La maldici¨®n de Juncker
En Europa unos ganaban m¨¢s que otros, pero todos ganaban. Esto se ha detenido
Hay frases que tienen fortuna. Una de las m¨¢s agraciadas fue la pronunciada por el gobernador del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, el 26 de julio de 2012: ¡°El BCE har¨¢ todo lo necesario para sostener el euro. Y, cr¨¦anme, esto ser¨¢ suficiente¡±. Evit¨® una crisis mucho m¨¢s profunda. Otra de esas frases es la manifestada por el candidato de la derecha a presidir la Comisi¨®n Europea y ex primer ministro luxemburgu¨¦s, Jean-Claude Juncker: ¡°Sabemos lo que hay que hacer, pero no sabemos c¨®mo ser reelegidos despu¨¦s de hacerlo¡±. A esta sentencia se la conoce ya, en los ambientes pol¨ªticos europeos, como la maldici¨®n de Juncker.
Pr¨¢cticamente todos los mandatarios europeos que se han enfrentado a las dificultades econ¨®micas desde 2008 han perdido las elecciones. La que no lo ha hecho ha sido la canciller ?ngela Merkel (reelegida en dos ocasiones) porque ha practicado exactamente las pol¨ªticas que quer¨ªan sus conciudadanos sin la menor concesi¨®n a sus colegas europeos. Sus acciones han beneficiado a Alemania aunque ello haya supuesto pol¨ªticas de perjuicio al vecino, sobre todo a los pa¨ªses deudores del sur de Europa. Jos¨¦ Ignacio Torreblanca hablaba ayer (EL PA?S, Un nuevo liderazgo) de las dos brechas que se han abierto en la Uni¨®n Europea: entre las ¨¦lites y los ciudadanos, y entre el Norte y el Sur, o si se quiere entre el centro y la periferia. O m¨¢s exactamente entre los pa¨ªses deudores y los acreedores.
En su recientemente publicado ensayo La edad de hielo (RBA Editores), Diego L¨®pez Garrido demuestra con mucha pericia c¨®mo la llamada crisis del euro ha acentuado las diferencias sustanciales en crecimiento, renta y empleo entre los pa¨ªses europeos: la verdadera enfermedad de la eurozona. La misma diferencia se aprecia en la financiaci¨®n de la deuda p¨²blica. Alemania y otros pa¨ªses de su glacis, cobran por financiarse, mientras que Espa?a, Italia, Portugal o Irlanda han pagado alt¨ªsimos intereses por lo mismo. La crisis ha extremado los desequilibrios en la UE y en la eurozona, entre otras cosas por el propio modelo productivo, tan favorable a Alemania y a los pa¨ªses del centro y del norte europeo, Austria, Finlandia y otros. La austeridad sin contrapartidas, exigida por Alemania, ha ensanchado las grietas ampliando el super¨¢vit germano.
As¨ª, adem¨¢s de la fragmentaci¨®n pol¨ªtica entre los pa¨ªses que forman parte del euro y los que no, ha emergido una doble fragmentaci¨®n a?adida: la social, entre los pa¨ªses del Norte y del Sur (con tasas muy distintas de desempleo) y la fragmentaci¨®n del espacio econ¨®mico entre pa¨ªses deudores y acreedores. La divergencia entre Estados genera rivalidad y hace peligrar el proyecto europeo. Al analizar esta brecha, el Informe sobre la Democracia en Espa?a (Fundaci¨®n Alternativas) subraya que hasta ahora se cre¨ªa que el proyecto europeo y la integraci¨®n europea era un juego de suma positiva en el que todos los participantes ganaban: unos ganaban m¨¢s que otros, pero todos ganaban. Sin embargo, en la medida en que la crisis ha introducido problemas redistributivos de primer orden, ha generado percepciones de suma cero: lo que ganan unos es a costa de lo que pierden otros. Las fricciones se han generalizado. Los pa¨ªses de la periferia europea (de los que Espa?a es un buen ejemplo) no solo son hoy m¨¢s pobres en t¨¦rminos relativos que antes de la crisis del euro, sino que tambi¨¦n son aquellos en los que las desigualdades m¨¢s han crecido internamente. Europa, que siempre ha tenido como se?a de identidad la cohesi¨®n econ¨®mica y social, la pierde ahora a raudales tanto entre los pa¨ªses como en el interior de los mismos.
La organizaci¨®n Economistas frente a la crisis, que hoy presenta su manifiesto por Europa, desarrolla la maldici¨®n de Juncker al hablar del euroescepticismo creciente: ¡°De esta tendencia son en parte responsables los gobernantes y l¨ªderes comunitarios que tras haber alejado a Europa de su propio proyecto, alertan ahora parad¨®jicamente contra la vuelta a las soluciones nacionales, insolidarias. La UE, frente a la crisis, ha fallado a los ciudadanos. Ha fallado en su objetivo de crear prosperidad, empleo, igualdad, solidaridad. Ha fallado porque no ha defendido su raz¨®n de ser, las propuestas de Europa a los europeos y al mundo: el Estado del Bienestar¡±.
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