesos de integraci¨®n monetaria asociados a la construcci¨®n de los Estados-naci¨®n del siglo XIX. Para no poner el caso espa?ol, el ejemplo quiz¨¢ m¨¢s paradigm¨¢tico fue la unificaci¨®n monetaria italiana. Surgi¨® entonces un desequilibrio permanente entre un norte din¨¢mico y rico y un sur estancado y pobre. Una situaci¨®n que dura hasta el presente.
Dadas las grandes diferencias de competitividad entre las econom¨ªas de los pa¨ªses que formaron la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria, el riesgo de que el euro provocase la italianizaci¨®n de la UE estaba, aunque durmiente, desde su puesta en marcha. Pero la forma como se est¨¢ gestionando la crisis de la deuda p¨²blica europea, surgida (?no lo olvidemos!) a ra¨ªz de la crisis financiera de 2008, hace ahora m¨¢s probable ese riesgo.
Como estamos viendo, la pol¨ªtica de austeridad compulsiva y generalizada no es el camino para la recuperaci¨®n de la confianza, como sostienen sus defensores; es el atajo que lleva a la recesi¨®n. Las medidas adicionales que est¨¢n forzando Merkel-Sarkozy, como la llamada regla de oro del d¨¦ficit cero, har¨¢n que esa recesi¨®n se convierta en un semiestancamiento prolongado y elevado paro para los pa¨ªses sobreendeudados.
Humildemente, sugerir¨ªa que los pol¨ªticos europeos estuviesen obligados a estudiar un curso r¨¢pido de historia econ¨®mica y financiera, aunque fuese por Internet. De esa forma conocer¨ªan cu¨¢les fueron en el pasado los malos efectos de las bienintencionadas reglas de oro, incluido el sistema patr¨®n oro.
La austeridad y esas reglas, unidas a la imposibilidad de ganar competitividad mediante la devaluaci¨®n al estar en el euro, son una camisa de fuerza sobre las econom¨ªas sobreendeudadas. En esa situaci¨®n, ganar competitividad es como pretender ganar una carrera de velocidad con los pies atados. Ante esta limitaci¨®n objetiva, la ret¨®rica del sacrificio que piden las ¨¦lites a?ade injuria al dolor de los que ya sufren la crisis.
Si no se cambian esas pol¨ªticas, el euro no ser¨¢ camino de progreso, sino instrumento de servidumbre para los pa¨ªses d¨¦biles. ?Qu¨¦ hay que hacer para evitarlo? Tres cosas fundamentales, adem¨¢s de algunas otras en las que no entro aqu¨ª.
En primer lugar, las econom¨ªas centrales del euro han de suministrar primeros auxilios a las econom¨ªas m¨¢s da?adas por el sobreendeudamiento y la crisis. Dado que estas econom¨ªas tienen el consumo interno deprimido, no pueden devaluar y han de practicar necesariamente la austeridad p¨²blica, los primeros auxilios han de venir del impulso de la demanda interna de las econom¨ªas centrales. Eso permitir¨¢ abrir una ventana a las exportaciones de las econom¨ªas d¨¦biles y reducir su d¨¦ficit comercial. De esa forma se lograr¨¢ la estabilidad presupuestaria, el crecimiento y el pago de la deuda.
En segundo lugar, las econom¨ªas m¨¢s d¨¦biles han de poner cura a su baja competitividad. Eso requiere reformas no solo laborales y financieras, sino tambi¨¦n la liberalizaci¨®n de muchas actividades protegidas que encarecen el coste de vida y perjudican la competitividad del conjunto de la econom¨ªa.
Pero la competitividad no solo se alimenta de reformas. Son necesarias tambi¨¦n pol¨ªticas. Por un lado, una nueva pol¨ªtica industrial (o como cada uno quiera llamarla) de car¨¢cter estrat¨¦gico. Por otro, una pol¨ªtica fiscal que incentive a las pymes a aumentar su tama?o y su internacionalizaci¨®n, aspecto olvidado aunque fundamental para entender la baja productividad espa?ola. Y una pol¨ªtica que fomente la cooperaci¨®n entre las empresas y los centros de investigaci¨®n, de tal forma que se puedan crear sinergias entre recursos que ya tenemos para generar un conocimiento ¨²til que impulse la innovaci¨®n y la competitividad.
En tercer lugar, hay que crear un clima social favorable al cambio. Sin ¨¦l, las reformas se encontrar¨¢n con resistencias que limitar¨¢n su eficacia transformadora. Sin embargo, ese clima necesita algo m¨¢s que pedagog¨ªa del sacrificio y voluntad pol¨ªtica, como insistentemente reclaman las ¨¦lites financieras y empresariales espa?olas. Requiere confianza en un reparto equitativo de los costes de la crisis. Pero hay que reconocer que algunos comportamientos de nuestras ¨¦lites financieras no son el mejor caldo de cultivo de esa confianza social en el cambio.
Para resumir. Probablemente el euro fue un error, dadas las tremendas diferencias en competitividad existentes entre las econom¨ªas del euro. Pero, en todo caso, como dice el profesor Antonio Torrero, fue un "error inevitable", dado el clima generalizado de confianza financiera excesiva en el que naci¨® y creci¨® el euro.
Ahora se trata de no comportarse como avestruces y tener la valent¨ªa moral de atrevernos a pensar lo impensable: la posibilidad de que unas malas pol¨ªticas puedan provocar o la ruptura del euro o una Uni¨®n con un norte y un sur permanentemente enquistados. El pensarlo nos ayudar¨¢ a evitarlo.
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