La Espa?a del ¡®tupper¡¯
Los mercados no funcionan y el sistema pol¨ªtico no corrige sus fallos
Termina un mes de agosto en el que los mercados han dado un respiro a la econom¨ªa espa?ola, que previamente sospechaban pocos. Afortunadamente. Pero los problemas cotidianos de los ciudadanos siguen todos en carne viva. Cualquier joven que haya terminado su carrera universitaria en junio se pondr¨¢ estos d¨ªas a buscar trabajo en medio de una coyuntura deprimida, conociendo que uno de cada dos no lo encontrar¨¢. El que tenga suerte y logre empleo sabe que, a pesar de ser afortunado, su sueldo ser¨¢ probablemente decepcionante, a menudo tan bajo que tendr¨¢ que continuar viviendo en casa de sus padres. Ni rastro de la posibilidad de emancipaci¨®n.
Esos mismos padres, que tanto se inquietan por el futuro de sus descendientes, tienen sus propios problemas y est¨¢n angustiados por su futuro: ?acabar¨¢n perdiendo sus viviendas al no poder pagar la hipoteca?, ?se les forzar¨¢ a jubilarse anticipadamente?, ?ser¨¢n despedidos?, ?ser¨¢n v¨ªctima de uno de esos expedientes de regulaci¨®n de empleo con las condiciones que aparecen en la reforma laboral por la que F¨¢tima B¨¢?ez pasar¨¢ a la historia?, ?encontrar¨¢n un puesto de trabajo de nuevo, en lo suyo o en otra cosa, con 40, 50 o 60 a?os de edad?, ?conseguir¨¢n salir del paso con un seguro de desempleo demediado y con sus ahorros de toda la vida (la mayor parte apostados en la vivienda), enormemente depreciados tras cinco a?os de Gran Recesi¨®n?
Empieza a ser un espejismo aquello de que cuando los mayores llegan al ocaso pueden disponer del sue?o de una jubilaci¨®n c¨®moda
?Qui¨¦n no piensa en estas cosas? ?Qui¨¦n va a consumir con normalidad en esta econom¨ªa del miedo? Esos mismos padres piensan que en caso de dificultades no podr¨¢n recurrir, como en otras coyunturas recientes y menos preocupantes, a sus hijos para que los ayuden. Ni viceversa: los hijos no podr¨¢n acudir a ellos. Quiz¨¢ tengan que vivir, unos y otros, de las pensiones de los abuelos (ya hay m¨¢s de 400.000 hogares en Espa?a donde ello sucede), unas pensiones p¨²blicas congeladas o en peligro de reducci¨®n, como defienden que hay que hacer con ellas muchos sabios de organismos internacionales o de algunos think tanks espa?oles, casi siempre financiados o influidos por la banca y las grandes empresas. Y los planes de pensiones privados, aquellos que eran la gran esperanza blanca de esos mismos sabios, en continuas p¨¦rdidas a?o tras a?o. Goteando a la baja. Empieza a ser un espejismo aquello de que cuando los mayores llegan al ocaso pueden disponer del sue?o de una jubilaci¨®n c¨®moda.
Adem¨¢s, hay continuos recortes en la educaci¨®n y en la sanidad. La Espa?a del tupper se hace muy visible. El Estado de bienestar, la mejor utop¨ªa factible de la humanidad, retrocede no solo por las condiciones demogr¨¢ficas objetivas, sino por decisiones pol¨ªticas objetables. Se multiplica la desigualdad de oportunidades y de resultados. El Nobel de Econom¨ªa Joseph Stiglitz, en su ¨²ltimo y glorioso libro (El precio de la desigualdad, Taurus), subraya una triple opini¨®n creciente entre los ciudadanos ante estas condiciones desfavorables: que los mercados no funcionan como tendr¨ªan que hacerlo, ya que no son ni eficientes ni transparentes; que el sistema pol¨ªtico no est¨¢ corrigiendo los fallos del mercado; y que, por ello, los sistemas pol¨ªtico y econ¨®mico son fundamentalmente injustos. Todo ello multiplica la desafecci¨®n que desde hace tiempo ponen de manifiesto los sondeos de opini¨®n.
?Ha habido alguna reflexi¨®n p¨²blica sobre todas estas cuestiones en las continuas intervenciones de los gobernantes? Las medidas tomadas en los Consejos de Ministros enfatizan las soluciones para la salud del sistema financiero, en la correcci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico, en los desajustes en la sanidad, en las subidas de impuestos m¨¢s regresivas... Pero ocho meses despu¨¦s de la llegada del PP a La Moncloa no hay ni rastro de una estrategia generadora de crecimiento. Todo se deja para m¨¢s adelante. ?Incapacidad o decisi¨®n ideol¨®gica? A quienes en el abismo de la Gran Depresi¨®n de los a?os treinta del siglo pasado defend¨ªan que las fuerzas del mercado acabar¨ªan prevaleciendo y devolviendo la econom¨ªa a la prosperidad, Keynes les respondi¨® aquello tan sabido: que quiz¨¢ fuese as¨ª, pero lo seguro era que a largo plazo todos estar¨ªamos muertos. La cuesti¨®n es durante cu¨¢nto tiempo se pueden sostener pol¨ªticas que no producen mejoras palpables y que son rechazadas de forma mayoritaria por los ciudadanos.
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