Los restos del hurac¨¢n
La econom¨ªa mundial a¨²n sufre los efectos de la quiebra de Lehman Brothers cinco a?os despu¨¦s
Hace hoy cinco a?os, el suelo de Manhattan tembl¨® en el n¨²mero 745 de la S¨¦ptima Avenida. Al edificio que ah¨ª se alza es donde se?alan en los tours cuando los turistas preguntan por el epicentro de la mayor crisis financiera desde la Gran Depresi¨®n. Esa era la sede de Lehman Brothers. Ya hubo un serio avis¨® unas calles m¨¢s abajo, en el 383 de Madison Avenue, la torre ocupada por Bear Stearns. Los dos rascacielos lucen ahora colores diferentes, los de sus nuevos due?os, Barclays y JP Morgan. Pero el mundo no se ha recuperado a¨²n de aquel shock.
El origen de la crisis financiera se sit¨²a en la primavera de 2007, cuando el banco de inversi¨®n Bear Stearns advirti¨® que unas carteras que apostaban en deuda hipotecaria se fueron a pique. El l¨¦xico financiero se complic¨® de golpe, al quedar secuestrado por t¨¦rminos t¨¦cnicos como subprime (pr¨¦stamos de baja calidad), credit default swaps (CDS, el seguro que pagan los inversores para protegerse frente a las p¨¦rdidas) o mortgage backed securities (MBS, paquetes de inversi¨®n a base de hipotecas).
Todo estaba bajo control, dec¨ªa la Reserva Federal. Hasta que Bear Stearns tuvo que ser rescatada un a?o despu¨¦s, el 24 de marzo de 2008, por JP Morgan Chase con la asistencia del Tesoro. Se opt¨® por esa v¨ªa por tratarse de una entidad sist¨¦mica, clave para la econom¨ªa, de las llamadas demasiado grandes para caer. No pas¨® lo mismo con Lehman Brothers, tambi¨¦n hasta el cuello de deuda basura. En su caso no hubo red de seguridad, con lo que acab¨® protagonizando la mayor quiebra de la historia. Para evitar una suerte similar, Merrill Lynch opt¨® por integrarse en Bank of America ese mismo d¨ªa. El resto del mundo no tardar¨ªa en notar el temblor.
Una tras otra cayeron las piezas de un domin¨® que forz¨® a los Gobiernos a abrir el grifo de las ayudas para salvar sus sistemas financieros. Washington ofreci¨® asistencia sin l¨ªmite a las entidades hipotecarias semip¨²blicas Fannie Mae y Freddie Mac, sali¨® en auxilio de la gigantesca aseguradora American International Group (AIG) y despu¨¦s lanz¨® el salvavidas nada menos que a Bank of America y Citigroup.
La Reserva Federal cifra en 12,6 billones de d¨®lares la cantidad que moviliz¨® para estabilizar el sector financiero, lo que equivale a m¨¢s del 80% del PIB de 2007. Eso sin contar con unos tipos de inter¨¦s estancados en el 0% desde diciembre de 2008 y tres rondas de est¨ªmulos que provocaron que el balance de la Reserva Federal se multiplicara por cuatro en cinco a?os, desde los 925.750 millones previos a la quiebra de Lehman.
Para salvar a la banca ¡ªy de paso, la econom¨ªa¡ª la Administraci¨®n de George W. Bush cre¨® un programa de asistencia a activos problem¨¢ticos (llamado TARP, sus siglas en ingl¨¦s). El plan cont¨® inicialmente con 700.000 millones de d¨®lares, aunque el desembolso final fue de 418.000 millones. Parte del dinero se dirigi¨® tambi¨¦n hacia General Motors y Chrysler, para financiar su reflote. Cinco a?os despu¨¦s, la parte del plan de rescate correspondiente a la banca tiene unos beneficios de 27.600 millones.
Los excesivos riesgos asumidos por los bancos quedaron al descubierto
Muchas de las instituciones que recibieron ayuda no eran estadounidenses, como Soci¨¦t¨¦ G¨¦n¨¦rale, BNP Paribas o Deustche Bank. Las ramificaciones del sector financiero provocaron que la crisis se dispersara con rapidez por todo el planeta, afectando especialmente a las econom¨ªas industrializadas, donde las vulnerabilidades y los excesivos riesgos asumidos por sus bancos quedaron completamente al descubierto. Eso forz¨® a los bancos centrales a abrir de forma coordinada l¨ªneas de liquidez en d¨®lares, porque las ca?er¨ªas del sistema financiero se quedaron literalmente secas.
La crisis financiera provoc¨® la que se considera ya como la primera recesi¨®n planetaria: seg¨²n datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), el PIB mundial sufri¨® una contracci¨®n del 0,7% en 2009. En las econom¨ªas avanzadas, el saldo negativo fue del 3,7%, mientras que los emergentes se convert¨ªan en los flotadores del crecimiento global.
La confusi¨®n sobre lo sucedido no se ha despejado del todo. La gran pregunta es qu¨¦ habr¨ªa pasado si se hubiera rescatado a tiempo el banco dirigido por Dick Fuld, uno de los villanos de la crisis. Lo m¨¢s probable es que las cosas no hubieran sido muy diferentes. La bautizada como la Gran Recesi¨®n ya hab¨ªa comenzado en EE UU en diciembre de 2007, siete meses antes de la ca¨ªda de Lehman. Fue la confluencia de varios factores la que la produjo: la concesi¨®n de pr¨¦stamos por parte de los bancos a clientes que no lo merec¨ªan, el pobre trabajo de las agencias que ponen nota a la deuda, una regulaci¨®n financiera laxa y una serie de incentivos p¨²blicos que animaron a que se prestara y se pidiera prestado. En otras palabras, el dinero f¨¢cil y el aparente exceso de liquidez hincharon la burbuja durante la expansi¨®n hasta explotar.
Si la desregulaci¨®n financiera es uno de los factores que provocaron la cat¨¢strofe, se puede se?alar entonces a varios responsables. El proceso se inici¨® con el republicano Ronald Reagan, que gobern¨® en los a?os ochenta, aunque fue con el dem¨®crata Bill Clinton, una d¨¦cada despu¨¦s, cuando se abon¨® el terreno a los excesos que llevaron a colapso de Lehman. Bajo su presidencia muri¨® la Ley Glass-Steagall, que en 1933 hab¨ªa levantado un muro de separaci¨®n entre la banca de inversi¨®n y la comercial para evitar que se produjera un crash burs¨¢til como el de 1929.
Tambi¨¦n con Bill Clinton cobraron vida nuevas leyes que desregularon los contratos de futuros y forzaron a los bancos a conceder pr¨¦stamos a propietarios con un pobre historial crediticio. Todo ello sucedi¨® con Alan Greenspan al frente de la Reserva Federal y fue abrazado despu¨¦s por George W. Bush. El propio Greenspan admiti¨® m¨¢s tarde que el error fue confiar en que los bancos ser¨ªan capaces de regularse a s¨ª mismos.
Otros de los protagonistas de aquellos d¨ªas fue Lawrence Summers, responsable del Tesoro con Bill Clinton, y ahora, el preferido de Barack Obama para ponerse al frente de la Reserva Federal cuando expire el mandato de Ben Bernanke a finales de enero. El aniversario de Lehman, de hecho, invita a muchos en Washington a revisitar su trabajo y analizar sus posibles conexiones con la crisis financiera. Si finalmente es propuesto para dirigir el banco central, muchos lo interpretar¨¢n como una vuelta al pasado. La candidatura de Summers, de hecho, da pie estos d¨ªas a examinar si realmente se aprendieron las lecciones del colapso de Lehman y del efecto domin¨® que tuvo en jaque al resto de la econom¨ªa mundial.
EE UU opt¨® por tapar de inmediato la hemorragia de su sistema financiero
Una de las respuestas a la crisis en EE UU fue la Ley Dodd-Frank, una reforma del sistema financiero destinada a reforzar la supervisi¨®n de las grandes entidades y a obligarlas a elevar sus colchones de capital. Cinco a?os despu¨¦s, los reguladores aseguran que el sistema financiero es hoy m¨¢s seguro, que el dinero del contribuyente est¨¢ protegido y que en la pr¨®xima crisis las cosas se har¨¢n de una manera m¨¢s ordenada, sin que domine el p¨¢nico. Sin embargo, la Ley Dodd-Frank y las nuevas normas internacionales no evitaron que el concepto de demasiado grande para caer siga siendo una realidad. Solo hay que ver el actual tama?o de JP Morgan, convertido en el mayor banco de EE UU, con unos activos superiores a los 2,5 billones de d¨®lares.
Las cuatro mayores firmas financieras de EE UU son hoy un 30% m¨¢s grandes que antes del colapso de Lehman Brothers. La aplicaci¨®n de la nueva regulaci¨®n financiera, que busca que los bancos sean m¨¢s transparentes, va con retraso a escala internacional, mientras en paralelo se debate sobre la necesidad de levantar de nuevo un cortafuegos en el negocio de los grandes bancos, al estilo de la Ley Glass-Steagall, una iniciativa que se topa con el poderoso lobby de Wall Street.
Hay pocas dudas acerca de que la exigencia de una mayor liquidez a los bancos permita que tengan m¨¢s margen para capear el pr¨®ximo rev¨¦s. Las pruebas de estr¨¦s, como las que realiza la Reserva Federal, est¨¢n sirviendo para poner freno a lo que gastan los bancos para tener contentos a los accionistas. Adem¨¢s, la regulaci¨®n financiera cubre ahora a m¨¢s entidades, y la Fed cuenta con poderes adicionales para actuar. A escala global, el FMI considera que las reformas avanzan en la buena direcci¨®n. Pero tambi¨¦n dice que la estructura b¨¢sica del sistema financiero sigue siendo la misma que antes de la crisis y advierte de los peligros que ello supone. En otras palabras: es demasiado compleja y los activos est¨¢n concentrados en bancos sist¨¦micos, demasiado grandes para caer.
Si la repuesta a unos eventos extraordinarios fue extraordinaria, tambi¨¦n lo fueron las consecuencias. Al hacer balance de la crisis, la Reserva Federal de Dallas acaba de publicar un estudio en el que revela que la Gran Recesi¨®n va a costar hasta 120.000 d¨®lares a cada familia en EE UU, lo que equivale a una p¨¦rdida de poder adquisitivo de hasta 14 billones de d¨®lares. Es como borrar de un plumazo casi todo el PIB de la mayor potencia del mundo.
La cifra es producto de la p¨¦rdida de valor del patrimonio y de la ca¨ªda de las remuneraciones vividas en los ¨²ltimos cinco a?os. La gran duda en este momento, como muestra el mismo estudio, es si la econom¨ªa de EE UU ser¨¢ capaz de recuperar el vigor previo a la crisis. Si no lo consigue, la Fed de Dallas se?ala que el impacto ser¨¢ a¨²n mayor. Y todo esto sin contar con el colapso del mercado inmobiliario, donde el precio medio de la vivienda arrastra todav¨ªa una depreciaci¨®n del 25%.
Oficialmente, la Gran Recesi¨®n acab¨® en junio de 2009, aunque en Wall Street se toc¨® fondo unos meses antes. Eso, sobre papel. El ciudadano de la calle lo siente de otra manera. La recesi¨®n destruy¨® 8,7 millones de empleos en EE UU y el total de parados se dispar¨® a 14,7 millones. La tasa de paro alcanz¨® el 10% en octubre de 2009. Hoy est¨¢ en el 7,3%, una mejora que se explica por la ca¨ªda en la tasa de participaci¨®n (las personas dispuestas a trabajar) hasta el 63,2%, su nivel de 1978. Si estuviera en el 66,5% registrado de media entre 1988 y 2007, seg¨²n Moody¡¯s, el paro ser¨ªa del 11,9%. Cuatro a?os despu¨¦s de la recesi¨®n, hay 11,3 millones de parados y 10,6 millones de personas subempleadas ¡ªforzadas a trabajar a tiempo parcial¡ª o que se declaran frustradas con las perspectivas laborales.
La recuperaci¨®n del colapso escenificado con el derrumbe de Lehman Brothers est¨¢ siendo, por tanto, desigual, y la incertidumbre de la opini¨®n p¨²blica respecto al futuro de la econom¨ªa y del sistema financiero persisten en el quinto aniversario. El ciudadano, en EE UU, nota que las cosas empiezan a ir mejor, pero, en general, teme que se quede en un nuevo intento de recuperaci¨®n, como cuando se habl¨® de los brotes verdes en la primavera de 2009.
La brecha entre los m¨¢s ricos y los m¨¢s pobres se ha agrandado
Durante este tiempo, adem¨¢s, se ha incrementado la brecha entre los que m¨¢s tienen y los que menos, un problema que se plasma en numerosos estudios publicados en los ¨²ltimos dos a?os y que denunci¨® el movimiento Ocupemos Wall Street. El 10% que est¨¢ m¨¢s arriba se llev¨® la mitad de la riqueza generada por la econom¨ªa. Y si se sube a¨²n m¨¢s alto, el 1% se comi¨® una quinta parte.
Para las rentas m¨¢s altas, la crisis pas¨® mucho antes que para el ciudadano medio. Los que m¨¢s tienen fueron los que m¨¢s se beneficiaron del repunte de Wall Street, de la mejora del mercado inmobiliario y de tipos de inter¨¦s por los suelos, por no dejar de mencionar los dividendos que reciben por sus inversiones en empresas que vuelven a ser muy rentables. Los m¨¢s ricos controlan el 90% del capital que se mueve en el parqu¨¦.
Esa brecha tambi¨¦n se ve a escala global. El FMI advierte de que el desempleo sigue afectando de manera desproporcionada a los j¨®venes. Se calcula que hay a¨²n 200 millones de empleos por recuperar en todo el mundo, destruidos por la crisis financiera. La gran dificultad est¨¢ en c¨®mo desmontar la estructura puesta en marcha para responder a la crisis sin que eso afecte a los emergentes. Hacia ellos se dirigi¨® la liquidez cuando el mundo desarrollado estuvo en dificultades y ahora empiezan a mostrar s¨ªntomas de debilitamiento. Es otra evidencia de que las r¨¦plicas de la crisis siguen reverberando en una econom¨ªa global que necesita de los est¨ªmulos para crecer y est¨¢ dominada por la incertidumbre. Por eso, el temor es que la pr¨®xima implosi¨®n no afecte solo a EE UU y Europa, sino tambi¨¦n a Rusia, Brasil y China.
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