Espa?a, destino tercer mundo
El brusco fin de de un periodo de bienestar que cre¨ªamos eterno. Esta no es una crisis cualquiera, sino una convulsi¨®n social
Se han escrito muchos libros sobre la crisis, y se han quedado viejos antes incluso de que salieran a la venta. El doble error: aplicarse en un optimismo antropol¨®gico basado en la idea de que la historia siempre avanza y evaluar la actual cat¨¢strofe financiera y econ¨®mica como si fuera una crisis c¨ªclica m¨¢s. Los hechos y el agravamiento de la situaci¨®n est¨¢n desmontando ambas falacias.
La confianza hist¨®rica en el progreso de la humanidad, con breves recesos, est¨¢ instalada en la conciencia colectiva. Y se ha trasladado a la econom¨ªa por inercia. Nada m¨¢s lejos de la realidad. Como parte del llamado mundo desarrollado, los espa?oles hemos vivido entre 40 y 50 a?os de bienestar, una prosperidad in¨¦dita desde el comienzo de los tiempos. Ese periodo de riqueza ha sido la excepci¨®n, y no la regla como nos han hecho creer y hemos aceptado por comodidad.
Esta no es una crisis cualquiera, sino una convulsi¨®n social...
La clase media como cimiento de esa bonanza es un invento reciente. No tiene ni un siglo de existencia. Y lo mismo puede decirse de la mayor parte de los sistemas de asistencia social ¡ªentre ellos, el nuestro¡ª que han permitido la creaci¨®n de esa especie a medio camino entre ricos y pobres en la que se basan las naciones modernas y desarrolladas. Pero, ?en qu¨¦ tablas de la ley est¨¢ escrito que iba a durar siempre? La clase media est¨¢ en peligro de extinci¨®n. Como a los dinosaurios, que antes que ella dominaron la Tierra, un meteorito la puede barrer de muchas partes del planeta donde se cre¨ªa a salvo para siempre, como es el caso de Espa?a. Ll¨¢menle Gran Recesi¨®n, Gran Depresi¨®n o Gran Cataclismo. Lo de menos es el nombre, pero desde luego no se puede decir que sea una crisis m¨¢s. Lo que estamos viviendo s¨®lo en sus albores no tiene parang¨®n hist¨®rico alguno. Ni siquiera la Gran Depresi¨®n de 1929 sirve de referencia. Desgraciadamente, de aquel marasmo se sali¨® gracias a la Segunda Guerra Mundial. No parece previsible que un conflicto b¨¦lico vaya a salvarnos ahora. As¨ª que nadie puede aventurar c¨®mo escaparemos de ¨¦sta.
Espa?a est¨¢ en el centro de esa vor¨¢gine de depresi¨®n econ¨®mica sin salida que amenaza con destruir todos los lazos sociales que dan estabilidad a una naci¨®n y el futuro de varias generaciones.
Aunque el detonante ha sido el estallido de la burbuja inmobiliaria, la verdadera causa de que Espa?a haya ca¨ªdo en un pozo cuyo fondo no hemos tocado y, peor a¨²n, no se perfile ninguna escapatoria, es que no producimos ya nada. En los ¨²ltimos 30 a?os, hemos asistido a un escrupuloso proceso de desmontaje de toda nuestra industria (y de la agricultura) como paladines de la globalizaci¨®n. Algo que todos los pa¨ªses occidentales sufren, pero que ninguno ha celebrado como el nuestro. Todo lo que consumimos viene de mercados ex¨®ticos, de China, India, Bangladesh, Vietnam, Egipto¡
¡°Espa?a est¨¢ abocada a una suspensi¨®n de pagos y a una quita¡±
Hemos creado una sociedad low cost (bajo coste), de todo a un euro, productos baratos, vuelos baratos, viajes baratos. Arropados por la fortaleza de la moneda ¨²nica, y cumplido el sue?o de firmar una hipoteca por encima de nuestras posibilidades, los espa?oles nos hemos dedicado a viajar por los rincones del mundo, a comprarnos el ¨²ltimo smartphone, a llenar las autopistas de 4x4¡ Ese espejismo de nuevos ricos sin ocupaci¨®n alguna se ha esfumado, y ahora nos damos cuenta de que nos estamos convirtiendo en un pa¨ªs low cost, con sueldos low cost, sanidad y educaci¨®n low cost, que camina indefectiblemente hacia la penuria. Un pa¨ªs de camareros, guardias de seguridad, funcionarios y alba?iles en paro, cuyas generaciones futuras ya no van a viajar sino a emigrar. Y no van a vivir peor que sus padres, como ha acu?ado el eslogan. Con suerte, van a sobrevivir como sus abuelos.
Los mercenarios del optimismo, como yo les llamo porque trabajan a sueldo de los que verdaderamente mandan y han arruinado al pa¨ªs, les han estado contando, y a¨²n hoy lo siguen haciendo con total impunidad, que de ¨¦sta tambi¨¦n saldremos. Y claro que vamos a salir, pero empobrecidos hasta unos niveles que no se recuerdan desde los a?os 50, con varias generaciones perdidas, trabajo escaso y mal pagado, y unos jubilados que van a ver esfumarse sus cotizaciones y s¨®lo podr¨¢n aspirar a pensiones m¨ªnimas de caridad.
Pese a los mensajes tranquilizadores de los pol¨ªticos y los medios de comunicaci¨®n c¨®mplices, el sistema financiero espa?ol est¨¢ quebrado, con un nivel de endeudamiento brutal, tanto p¨²blico como privado. Ni la Uni¨®n Europea, ni el Fondo Monetario internacional, ni el Banco Central Europeo, ni Alemania pueden engullir una deuda de 2,4 billones de euros para salvarnos. Espa?a como pa¨ªs est¨¢ abocada a la suspensi¨®n de pagos, y a una quita sobre la astron¨®mica deuda que ha colocado en los mercados internacionales en forma de letras, bonos y obligaciones y que es imposible devolver. Otros pa¨ªses lo hicieron antes como Tailandia, Rusia o Argentina.
El problema es que ninguno de ellos estaba sometido a una moneda com¨²n como el euro. Y es que el siguiente e ineluctable paso al default es la salida del euro y la vuelta a la moneda nacional, la peseta (o como quieran denominarla). Ese proceso puede pasar a su vez necesariamente por la palabra que m¨¢s aterroriza a los ciudadanos: el corralito. Tarde o temprano, el Gobierno deber¨ªa decretar una restricci¨®n de los fondos que se pueden retirar de los bancos. Inmediatamente despu¨¦s (o al mismo tiempo), decretar¨ªa una medida a¨²n m¨¢s desastrosa para los ahorradores: el corral¨®n. Fijar¨ªa un cambio obligatorio entre el euro y la nueva moneda nacional con una devaluaci¨®n que puede alcanzar e incluso superar el 50%. Autom¨¢ticamente, los fondos depositados en las entidades financieras se convertir¨¢n en pesetas. Y de un plumazo, los depositantes perder¨¢n hasta la mitad de sus ahorros.
¡°Somos un pa¨ªs low cost, con sueldos, sanidad y educaci¨®n low cost¡±
Ya ocurri¨® en Argentina en 2001 que adopt¨® de forma suicida el d¨®lar como moneda nacional con la misma ligereza que nosotros nos pasamos al euro. La argentinizaci¨®n de Espa?a es hoy una realidad. Los j¨®venes preparados tienen como ¨²nica salida la emigraci¨®n; el resto, es carne de ca?¨®n de las villas-miseria que se est¨¢n levantando a las afueras de nuestras ciudades. Los trabajadores ¡ªlos que tienen un empleo y los que lo buscan¡ª van camino de convertirse en lumpen, sin conciencia de clase, con salarios de supervivencia, predestinados a jubilaciones con pensiones asistenciales.
Espa?a est¨¢ ya inmersa en un retroceso de sus condiciones de bienestar que nos va a devolver a los est¨¢ndares de los llamados pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, ese eufemismo empleado para definir a las sociedades que viven en un clima de penuria general y desigualdad, en donde s¨®lo unos pocos se benefician de los periodos de crecimiento. No es nada nuevo. As¨ª subsisten desde siempre millones de latinoamericanos, norteafricanos o asi¨¢ticos. Y as¨ª viv¨ªamos los espa?oles en los a?os 40 y en los 50.
Y frente a lo que pueda pensarse, vamos a sufrir ese empobrecimiento con resignaci¨®n, porque, parad¨®jicamente, ese periodo de bienestar nos ha vacunado contra la revoluci¨®n, nos ha desarmado para oponer resistencia frente a los poderes establecidos. ?ste es un libro que pinta un futuro triste y no cree que haya escapatoria alguna. Por eso, no se lo recomiendo a optimistas o a votantes de partidos mayoritarios. Si acaso va dirigido a alg¨²n otro lector inquieto, harto de leer las mentiras patrocinadas que le han estado contando los diarios durante tantos a?os.
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