Derretidos
Como la nieve bajo el sol¡± podr¨¢n quedar ¡°los esfuerzos que se han hecho en las econom¨ªas del sur de Europa para reducir sus costes laborales unitarios¡±, seg¨²n la canciller Merkel, si el tipo de cambio del euro sigue apreci¨¢ndose frente a las principales divisas. Ese reconocimiento de ¡°las preocupaciones y temores de quienes est¨¢n trabajando duro¡± para fortalecer su competitividad no le ha impedido declarar al mismo tiempo que un rango comprendido entre 1,30 y 1,40 d¨®lares por euro es un tipo de cambio normal en t¨¦rminos hist¨®ricos. Y, en todo caso, ha dejado clara su oposici¨®n a cualquier tipo de intervenci¨®n que pretenda enmendarle la plana a los mercados de divisas. Ni a ning¨²n otro mercado, cabr¨ªa a?adir, aunque la volatilidad de sus cotizaciones agrave la situaci¨®n de esas econom¨ªas del sur hoy en recesi¨®n, sensibles a las variaciones del tipo de cambio del euro.
Con independencia de otras consecuencias no poco importantes que esas divergencias pudieran tener sobre la estabilidad comercial y financiera global, renovando las amenazas de una guerra de divisas, el aspecto quiz¨¢s m¨¢s revelador es la actitud complaciente con que la canciller alemana, y por extensi¨®n las autoridades comunitarias, contemplan las dificultades que atraviesan las econom¨ªas perif¨¦ricas. Con la misma pasividad que se verifica el da?o en la capacidad exportadora de esas econom¨ªas se observa la prolongaci¨®n de la recesi¨®n a la que est¨¢n conduciendo las pol¨ªticas impuestas desde el inicio de la crisis de la deuda p¨²blica.
La depreciaci¨®n del d¨®lar y m¨¢s recientemente del yen es una consecuencia de la pol¨ªtica monetaria expansiva de los bancos centrales de Estados Unidos y Jap¨®n con el fin de afianzar la recuperaci¨®n del crecimiento de sus econom¨ªas y, especialmente, del empleo. M¨¢s expansiva, desde luego, que la aplicada por el BCE. La Reserva Federal dej¨® clara su actitud el pasado diciembre al confirmar la supremac¨ªa de su objetivo de reducci¨®n del desempleo: no bajar¨¢ la guardia hasta que el primero caiga por debajo del 6,5%, siempre que la inflaci¨®n no ascienda del 2,5%. Las autoridades japonesas, por su parte, han asumido como prioridad la eliminaci¨®n de las amenazas de deflaci¨®n y, para ello, adem¨¢s de la asignaci¨®n por el Gobierno de 117.000 millones de d¨®lares a inversi¨®n p¨²blica, el banco central ha asumido un objetivo de inflaci¨®n que dobla el 1% hasta ahora vigente. Esas actuaciones m¨¢s laxas pueden ser seguidas por el Banco de Inglaterra, que ahora estrena presidente, tras el fracaso de las pol¨ªticas basadas en la austeridad del primer ministro Cameron. El Banco Central de Suiza ya anunci¨® intervenciones en los mercados tendentes a evitar apreciaciones de su moneda.
Esas decisiones contrastan con las adoptadas por las autoridades de la eurozona. El BCE tard¨® en concretar su disposici¨®n a hacer todo lo que estuviera a su alcance para impedir que los mercados de bonos p¨²blicos fragmentaran la uni¨®n monetaria. Lo hizo el pasado septiembre, cuando las cotizaciones de la deuda p¨²blica espa?ola e italiana reflejaban temores que exced¨ªan al deterioro de las finanzas p¨²blicas de ambos pa¨ªses. Y lo hizo despu¨¦s de que fuera amplia una segunda evidencia, destacada por diversas instituciones, como el FMI: el car¨¢cter contraproducente de los ambiciosos procesos de consolidaci¨®n fiscal impuestos en ambas econom¨ªas.
Las previsiones que acaba de hacer p¨²blicas la Comisi¨®n Europea dejan lugar a pocas dudas acerca de los resultados de esas pol¨ªticas. La eurozona contraer¨¢ su ritmo de crecimiento en 2013 un 0,3%. Espa?a lo har¨¢ un a?o m¨¢s en un 1,4%, pero doblando ampliamente la tasa de desempleo del ¨¢rea, hasta rozar este a?o el 27%. Para 2014 se anticipa una mejora, pero no suficiente como para que la econom¨ªa crezca m¨¢s de ese 0,8% que prev¨¦ la comisi¨®n, la misma tasa que nos asignaba en sus previsiones de oto?o. Lo que s¨ª se ha revisado al alza en estas previsiones para Espa?a es la relaci¨®n entre la deuda p¨²blica y el PIB: ser¨¢ del 95,8% y del 101% del PIB en este y el pr¨®ximo a?o, respectivamente.
No aparece, por tanto, la compensaci¨®n esperada a estos a?os de esfuerzos sin precedentes para sanear unas finanzas p¨²blicas da?adas a partir de 2008, fundamentalmente por el desplome de los ingresos p¨²blicos. El caso de Espa?a vuelve a ser relevante. Y es que en ausencia de crecimiento econ¨®mico, con el desempleo en ascenso, un endeudamiento privado elevado y un sistema bancario vulnerable, el ajuste fiscal acaba pronunciando a¨²n m¨¢s la recesi¨®n y dificultando la consecuci¨®n de sus propios objetivos de saneamiento. Una conclusi¨®n tal es la que se deduc¨ªa de los an¨¢lisis de los multiplicadores fiscales avanzados por el FMI (ver en estas mismas p¨¢ginas el art¨ªculo Revisionismos. El multiplicador fiscal, de 21 de octubre de 2012) y, desde otra perspectiva anal¨ªtica, la aportada por el reciente trabajo de Paul de Grauwe y Yuemei Ji (http://www.voxeu.org/).
Las conclusiones de este ¨²ltimo trabajo cuestionan seriamente la validez de esas pol¨ªticas; no encuentran justificaci¨®n a los sacrificios realizados en estos pa¨ªses. Desde el inicio de la crisis de la deuda soberana los mercados de bonos enviaron se?ales err¨®neas, determinadas por el terror y el p¨¢nico, elevando artificialmente los diferenciales en tipos de inter¨¦s de la deuda de las econom¨ªas perif¨¦ricas. Fueron esas presiones de los mercados de deuda p¨²blica las que impulsaron a las autoridades europeas a la adopci¨®n de esos recesivos programas de consolidaci¨®n fiscal todav¨ªa en vigor. ¡°Si el BCE hubiera actuado antes de septiembre de 2012, se habr¨ªa evitado gran parte del p¨¢nico en los mercados ¡ªa la fragmentaci¨®n o desaparici¨®n de la eurozona¡ª y la consecuente adopci¨®n de los programas de austeridad excesiva¡± adoptados a partir de 2011. De ello no es dif¨ªcil colegir que ¡°el p¨¢nico y el temor no son buenas gu¨ªas para orientar las pol¨ªticas econ¨®micas¡±. En mayor medida, podr¨ªamos a?adir, si ese ¡°sentimiento de los mercados¡± est¨¢ influido por el ¡°riesgo de reversibilidad¡± de la uni¨®n monetaria, que como el propio BCE admiti¨®, incorporaban las cotizaciones de la deuda soberana de las econom¨ªas del sur.
Como la mayor¨ªa de los analistas cr¨ªticos con la austeridad a ultranza, Paul de Grauwe no cuestiona la necesidad de saneamiento de las finanzas p¨²blicas de las econom¨ªas del sur. Sugiere una distribuci¨®n temporal del mismo mucho m¨¢s razonable, coexistiendo con est¨ªmulos a la demanda fundamentalmente con origen en las econom¨ªas del norte. Estas no tienen d¨¦ficits p¨²blicos excesivos, mantienen estabilizados sus ratios de deuda p¨²blica sobre el PIB y tipos de inter¨¦s excepcionalmente bajos. Ambas pol¨ªticas ¡ªsuavizaci¨®n de los ajustes fiscales y est¨ªmulos a la demanda¡ª contribuir¨ªan igualmente a neutralizar esa otra amenaza de inestabilidad cambiaria ante la que la canciller alemana apenas mostraba su conmiseraci¨®n con los derretidos esfuerzos de los sure?os.
Sin abandonar el ¨¢mbito de la observaci¨®n emp¨ªrica, a las contraindicaciones estrictamente econ¨®micas de las pol¨ªticas hasta ahora practicadas hay que a?adir las cada d¨ªa m¨¢s visibles de insatisfacci¨®n social y pol¨ªtica, incluida la desafecci¨®n hacia la propia uni¨®n monetaria, derivadas de esos ¡°sufrimientos innecesarios a millones de personas que han terminado en el desempleo y la pobreza¡±, que tambi¨¦n subraya Paul de Grauwe. No se trata de consecuencias de la existencia del euro, sino de errores en la gesti¨®n de la crisis m¨¢s importante de su historia.
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