?ltima calada en C¨¢diz
Tres siglos de industria se entierran con el cierre de la f¨¢brica de tabacos La factor¨ªa que lleg¨® a tener 3.500 operarios
Alguien corta el c¨¦sped. De lejos, una mujer con chaleco reflectante pasea y entra en una nave. Dos hombres encorbatados acceden a una oficina. Son las ¨²nicos signos de vida presentes en estos 150.000 metros cuadrados. En las instalaciones de la f¨¢brica de tabacos de C¨¢diz ya solo quedan 35 empleados. Solo falta un arbusto rodante para ahondar en esta soledad de pel¨ªcula; pero no hay ficci¨®n en este desierto. El vac¨ªo humano de esta enorme factor¨ªa es el adi¨®s a tres siglos de industria tabaquera en C¨¢diz. El fin de un gremio, la despedida de muchas oportunidades laborales, un cap¨ªtulo acabado en el libro de la historia de esta ciudad.
A principios de siglo XX, Jos¨¦ Palacios cabalgaba por los pueblos de la provincia recaudando impuestos. Fue en una de esas paradas, en Medina, donde conoci¨® a su mujer, Lola Cuadrado. Con ella forj¨® su familia y tambi¨¦n el ansia de cambiar de trabajo para dar mejor vida a ella y sus hijos. Gran conocedor del mundo del tabaco, consigui¨® empleo en la f¨¢brica de C¨¢diz. Y fue ascendiendo. Fue jefe del dep¨®sito, director de la factor¨ªa gaditana y, durante la Rep¨²blica, de la de Sevilla. ¡°Fue el primero que lleg¨® al puesto sin ser ingeniero¡±, rememora su nieto, Jes¨²s Fern¨¢ndez Palacios.
Fern¨¢ndez Palacios es la quinta generaci¨®n de una familia con empleo en Tabacalera. Su infancia son los recuerdos del patio del dep¨®sito de tabacos, donde lleg¨® a vivir su madre, en los a?os en que todav¨ªa acog¨ªa viviendas. ¡°Recuerdo una calle llena de eucaliptos¡±. El tabaco lleg¨® a C¨¢diz mucho antes que la familia Palacios. En el siglo XVII, C¨¢diz era ya centro del comercio mar¨ªtimo, enclave perfecto para que llegaran las mercanc¨ªas de Am¨¦rica. Fue en 1741 cuando se fund¨® la Real F¨¢brica de Tabacos de C¨¢diz. Pas¨® por varias sedes hasta que recal¨® en la calle de Plocia, donde su imponente chimenea, todav¨ªa hoy viva, se convirti¨® en el referente de una ciudad tabaquera.
El profesor de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de C¨¢diz Jos¨¦ Marchena sostiene que durante su ¨¦poca de auge lleg¨® a tener 3.500 operarios. La f¨¢brica dio vida a ese barrio de luces rojas y mala reputaci¨®n. Su sirena era el despertador. Dignific¨® la figura de la mujer trabajadora. Naci¨® el perfil de la cigarrera, un icono que despu¨¦s fue llevado al flamenco, al carnaval, al folclore de C¨¢diz y Sevilla, como la imagen de Carmen. ¡°Se recurri¨® a ellas porque cobraban menos¡±, explica Marchena. Pero, pese a esa condici¨®n, el oficio ayud¨® a consolidar a muchas mujeres como independientes.
Una de ellas es Carmen P¨¦rez, hist¨®rica dirigente sindical, que ha sobrevivido a todas las regulaciones de empleo de las tres ¨²ltimas d¨¦cadas. Ella ha visto marcharse a muchas compa?eras. ¡°El cierre era una cosa que ve¨ªamos de lejos. Sab¨ªa que iba a pasar¡±. Imperial Tobacco, actual propietaria de la f¨¢brica, cerrar¨¢ las puertas definitivamente en abril de 2014. Lo atribuye a la ca¨ªda de ventas por la presi¨®n legislativa y el aumento del contrabando. Los sindicatos hablan de deslocalizaci¨®n: es m¨¢s barato producir en Polonia. Desde hace dos semanas, en C¨¢diz ya no se prepara tabaco. Se limita a ser un mero almac¨¦n. La factor¨ªa gaditana guarda actualmente 25.000 toneladas de tabaco. Est¨¢n apiladas en sacos de arpillera, cajas de madera o sacos de yagua, m¨¦todo cubano con hojas secas para la conservaci¨®n natural. Hasta final de a?o seguir¨¢ llegando m¨¢s porque las rutas de barcos y los compromisos con las empresas log¨ªsticas no se han podido cambiar. Todo se trasladar¨¢ a Francia, una operaci¨®n que se calcula podr¨ªa llevar cuatro meses, de ah¨ª que la fecha de clausura se haya previsto en abril. En Espa?a solo permanecer¨¢n dos f¨¢bricas tabaqueras, la de Logro?o y la de Cantabria, adem¨¢s de las oficinas centrales de Madrid.
Jes¨²s Fern¨¢ndez Palacios ha regresado esta semana a este centro industrial que no pisaba desde hace 20 a?os, cuando se jubil¨® por una afecci¨®n pulmonar que le provoc¨® el tabaco. ¡°O lo dejas o te quedan seis meses¡±, le sentenci¨® el m¨¦dico. ?l mantuvo la tradici¨®n familiar que arranc¨® su abuelo. ¡°Era un hombre muy recio y conservador¡±, sostiene mientras ense?a una foto de 1925 de Jos¨¦ Palacios en su despacho del dep¨®sito de C¨¢diz. ¡°Mi abuela dec¨ªa que las cigarreras, la mayor¨ªa rojas, cantaban una canci¨®n contra ¨¦l: ¡®Ya se ve, ya se ve, la cabeza de don Jos¨¦¡±. Y ¨¦l organiz¨® un grupo de trabajadoras, las cigarreras blancas, para enfrentarlas desde dentro.
Fern¨¢ndez Palacios lleg¨® a ser oficial de guardia. ¡°Esperaba al tren que ven¨ªa cargado. Por la avenida de Marconi hab¨ªa mucha rapi?a y llegaba escoltado por la Guardia Civil¡±, recuerda. En las noches de espera escrib¨ªa poemas o le¨ªa libros, y escribi¨® el discurso con el que present¨® a Fernando Qui?ones cuando le proclamaron finalista del Planeta de 1979. Su ¨¦poca fue la mejor. Le pagaban extras con cartones de tabaco, y de los vales que daba la empresa viv¨ªan muchos de los comercios de C¨¢diz. A Fern¨¢ndez Palacios le gustaba el encanto de la f¨¢brica de la calle de Plocia y a?ora la memoria del dep¨®sito, pero este gran centro industrial a las afueras de la ciudad que ahora recorre nunca le gust¨®. Aqu¨ª se traslad¨® la empresa en los a?os ochenta. Se anunci¨® entonces como el mayor centro tabaquero de Europa. Es el que ahora cierra.
El paseo duele. ¡°Don Jes¨²s, me acuerdo de usted¡±, le dice el vigilante. Despu¨¦s se encuentra con viejos compa?eros. Duele porque nada es como antes. Donde se sentaba Fern¨¢ndez Palacios ya no hay mesas ni sillas. El v¨¦rtigo del vac¨ªo. Ciento cincuenta mil metros cuadrados de suelo industrial quedar¨¢n a la venta en un entorno, el de la bah¨ªa de C¨¢diz, repleto de terrenos sin uso. Es el mismo entorno proclive a las manifestaciones y los cortes de tr¨¢fico por los cierres de los astilleros o Delphi. Pero nadie se ha movilizado por el fin de la tabaquera. Quiz¨¢ porque, cuando ha tocado, ya solo quedaban 35 trabajadores. O porque el desmoronamiento de esta industria ha ido por cap¨ªtulos, lentamente, a saltos. Sus puertas ser¨¢n como el ¨¢rbol que cae en medio del bosque. No se sabe si har¨¢n ruido o no porque nadie estar¨¢ para escuchar cuando se cierren.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.