En busca del ¡®se?or Buendolor¡¯
Hace tres a?os, a la pol¨ªtica econ¨®mica le sucedi¨® algo terrible, tanto en Estados Unidos como en Europa. Aunque lo peor de la crisis financiera hab¨ªa pasado, la econom¨ªa en ambos lados del Atl¨¢ntico segu¨ªa deprimida y con un paro muy elevado. Pero la ¨¦lite pol¨ªtica del mundo occidental decidi¨® en bloque por alg¨²n motivo que el paro ya no era un problema crucial y que reducir los d¨¦ficits presupuestarios deb¨ªa ser la prioridad absoluta.
En varias columnas recientes he sostenido que, de hecho, la preocupaci¨®n por el d¨¦ficit se ha exagerado y he documentado los intentos cada vez m¨¢s desesperados de los cascarrabias del d¨¦ficit por mantener vivo el miedo. Hoy, sin embargo, me gustar¨ªa hablar de una clase de desesperaci¨®n diferente pero relacionada: los fren¨¦ticos esfuerzos por encontrar alg¨²n ejemplo, en alg¨²n lugar, de pol¨ªticas de austeridad que hayan tenido ¨¦xito. Porque los defensores de la austeridad fiscal ¡ªlos austerianos¡ª, adem¨¢s de amenazarnos, han hecho promesas: la austeridad, afirmaban, evitar¨ªa la crisis y conducir¨ªa a la prosperidad.
Y que nadie acuse a los austerianos de carecer de romanticismo; de hecho, llevan a?os buscando al se?or Buendolor.
La b¨²squeda empez¨® con un apasionado romance entre los austerianos y la Rep¨²blica de Irlanda, que recurri¨® a los recortes dr¨¢sticos del gasto poco despu¨¦s de que su burbuja inmobiliaria estallase, y que durante alg¨²n tiempo se puso como ejemplo perfecto de virtud econ¨®mica. Irlanda, aseguraba Jean-Claude Trichet, del Banco Central Europeo, era el modelo para todos los pa¨ªses endeudados de Europa. Los conservadores estadounidenses fueron a¨²n m¨¢s lejos. Por ejemplo, Alan Reynolds, miembro del Instituto Cato, dec¨ªa que las pol¨ªticas de Irlanda mostraban el camino que tambi¨¦n deb¨ªa seguir Estados Unidos.
Los elogios de Trichet se produjeron en marzo de 2010; en aquel momento, Irlanda ten¨ªa una tasa de paro del 13,3%. Desde entonces, cada peque?o repunte de la econom¨ªa irlandesa ha sido acogido como una prueba de que el pa¨ªs se est¨¢ recuperando (pero el mes pasado, el ¨ªndice de desempleo era del 14,6%, tan solo un poco por debajo del m¨¢ximo que alcanz¨® a principios del a?o pasado).
La lecci¨®n es que la doctrina que ha dominado el discurso econ¨®mico de la ¨¦lite es err¨®nea desde todos los puntos de vista
Despu¨¦s de Irlanda le toc¨® a Reino Unido, donde el Gobierno del partido conservador ¡ªal son de las alabanzas de muchos expertos¡ª recurri¨® a la austeridad a mediados de 2010, influido en parte por la creencia de que las pol¨ªticas irlandesas eran un ¨¦xito descomunal. A diferencia de Irlanda, Reino Unido no ten¨ªa necesidad de adoptar medidas de austeridad: como cualquier otro pa¨ªs avanzado que emite deuda en su propia moneda, era y sigue siendo capaz de conseguir pr¨¦stamos a unos tipos de inter¨¦s m¨¢s bajos que nunca. No obstante, el Gobierno del primer ministro David Cameron insisti¨® en que se necesitaba una restricci¨®n fiscal estricta para apaciguar a los acreedores y que esta impulsar¨ªa la econom¨ªa al inspirar confianza.
Lo que realmente se produjo fue un estancamiento econ¨®mico. Antes de su giro hacia la austeridad, Reino Unido se estaba recuperando m¨¢s o menos al mismo ritmo que EE UU. Desde entonces, la econom¨ªa de EE UU ha seguido creciendo, aunque m¨¢s despacio de lo que nos gustar¨ªa; pero la econom¨ªa brit¨¢nica ha estado encallada.
A estas alturas, era de esperar que los defensores de la austeridad se hubiesen planteado la posibilidad de que algo falle en sus an¨¢lisis y recomendaciones pol¨ªticas. Pero no. Han seguido buscando nuevos h¨¦roes y los han encontrado en los peque?os pa¨ªses b¨¢lticos, en Letonia en concreto, un pa¨ªs que domina de manera asombrosa la imaginaci¨®n austeriana.
Bien mirado, esto tiene cierta gracia: las pol¨ªticas de austeridad se han aplicado en toda Europa, pero el mejor ejemplo de ¨¦xito que los austerianos son capaces de encontrar es un pa¨ªs con menos habitantes que, por ejemplo, Brooklyn. Aun as¨ª, el FMI ha publicado hace poco dos informes sobre la econom¨ªa letona, y realmente ayudan a poner en perspectiva esta historia.
Para ser justos con los letones, tienen algo de lo que enorgullecerse. Despu¨¦s de pasar por una recesi¨®n tan grave como la Gran Depresi¨®n, su econom¨ªa ha conocido dos a?os de crecimiento estable y disminuci¨®n del paro. Sin embargo, a pesar de ese crecimiento, solo han recuperado una parte del terreno perdido tanto en relaci¨®n con la producci¨®n como con el empleo (y la tasa de paro sigue siendo del 14%). Si esta es la idea que tienen los austerianos de un milagro econ¨®mico, verdaderamente son hijos de un dios menor.
Ah, y si vamos a invocar la experiencia de los pa¨ªses peque?os como prueba de qu¨¦ pol¨ªticas econ¨®micas funcionan, no olvidemos el verdadero milagro econ¨®mico que es Islandia, que estuvo en el ojo del hurac¨¢n de la crisis financiera pero que, gracias a haber adoptado pol¨ªticas no ortodoxas, se ha recuperado casi por completo.
?Y qu¨¦ lecci¨®n sacamos de la b¨²squeda un tanto pat¨¦tica de ejemplos de ¨¦xito de la austeridad? La lecci¨®n es que la doctrina que ha dominado el discurso econ¨®mico de la ¨¦lite es err¨®nea desde todos los puntos de vista. No solo hemos estado gobernados por el miedo a unas amenazas inexistentes, sino que nos han prometido recompensas que no se han materializado y nunca lo har¨¢n. Es hora de olvidarnos de la obsesi¨®n por el d¨¦ficit y volver a afrontar el verdadero problema, es decir, el de un paro inaceptablemente elevado.
Paul Krugman, premio Nobel en 2008, es profesor de Econom¨ªa en Princeton.
? New York Times Service 2013.
Traducci¨®n de News Clips.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.