Efectos no deseados de pol¨ªticas bienintencionadas
De esta recesi¨®n se sale mezclando el monetarismo de Friedman con el fiscalismo de Keynes
El comisario europeo de Asuntos Econ¨®micos Oli Rehn se ha convertido en el palad¨ªn de las pol¨ªticas m¨¢s duras y controvertidas de la Comisi¨®n Europea para los pa¨ªses que m¨¢s est¨¢n sufriendo el efecto de la crisis financiera de 2008, como Espa?a. En su defensa utiliza tanto argumentos econ¨®micos como morales. En ambos casos, con fundamentos discutibles. Y, especialmente, no ha tomado en consideraci¨®n los efectos no deseados pero s¨ª derivados de esas pol¨ªticas.
Primero fue la austeridad. Defendida como la pol¨ªtica m¨¢s adecuada para reducir de forma r¨¢pida el d¨¦ficit y volver al crecimiento, los mecanismos virtuosos a trav¨¦s de los cuales la austeridad ser¨ªa expansiva nunca fueron bien explicados. En cualquier caso, la realidad se ha encargado de mostrar que el efecto cierto de la austeridad ha sido empeorar las cosas: ha autoinflingido una segunda recesi¨®n a la econom¨ªa europea y ha llevado el desempleo hasta niveles nunca alcanzados desde la Gran Depresi¨®n de los a?os treinta del siglo XX. Con los da?os colaterales a?adidos de un fuerte aumento de la pobreza y la desigualdad social.
Por otro lado, es dif¨ªcil encontrar en la historia de las ideas econ¨®micas un varapalo intelectual igual que el que ha sufrido la idea de austeridad como pol¨ªtica para salir de la recesi¨®n. A esta tarea se ha sumado de forma muy activa el departamento de investigaci¨®n del FMI, dirigido por el economista Olivier Blanchard.
De esta recesi¨®n solo se sale mezclando, sin atavismos ideol¨®gicos, el monetarismo de Friedman con el fiscalismo de Keynes
De nuevo, el comisario Rehn se ha lanzado al ruedo para hacer suya la propuesta de la misi¨®n espa?ola del FMI de una r¨¢pida reducci¨®n de un 10% de los salarios como forma de solucionar el problema del elevado desempleo. De llevarse a cabo, probablemente sus efectos ser¨ªan los mismos que los de la austeridad. No queda claro cu¨¢l ser¨ªa el camino virtuoso a trav¨¦s del cual la ca¨ªda de salarios, con su impacto en la reducci¨®n del consumo, podr¨ªa sacar de la recesi¨®n y el paro a una econom¨ªa que est¨¢ parada precisamente por falta de consumo.
?No es consciente el comisario Rehn del riesgo de estas recetas?
Vaya por delante que no tengo intenci¨®n de demonizar al comisario Rehn. Es m¨¢s, no dudo de que sus propuestas son bienintencionadas. Pero, el infierno est¨¢ empedrado de buenas intenciones. Dicho de forma m¨¢s acad¨¦mica, no estoy seguro de que tome en consideraci¨®n los ¡°efectos no deseados, pero realizados¡± de las decisiones pol¨ªticas bienintencionadas sobre los que alert¨® Adam Smith y otros grandes economistas.
?Cu¨¢les son esas consecuencias no deseadas pero probables? Dejo de lado el sesgo que introducir¨ªa hacia un modelo productivo de bajos salarios y baja productividad. Me interesa aqu¨ª centrarme en dos consecuencias diferentes, una moral y otra pol¨ªtica.
Consecuencias morales. Con frecuencia, los que proponen reformas econ¨®micas orientadas a mejorar la eficiencia olvidan los problemas de transici¨®n o efectos de corto plazo de esas reformas. Al sacrificar las condiciones de vida presentes de muchos ciudadanos por un bien futuro incierto, la competitividad, se est¨¢ haciendo una opci¨®n moral peligrosa.
A este dilema moral se refer¨ªa John Maynard Keynes cuando hizo el comentario de que ¡°a largo plazo, todos muertos¡±. Quer¨ªa expresar su opci¨®n por los efectos de corto plazo de la recesi¨®n y defender pol¨ªticas fiscales expansivas que sacasen a la econom¨ªa de la recesi¨®n y fomentasen el mantenimiento del empleo existente y la creaci¨®n de nuevo.
Cuando hace unos d¨ªas Oli Rehn recordaba, en tono de denuncia, su responsabilidad moral a los actores sociales y pol¨ªticos espa?oles que no apoyen la ca¨ªda de salarios, parec¨ªa estar olvidando la suya al proponer recetas cuyo efecto inmediato es intensificar y alargar la recesi¨®n y provocar m¨¢s paro, especialmente el de larga duraci¨®n.
Consecuencias pol¨ªticas. Las reformas econ¨®micas relacionadas con la mejora de la estabilidad, la eficiencia y el crecimiento acostumbran a tener efectos no deseados sobre la desigualdad. Les podr¨ªamos llamar ¡°efectos de segunda ronda¡±. Los reformistas no acostumbran a tenerlos en cuenta, pero sus consecuencias son importantes.
La causa de estos efectos de segunda ronda es que las reformas que provocan una transferencia de renta desde grupos sociales m¨¢s d¨¦biles a grupos sociales m¨¢s fuertes y mejor protegidos acostumbran a romper los equilibrios pol¨ªticos b¨¢sicos de la sociedad. La historia nos dice que cuando ocurre eso las consecuencias para la democracia no tardan en manifestarse. Es lo que ha ocurrido con la austeridad en Europa. Y ocurrir¨ªa con mayor intensidad con una pol¨ªtica de salarios como la que estamos comentando.
?No hay pol¨ªticas alternativas? Las hay. El ejemplo a seguir, aunque solo sea por el hecho de que pertenece a la UE, es Reino Unido. El nuevo gobernador del Banco de Inglaterra acaba de anunciar que pone la pol¨ªtica monetaria al servicio de la reducci¨®n del paro. Y el Gobierno de David Cameron ha introducido instrumentos t¨ªpicos de pol¨ªtica fiscal expansionista. De nuevo, como en los a?os treinta, vuelve el pragmatismo ingl¨¦s. Ese es el camino. De esta recesi¨®n solo se sale mezclando, sin atavismos ideol¨®gicos, el monetarismo de Milton Friedman con el fiscalismo de John M. Keynes.
La responsabilidad moral por el paro de la que habla Oli Rehn es compartida, La UE debe responsabilizarse de las tareas de corto plazo: cebar la bomba de la econom¨ªa europea para que arranque. Y nosotros de las de largo plazo: poner en marcha un programa coherente y cre¨ªble de reformas orientado a la estabilidad, la eficiencia y el crecimiento inclusivo. Eso es lo que deber¨ªa haberse hecho desde 2010. Pero nunca es tarde.
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