?Dejarlo sangrar?
Salvo una absoluta revoluci¨®n en la forma de pensar y el personal en la Reserva Federal y el Congreso, las pol¨ªticas activistas no rescatar¨¢n a Estados Unidos
Durante los 12 a?os de la Gran Depresi¨®n ¡ªentre el derrumbe del mercado de valores en 1929 y la movilizaci¨®n estadounidense para la II Guerra Mundial¡ª la producci¨®n en Estados Unidos se mantuvo en promedio, aproximadamente, un 15% por debajo de la tendencia predepresi¨®n. Esto implic¨® una ca¨ªda total del PIB equivalente a 1,8 a?os de producci¨®n. Actualmente, incluso si la producci¨®n recupera su nivel potencial con inflaci¨®n estable para 2017 ¡ªun s¨ª may¨²sculo¡ª, Estados Unidos habr¨¢ perdido el equivalente al 60% del PIB de un a?o.
De hecho, es casi seguro que las p¨¦rdidas por lo que he estado llamando la Depresi¨®n Menor no habr¨¢n finalizado en 2017. No hay en el horizonte el equivalente moral de una guerra para atraer a Estados Unidos hacia una poderosa bonanza y borrar el ensombrecimiento causado por la ca¨ªda de la econom¨ªa. Cuando tomo los valores actuales y proyecto el crecimiento futuro de Estados Unidos considerando la tendencia reducida, el valor actual que obtengo para la p¨¦rdida adicional nunca es menor que el 100% del PIB de un a?o. Esto llevar¨ªa el costo total a 1,6 a?os de la producci¨®n del pa¨ªs. El da?o es entonces casi igual al de la Gran Depresi¨®n, e igualmente doloroso, aun cuando el PIB real estadounidense actual es 12 veces mayor que el de 1929.
Cuando hablo con mis amigos en el Gobierno de Obama se defienden a s¨ª mismos y al resultado macroecon¨®mico de largo plazo estadounidense se?alando que el resto del mundo desarrollado est¨¢ mucho peor. Est¨¢n en lo cierto. Europa desea desesperadamente que sus problemas se reduzcan al tama?o de los de Estados Unidos.
Sin embargo, mi conclusi¨®n es que debo dejar de llamar al episodio actual la Depresi¨®n Menor. S¨ª, su forma es distinta a la de la Gran Depresi¨®n, pero, hasta ahora, por lo menos, no hay motivo para clasificarlo en un nivel inferior en la jerarqu¨ªa de desastres macroecon¨®micos.
El mercado de bonos cree que EE UU ser¨¢ una econom¨ªa deprimida para la mayor parte de la pr¨®xima generaci¨®n
El mercado estadounidense de bonos me da la raz¨®n. Desde 1975, la prima nominal anual sobre las letras del Tesoro a 30 a?os ha mantenido un promedio del 2,2 %: en otras palabras, durante su duraci¨®n, los rendimientos nominales de las letras del Tesoro a 30 a?os est¨¢n 2,2 puntos porcentuales por encima del promedio esperado para las tasas nominales de las futuras letras del Tesoro a corto plazo. La letra del Tesoro actual a 30 a?os rinde el 3,2 % anual. Esto significa que, a menos que el comprador marginal de bonos actual sea inusualmente adverso a mantener letras del Tesoro de 30 a?os, anticipa que las tasas nominales de las letras del Tesoro de corto plazo ser¨¢n en promedio del 1% anual durante la pr¨®xima generaci¨®n.
La Reserva Federal de Estados Unidos solo mantiene la tasa nominal de corto plazo de las letras del Tesoro alrededor del 1% cuando la econom¨ªa est¨¢ deprimida, sobra capacidad, hay mano de obra ociosa y el principal riesgo es la deflaci¨®n m¨¢s que una presi¨®n al alza sobre los precios. Desde la II Guerra Mundial, la tasa de desempleo estadounidense se mantuvo en promedio en el 8%, cuando la tasa nominal de las letras del Tesoro de corto plazo fue igual o menor al 2%. Ese es el futuro que el mercado de bonos ve para Estados Unidos: una econom¨ªa con poca actividad y deprimida, si no para la pr¨®xima generaci¨®n, al menos para la mayor parte de ella.
Excepto en caso de una absoluta revoluci¨®n en la forma de pensar y el personal en la Reserva Federal y el Congreso, las pol¨ªticas activistas no rescatar¨¢n a Estados Unidos. Alguna vez los responsables de las pol¨ªticas entend¨ªan que el Gobierno deb¨ªa ajustar la oferta de activos para garantizar una provisi¨®n suficiente de activos l¨ªquidos, activos seguros e instrumentos para el ahorro. De esa forma, la econom¨ªa en su conjunto no se ver¨ªa expuesta a presiones para desapalancarse y empujar a la producci¨®n por debajo del producto potencial. Pero este principio b¨¢sico de gesti¨®n macroecon¨®mica simplemente se desvaneci¨®.
La mayor¨ªa de los gobernadores de la Reserva creen que la agresiva expansi¨®n monetaria ha alcanzado, si no superado, los l¨ªmites de la prudencia. En el Congreso estadounidense, la mayor¨ªa sigue el ejemplo de Teodorico de York, barbero medieval (producto de la comedia televisiva Saturday Night Live durante la d¨¦cada de 1970, cuya soluci¨®n a todas las enfermedades era la sangr¨ªa). Cree que la endeble econom¨ªa estadounidense necesita otro buen sangrado, y ser aplicado en forma de austeridad m¨¢s rigurosa.
Tener una Gran Depresi¨®n es un desastre; tener dos parece m¨¢s bien un descuido
Como dice Lady Bracknell en la obra de Oscar Wilde La importancia de llamarse Ernesto: ¡°Perder a uno de los padres puede verse como un infortunio. Perder a ambos tiene el aspecto de un descuido¡±. El infortunio estadounidense fue sufrir un desastre con la escala de la Gran Depresi¨®n; pasar por dos, realmente tiene el aspecto de un descuido.
?Qu¨¦ deben hacer, entonces, los economistas que buscan mejorar el mundo, si ya no podemos esperar de manera realista empujar suavemente la pol¨ªtica en la direcci¨®n correcta?
En un punto similar durante la Gran Depresi¨®n, John Maynard Keynes alej¨® su foco de la b¨²squeda por influir en la pol¨ªtica. Busc¨® en su lugar reconstruir el pensamiento macroecon¨®mico escribiendo su Teor¨ªa general del empleo, el inter¨¦s y el dinero para que la pr¨®xima vez que surgiese una crisis los economistas pensaran de manera diferente y m¨¢s productiva sobre la econom¨ªa que entre 1929 y 1933.
Esta semana, el economista y frecuente funcionario estadounidense Lawrence Summers, en una conferencia en la London School of Economics, llam¨® a otra reconstrucci¨®n del pensamiento macroecon¨®mico ¡ªy de las instituciones y la orientaci¨®n de la banca central¡ª. Esa es una ambici¨®n keynesiana, pero, ?puede lograrse? No hay un Keynes actual a la vista, ni se percibe en el horizonte un consenso mundial al estilo Bretton Woods para reformar la banca central.
J. Bradford DeLong, ex secretario adjunto del Tesoro de EE UU, es profesor de Econom¨ªa en la Universidad de California en Berkeley, e investigador asociado en la Oficina Nacional de Investigaciones Econ¨®micas.
Traducci¨®n al espa?ol por Leopoldo Gurman.
? Project Syndicate, 2013
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