Safari, SA
Las empresas que organizan viajes cineg¨¦ticos tambi¨¦n sufren los efectos de la crisis
Un rifle Mannlicher del calibre 416. El dedo sintiendo el acero fr¨ªo del gatillo. Un disparo. El retroceso. Una bala enorme ¡ªtres veces la de un fusil de asalto¡ª que se desplaza a 700 metros por segundo. Un topetazo brutal. Un elefante que se desploma contra los altos pastos, como si la gravedad le quisiera arrastrar al centro de la Tierra. El silencio. Y despu¨¦s, la algarab¨ªa de los cazadores, acompa?antes y guardas. Estas im¨¢genes resumen los 0,125 segundos que ha tardado la bala en golpear al animal. El disparo se ha hecho a una distancia de 100 metros. Y ese es el ¨ªnfimo tiempo que separa la vida de la muerte. Y tambi¨¦n, el sentido de un sector, el de los safaris, que tiene adeptos, pero cada vez m¨¢s detractores, en un pa¨ªs como Espa?a, donde existe casi un mill¨®n de cazadores y 398.000 licencias federativas y que hasta el accidente del Rey hab¨ªa logrado vivir de puntillas.
Antes de la crisis, los espa?oles eran los segundos mayores viajeros cineg¨¦ticos (despu¨¦s de los estadounidenses) del mundo. Hoy ese puesto, dicen en el sector, corresponde a los mexicanos. A pesar de ello, todav¨ªa hay cien cazadores de nuestro pa¨ªs que todos los a?os abaten, por ejemplo, elefantes. Y no resulta precisamente barato derribar este proboscidio: cuesta unos 50.000 d¨®lares (38.00 euros), indica Juan Gustavo Ram¨®n, director de Sedna Safaris. Pero no es el m¨¢s caro. Los safaris de 21 d¨ªas, en los que se dispara contra leones, leopardos, b¨²falos, cocodrilos, hipop¨®tamos y ant¨ªlopes ocupan el primer puesto. O sea, lo que se llama los cinco grandes (leopardo, le¨®n, elefante, b¨²falo y rinoceronte). El precio ronda los 100.000 d¨®lares (76.300 euros).
En el d¨ªa a d¨ªa, la industria de los safaris est¨¢ dibujada por dos elementos: los operadores locales (outfitter), quienes se encargan de organizar las cacer¨ªas en el pa¨ªs de destino, y los agentes (bookings agencies), que act¨²an como consultoras cineg¨¦ticas y a trav¨¦s de los cuales el cazador contrata la batida en el extranjero. En Espa?a existen multitud de empresas peque?as y grandes (hasta El Corte Ingl¨¦s tiene su ¨¢rea de viajes de caza), en las que encontramos firmas muy conocidas para el iniciado, como De On¨ªs Safari, Sunfox o Safari Headlands.
Las escopetas que hab¨ªan surgido al calor del boom del ladrillo han desaparecido despu¨¦s del estallido de la burbuja inmobiliaria
En el exterior, "la p¨¦rdida del cliente que proced¨ªa del mundo inmobiliario se ha dejado sentir", reflexiona el due?o de una empresa de safaris con m¨¢s de 25 a?os en el sector, a lo que se suma la desaparici¨®n de una cierta "clase media de la escopeta", que antes cazaba fuera y que ahora ha dejado de hacerlo. Estos ¨²ltimos se gastaban entre 8.000 y 10.000 euros en una cacer¨ªa. Y ?qui¨¦nes les sustituyen? Pues eso que llaman en este mundo "los cazadores de toda la vida", aficionados de "mayor poder adquisitivo, as¨ª como los clientes internacionales", apunta Carlos Mas, fundador de Carlos Mas Safaris. De cualquier manera, "la tarta del negocio con la crisis se ha reducido de una forma espantosa y las empresas que mejor se defienden son las muy especializadas, que tienen un cliente de alto poder adquisitivo", comenta uno de los principales actores de este sector.
El nuevo mundo econ¨®mico aporta tambi¨¦n nuevos clientes a los safaris. Rusos, turcos, chinos, h¨²ngaros, polacos... Los cazadores de estos pa¨ªses est¨¢n tirando del sector en un momento en el que hay una fuerte pelea en precios y destinos. Un safari de iniciaci¨®n (dura cuatro d¨ªas y se abaten cuatro piezas distintas) se puede contratar a partir de 3.000 euros. Otras cazas tambi¨¦n tienen precios asequibles para los baremos de este sector. Un rebeco en Francia cuesta 2.500 euros, apunta Jordi Figarolas, due?o de la peque?a firma Aventure Bor¨¦ale. "Trabajamos en pa¨ªses donde hay una normativa interna seria de protecci¨®n y conservaci¨®n de la fauna", apostilla. Por su parte, abatir un urogallo (que tiene consideraci¨®n de caza mayor) en el norte de Europa oscila entre 2.000 y 3.000 euros. "Es m¨¢s barato cazar fuera de Espa?a que dentro", dice Figarolas.
Aunque de entre todos los destinos posibles tal vez sea Sud¨¢frica el que en los ¨²ltimos a?os est¨¢ ganando la pelea. En la zona del Cabo Oriental se encuentra Lanka Safaris, una empresa familiar que lleva 15 a?os en esta actividad y que est¨¢ participada por el cazador espa?ol Ignacio Sobrino. El ¨¢rea de caza que explota Sobrino se divide en dos fincas de 7.500 y 5.500 hect¨¢reas. Linces, ant¨ªlopes, zorros, cebras, monos, ¨®rix y facocheros (una especie de jabal¨ª) son algunas de las piezas sobre las que disparan sus clientes, "b¨¢sicamente espa?oles", admite Sobrino. "Un tipo de cazador de natural ansioso, que le gusta conseguir muchas piezas y que hasta la llegada de la crisis se gastaba bastante dinero". ?Cu¨¢nto? Entre 4.000 y 12.000 euros.
Por tanto, Sud¨¢frica se ha convertido en uno de los lugares favoritos de los cazadores y aunque la experiencia sea "menos real" (est¨¢ todo m¨¢s "estabulado", por usar un t¨¦rmino cineg¨¦tico) para cazar que en otros pa¨ªses de ?frica, tambi¨¦n ofrece mayores comodidades en el alojamiento y en los servicios. Desde el tracker (pistero), que se encarga de encontrar a los animales vivos o heridos, hasta el skinner (desollador), pasando por c¨¢maras frigor¨ªficas para las piezas, lavander¨ªa, cocina o bar.
Un viaje de 21 d¨ªas para cazar los cinco grandes (leopardo, le¨®n, elefante, b¨²falo y elefante) cuesta cerca de 76.000 euros
En la realidad, los safaris son una especie de microcosmos en el que impera su particular filosof¨ªa, muy lejos de aquel esp¨ªritu, si se quiere rom¨¢ntico, de cazadores m¨ªticos como Finch-Hutton o Blixen (retratados en la novela Memorias de ?frica por Isak Dinesen; ya saben: "Yo ten¨ªa una granja en ?frica, al pie de las colinas de Ngong"). Ahora los animales salvajes tambi¨¦n se han incorporado (o mejor dicho, los han incorporado) al juego del dinero y tienen que salir rentables. "Las fuerzas del mercado son esenciales para la supervivencia de las especies", afirmaba, reformulando a Darwin, el paleoantrop¨®logo nacido en Kenia Richard Leakey, quien fuera en su d¨ªa un ac¨¦rrimo opositor a la caza.
Un ejemplo de esta mirada reside en el ¨¦xito de la caza de ant¨ªlopes que relataba hace pocos d¨ªas el peri¨®dico econ¨®mico sudafricano Financial Mail. En 1960 hab¨ªa tres ranchos en el pa¨ªs africano dedicados a esta explotaci¨®n cineg¨¦tica, ahora hay m¨¢s de 9.000. El responsable de este boom ha sido la llegada de cazadores extranjeros, sobre todo alemanes, americanos y espa?oles. De hecho, seg¨²n los investigadores Peter Lindsey, Pierre-Armand Roulet y Stephanie Roma?ach, en 2007 el 8% de los cazadores for¨¢neos eran espa?oles, frente a un 5% de alemanes y el 57% de estadounidenses.
Es m¨¢s, seg¨²n los datos m¨¢s actualizados que maneja la Administraci¨®n sudafricana, cada cazador extranjero gast¨® entre marzo de 2006 y el mismo mes de 2007 una media de 11.800 euros diarios. Esto supone 14 veces m¨¢s que lo que deja un turista normal que accede al pa¨ªs por avi¨®n. Otros datos muestran la pujanza del sector. En ese lapso de tiempo, Sud¨¢frica recibi¨® 16.394 cazadores for¨¢neos, que al menos se gastaron 194 millones de euros.
Desde luego, la caza es una industria proc¨ªclica en todo el mundo. Se mueve en funci¨®n de los flujos econ¨®micos, al igual que otros muchos ¨¢mbitos. Por eso, "el sector est¨¢ perdiendo negocio debido a la crisis econ¨®mica mundial", confirma Almut Kronsbein, director ejecutivo de la Asociaci¨®n del Cazador Profesional de Namibia (NAPHA, seg¨²n sus siglas en ingl¨¦s), una de las m¨¢s influyentes de ?frica. Entonces, ?c¨®mo ser¨¢ el futuro de los safaris? Espa?a, como hemos visto, ha perdido esa clase media que viajaba por cazar y ahora solo quedan las escopetas m¨¢s pudientes. En esos privilegiados econ¨®micos y en los clientes extranjeros tienen puestas sus esperanzas los safaris.
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