La ceguera de nuestras ¨¦lites
El euro est¨¢ dejando de ser esperanza en un mundo mejor para la mayor¨ªa de los europeos
A estas alturas de la pel¨ªcula de la crisis que estamos padeciendo, dos cosas son evidentes, al menos para aquellas personas pragm¨¢ticas que, para formar su juicio sobre la realidad, miran los datos sin dejarse llevar por prejuicios ideol¨®gicos.
La primera es que las pol¨ªticas de austeridad no funcionan como v¨ªa para salir de la crisis, ni tampoco para el objetivo de reducci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico. Al contrario, empeoran ambas cosas. Todos los pa¨ªses del euro que se han visto obligados a tomar dosis fuertes de austeridad est¨¢n peor que al principio. Y aquellos otros que han tomado dosis m¨¢s suaves tampoco est¨¢n mejor. Este resultado es coherente con lo que nos dice el mejor conocimiento econ¨®mico existente sobre los efectos de la austeridad practicada a lo largo del siglo pasado.
La segunda es que la austeridad empeora la salud social y pol¨ªtica de los pacientes, generando fracturas de la cohesi¨®n social y quebrantos pol¨ªticos. Portugal es un buen espejo. Su experiencia con la austeridad muestra que da lo mismo ser mal que buen alumno: los resultados son siempre malos. Despu¨¦s de a?o y medio de soportar estoicamente una austeridad salvaje para no caer en el estigma griego y con la esperanza de que valdr¨ªa de algo, ese hilo de esperanza se rompi¨® cuando, el 7 de septiembre, el Gobierno anunci¨® una nueva vuelta de tuerca, con una reducci¨®n lineal de siete puntos de los salarios para transferirlos a las empresas. La medida fue vista por todos como socialmente injusta y econ¨®micamente ineficaz. Los ciudadanos rompieron su estoicismo y salieron masivamente a la calle. El Gobierno, aunque en pie, ha quedado noqueado y forzado a volver sobre sus pasos.
Ustedes me dir¨¢n: si esto es tan evidente, ?por qu¨¦ las ¨¦lites pol¨ªticas, empresariales y altos funcionarios que nos gobiernan no lo ven? Por ceguera. Aunque les sorprenda, no son capaces de captar lo que est¨¢ ocurriendo, no logran advertir las consecuencias sociales y pol¨ªticas.
Las pol¨ªticas de austeridad no funcionan para salir de la crisis, ni para reducir el d¨¦ficit
La ceguera de las ¨¦lites europeas para ver que las pol¨ªticas econ¨®micas tienen l¨ªmites sociales y pol¨ªticos no es algo nuevo. Ya ocurri¨® dos veces a lo largo del siglo pasado, con el resultado de dos conflictos dram¨¢ticos.
Las causas de la actual ceguera de nuestras ¨¦lites no son las mismas para todos los grupos que la forman. Es posible identificar cuatro grupos.
En el primero, formado por la ¨¦lite pol¨ªtica econ¨®mica europea, la causa de su ceguera es de tipo ideol¨®gico. El ejemplo de David Cameron es ilustrativo. Reino Unido no necesitaba austeridad, y al no estar en el euro tampoco se le pod¨ªa obligar. La austeridad fue una elecci¨®n pol¨ªtica. Lo mismo ha ocurrido con otros Gobiernos. Algunos, como los nuestros, decidieron suprimir impuestos como el de patrimonio, aun cuando eso iba a empeorar las cuentas p¨²blicas. La defensa de la opci¨®n de la austeridad por esta ¨¦lite viene favorecida al no verse afectados en su vida cotidiana por sus consecuencias.
Hay un segundo grupo cuya ceguera tiene causa en la pereza burocr¨¢tica y en la falta de coraje intelectual para pensar por su cuenta. En este grupo est¨¢n muchos expertos y los altos funcionarios de Bruselas, del BCE y del FMI, que forman la troika que vigila el cumplimento de la austeridad. Si al menos leyesen los informes y estudios que publica el propio FMI, o cambiar¨ªan de opini¨®n o pedir¨ªan ser relevados de esa funci¨®n. ?Han escuchado que la austeridad haya afectado a los sueldos de esta ¨¦lite burocr¨¢tica?
Estos dos grupos acostumbran a defender la continuidad de la austeridad con el argumento de que es necesario seguir tomando la medicina amarga para que finalmente cure la enfermedad. Se parecen al m¨¦dico que despu¨¦s de meses y meses de aplicar una medicina inadecuada, cuando el paciente muere dice: ¡°?Qu¨¦ pena!, si hubiese aguantado un mes m¨¢s se hubiese curado¡±.
Un tercer grupo est¨¢ formado por empresarios sometidos a la competencia internacional. L¨®gicamente viven obsesionados por la competitividad. Pero algunos solo ven su mejora en la reducci¨®n de los costes laborales y sociales, olvidando que el verdadero camino hacia la competitividad sostenible son las mejoras de productividad.
Finalmente, existe un cuarto grupo formado especialmente por las ¨¦lites financieras y de las grandes corporaciones. Su ceguera es debida a intereses de grupo y a falta de empat¨ªa con el resto de ciudadanos. Se ven como ciudadanos de un mundo globalizado que han roto toda relaci¨®n emocional con las clases medias y trabajadoras nacionales. Son las que m¨¢s ansiedad muestran por la renuencia del presidente Mariano Rajoy a pedir el rescate. Posiblemente porque tienen la seguridad de que ellos no pagar¨¢n las condiciones.
Todas estas ¨¦lites han roto los lazos emocionales con las clases medias y trabajadoras, y ya no se ven compartiendo un futuro com¨²n. Esta ruptura psicol¨®gica provoca ceguera respecto a las consecuencias de unas pol¨ªticas que derrumban la esperanza de la mayor¨ªa de la gente en el futuro. Adam Smith, el padre fundador de la ciencia econ¨®mica, habl¨® de la importancia del ¡°principio de simpat¨ªa¡±. Se refer¨ªa a la necesidad de que cada uno incorporemos en nuestro comportamiento econ¨®mico la felicidad o bienestar de los dem¨¢s. Esta ¡°simpat¨ªa¡± con los otros es el cemento que cohesiona a una sociedad de mercado.
Pero nuestras ¨¦lites no practican ese principio de simpat¨ªa. Los otros le son absolutamente ajenos. Por eso no tienen ning¨²n escr¨²pulo moral en defender la austeridad. Y eso es lo que hace tambi¨¦n que poco a poco el euro est¨¦ dejando de ser un proyecto de esperanza en un mundo mejor para la mayor¨ªa de la poblaci¨®n europea, para convertirse en un objetivo que solo interesa a esas ¨¦lites pol¨ªticas, econ¨®micas y financieras. Hoy por hoy, no hay un inter¨¦s general europeo digno de tal nombre. Y la ceguera de las ¨¦lites europeas impide que emerja.
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