Ceguera autoinducida y secretismo
El director de una caja de ahorros me coment¨® que a finales de 2011 hab¨ªa recibido una invitaci¨®n de un colega alem¨¢n para asistir a una reuni¨®n con responsables de cajas de ahorros alemanas. Quer¨ªan que les contase qu¨¦ es lo que se hab¨ªa hecho tan mal en Espa?a para provocar la debacle de una parte considerable del sistema financiero. Quer¨ªan aprender en cabeza ajena y que no les pasase lo mismo.
?Qu¨¦ es lo que se ha hecho tan mal en Espa?a? Ya tenemos un relato de lo sucedido. El periodista ??igo de Barr¨®n lo cuenta en El hundimiento de la banca. Cr¨®nica de c¨®mo gestores, supervisores y pol¨ªticos provocaron la mayor crisis del sistema financiero espa?ol (Catarata). De lectura ¨¢gil y amena, y con un estilo period¨ªstico que le libera de la referencia a fuentes documentales, cuenta lo sucedido desde el inicio de la borrachera inmobiliaria.
El libro intenta dar respuesta a dos cuestiones. La primera es por qu¨¦ el supervisor, el Banco de Espa?a, no actu¨® a tiempo para cortar la mala gesti¨®n, los desmanes y fechor¨ªas que estaban ocurriendo en algunas cajas y bancos. La segunda es por qu¨¦, una vez que la crisis financiera explot¨®, se tard¨® en actuar y se escogi¨® la estrategia de las fusiones, que agrav¨® los problemas.
Esas dos historias son muy ilustrativas. Por razones de espacio me limitar¨¦ en esta ocasi¨®n a hacer alg¨²n apunte sobre la primera cuesti¨®n, dejando para otro momento la segunda.
De Barr¨®n da noticia de la borrachera inmobiliaria, de la negligencia profesional con que actuaron muchos gestores y de las amistades peligrosas que se fueron estableciendo entre banqueros y pol¨ªticos. Pero el verdadero protagonista de su relato es el supervisor, el Banco de Espa?a. De Barr¨®n es inmisericorde, tach¨¢ndolo de ser un ¡°supervisor incapaz de corregir el rumbo¡±.
Lo intrigante de esta conducta es que no puede ser atribuida a que careciese de informaci¨®n de que algo estaba funcionando mal. De Barr¨®n cuenta c¨®mo los inspectores del Banco de Espa?a, que tienen la funci¨®n de la supervisi¨®n in situ, dentro de las propias instituciones, avisaron del mal rumbo que estaban tomando algunas instituciones. Y de c¨®mo, frustrados por no ser escuchados dentro del Banco de Espa?a, elevaron sus avisos al ministro de Econom¨ªa de la ¨¦poca, Pedro Solbes.
A pesar de esos avisos, la direcci¨®n de supervisi¨®n y la Comisi¨®n Ejecutiva del Banco de Espa?a mantuvieron una conducta complaciente que les llev¨® a sostener que el sistema financiero espa?ol era el m¨¢s solvente. Personaliza esa complacencia en los dos gobernadores que lidiaron con la burbuja y la crisis, Jaime Caruana y Miguel Fern¨¢ndez Ord¨®?ez.
?C¨®mo explicar esta complacencia del supervisor? De Barr¨®n parece inclinarse por la hip¨®tesis de que fue para no contrariar a los Gobiernos de turno, el de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y el Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. Pero esa complacencia puede tener otro origen. Puede haber sido el resultado de una ceguera inducida por una determinada ideolog¨ªa econ¨®mica.
Vale la pena tomar en consideraci¨®n esta hip¨®tesis para no autoflagelarnos demasiado creyendo que solo nos pas¨® a nosotros. Vean este comentario sacado de las memorias del presidente en aquel momento de la Reserva Federal (Fed), el banco central de EE UU, Alan Greenspan: ¡°Al asumir el cargo me esperaba una agradable sorpresa. Sab¨ªa por mis contactos con miembros de la plantilla de la Fed (¡) lo muy cualificados que estaban. De lo que no hab¨ªa sido consciente era de la orientaci¨®n pro libre mercado del personal que caracterizaba (¡) a la Divisi¨®n de Supervisi¨®n y Regulaci¨®n bancaria¡±.
Fue la creencia acr¨ªtica de muchos supervisores en la capacidad de los mercados financieros para gestionar el riesgo y asignar eficientemente los recursos de capital lo que les hizo complacientes y arrogantes. Y lo que provoc¨® una ceguera autoinducida.
Aunque los financieros y economistas parecen ser m¨¢s propensos a padecer cegueras de este tipo, es un problema muy humano. Es una manifestaci¨®n de lo que los psic¨®logos llaman ¡°disonancia cognitiva¡±, la conducta consistente en no querer ver todo aquello que de ser visto nos obligar¨ªa a cambiar nuestras creencias m¨¢s profundas.
Es una ceguera dif¨ªcil de diagnosticar. No imagino c¨®mo hacer un examen de ceguera ideol¨®gica a los supervisores. Ante la imposibilidad de un examen de este tipo, y a la vista de lo sucedido, vale la pena revisar los procedimientos que regulan las relaciones internas entre inspectores y supervisores. Es necesario acabar con el secretismo de las decisiones del supervisor y dar un mayor papel a los inspectores. Lo ha recomendado tambi¨¦n la Comisi¨®n Europea y el FMI. Y en eso anda el Banco de Espa?a, aunque parece que continua la gre?a interna entre inspectores y reguladores.
Pero quiz¨¢ no sea suficiente con cambiar los procedimientos, acabar con el secretismo y m¨¢s transparencia. El ¨¦xito de Canad¨¢, pa¨ªs en que no quebr¨® ning¨²n banco, parece ser debido a que el supervisor at¨® en corto a la banca limitando su capacidad de endeudamiento y sus operaciones. Quiz¨¢ por eso, su gobernador, a pesar de no ser ingl¨¦s, acaba de ser nombrado por David Cameron para dirigir el Banco de Inglaterra.
En todo caso, esta ceguera autoinducida no explica la segunda cuesti¨®n que relata De Barr¨®n en su libro: por qu¨¦ el Banco de Espa?a y el Gobierno esperaron tanto para afrontar el problema y por qu¨¦ se opt¨® por unas fusiones equivocadas y la bancarizaci¨®n de las cajas. Una estrategia que agrav¨® los problemas y llev¨® a la privatizaci¨®n de las cajas. Quiz¨¢ detr¨¢s de esta opci¨®n haya una ceguera y un secretismo de otro tipo. En otra ocasi¨®n lo veremos.
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