La venganza de Jacques Delors
?Con qu¨¦ lo comparamos? Si contrastamos el acuerdo de principio alcanzado entre ministros y parlamentarios sobre el fondo de liquidaci¨®n y rescate bancario con las promesas federalistas de la cumbre de junio de 2012, nos queda un ¨¢cido mal sabor de boca. Si lo comparamos con el magro resultado intergubernamental del Consejo Europeo de diciembre, constatamos mejoras que demuestran la utilidad de la Euroc¨¢mara (y su conjura con el BCE y la Comisi¨®n) e incitan a votar el pr¨®ximo 25 de mayo. Si recordamos que el ministro de Finanzas alem¨¢n, Wolfgang Sch?uble, dijo al inicio de esta negociaci¨®n que se aten¨ªa a las lentejas de diciembre, o las tomas o las dejas, las sumisas consultas telef¨®nicas del presidente del Eurogrupo doler¨¢n algo menos: ning¨²n pa¨ªs, ni siquiera ¡°el¡± Estado miembro por antonomasia, puede imponer del todo su ¡°diktat¡±.
Pero hay otra comparaci¨®n jugosa, la practicable no con la lupa cotidiana sino con el catalejo de la historia. En abril har¨¢ 25 a?os que el Comit¨¦ Delors, fabricante del dise?o de la uni¨®n monetaria, public¨® su famoso Informe. En el punto 32 propugn¨® crear una autoridad de supervisi¨®n bancaria ejercida por ¡°un Consejo de supervisi¨®n o un Comit¨¦ de controladores independientes¡±; e involucrar al futuro banco central (hoy, BCE) en ¡°la coordinaci¨®n de las pol¨ªticas de supervisi¨®n¡±. Aquella autoridad decay¨®, no lleg¨® al Tratado de Maastricht; lo segundo lleg¨® a encaramarse al art¨ªculo 105, pero diluido, cojo y exang¨¹e: el banco central contribuir¨ªa a ¡°la buena gesti¨®n de las pol¨ªticas que lleven a cabo las autoridades competentes con respecto a la supervisi¨®n prudencial de las entidades de cr¨¦dito ya la estabilidad del sistema financiero¡±. Paparruchas.
?Por qu¨¦ se abort¨® entonces la supervisi¨®n, primer pilar de la uni¨®n bancaria que ha debido esperar tanto? Porque el Bunsdesbank convenci¨® a sus colegas y a los (entonces) doce ministros de Econom¨ªa de que aupar al Tratado un rol expl¨ªcito del BCE en la supervisi¨®n bancaria era peligroso. ?Peligroso? S¨ª, seg¨²n los gobernadores y los ¡°ecofines¡±, pues el encargado de regular y supervisar adquir¨ªa por eso mismo, aunque fuera impl¨ªcitamente, la responsabilidad de pagar los platos rotos de cualquier percance que sucediera bajo su tarea controladora. Es decir, tendr¨ªa que apechugar con todo el coste, o parte, de rescatar un banco o liquidarlo. El segundo negociador de Fr¨¢ncfort, Hans Tietmeyer, dej¨® caer que su negativa ¡°no significa que el BCE no tenga que apoyar la estabilidad del sistema financiero, pero eso no debe escribirse jam¨¢s, porque equivaldr¨ªa a riesgo moral¡±: o sea, a incentivar la conducta desordenada de los bancos si sab¨ªan que ten¨ªan red de seguridad. Es decir: la autoridad de supervisi¨®n reclamaba una autoridad y un fondo de rescate/liquidaci¨®n bancaria, o de ¡°resoluci¨®n¡±. O sea: aportar fondos.
Un cuarto de siglo despu¨¦s, algunas de las ideas est¨²pidamente desechadas del Informe Delors se imponen, aunque sea a t¨ªmidos borbotones. Han tomado venganza. ¡°La uni¨®n econ¨®mica y la uni¨®n monetaria forman parte integrante de un conjunto y deben en consecuencia realizarse en paralelo¡±, reclamaba el gran Jacques. Tarde, pero va llegando.
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