La comarca sumergida
La Vega Baja alicantina, cuna del 70% del calzado en Espa?a, es la zona con m¨¢s empleo ilegal del pa¨ªs, con talleres en huertas, garajes y viviendas
El inspector F. G. pasa horas conduciendo por los pueblos de la Vega Baja del Segura, una comarca al sur de Alicante con casi medio mill¨®n de habitantes y cuna de la industria del calzado espa?ol. Conduce por pol¨ªgonos industriales y entre las estrechas calles de los cascos antiguos. ¡°Detr¨¢s de esa persiana met¨¢lica hay un taller ilegal que ya desmontamos. En ese otro vamos a entrar dentro de poco¡±, se?ala sin soltar el volante. A veces sigue a furgonetas que reparten el trabajo entre los talleres, o aparca y se pasea frente a las persianas met¨¢licas rastreando el ruido de m¨¢quinas de coser. ¡°Cada operaci¨®n se prepara durante un mes¡±, asegura.
El mi¨¦rcoles 30 de abril, F. G. y seis hombres de su unidad aparcan frente a un callej¨®n de Callosa de Segura en el que se oculta un taller. Es una peque?a puerta abierta junto a una vivienda con la fachada decorada a base de macetas y estampitas de santos. Con chalecos reflectantes y c¨¢maras de fotos entran a la voz de ¡°Polic¨ªa de la Generalitat. Esto es una inspecci¨®n. Dejen sus carn¨¦s sobre la m¨¢quina¡±. Las ocho mujeres que cosen zapatos se giran. Una de ellas intenta escapar por la puerta trasera, pero un agente la intercepta y le pide calma: ¡°Se?ora, no se alarme, que no es una delincuente¡±. El due?o del taller y su mujer est¨¢n en la mesa de pegado de suelas. En una vieja radio suena una melod¨ªa pegajosa.
Los agentes apuntan los n¨²meros de bastidor de las m¨¢quinas y toman declaraci¨®n a las mujeres.
Tengo las cervicales molidas de la m¨¢quina de coser. Preferir¨ªa ser limpiadora¡±, asegura una aparadora
¡ª?Tiene contrato?
¡ªNo.
¡ª?Cu¨¢nto gana al mes?
¡ªUnos 400 euros.
Son todas espa?olas, vecinas del pueblo. La mujer que intent¨® huir cuenta que est¨¢ cobrando el paro y no quiere perderlo porque el salario es muy bajo. Se dedican a lo que en el sector se conoce como ¡°aparado¡±, ensamblando en m¨¢quinas de coser las piezas troqueladas de cada zapato. Sus sillas est¨¢n rodeadas de bobinas de hilo y botas sin suelas, abiertas con la leng¨¹eta hacia afuera y el aspecto de enormes orqu¨ªdeas. Son zapatos de Panter, una empresa local de calzado de seguridad.
Ninguna de las mujeres tiene contrato. Por eso los polic¨ªas detienen al empresario por un delito contra los trabajadores, aunque no lo lleven a comisar¨ªa y simplemente lo citen para dos d¨ªas despu¨¦s.
¡ª?Cu¨¢l es el nombre de la empresa? ¡ªpregunta el inspector.
¡ªNo tiene.
Tampoco posee licencia de actividad, ni certificado de instalaci¨®n el¨¦ctrica, seguro, extintores, contrato de retirada de desechos t¨®xicos¡ ?l no est¨¢ dado de alta como aut¨®nomo.
¡ª?Hace declaraci¨®n de la renta?
¡ªNo.
Mientras, las mujeres siguen cosiendo. Contin¨²a el traqueteo.
La redada forma parte de la Operaci¨®n Ecosub que han lanzado la Generalitat de Valencia e Inspecci¨®n de Trabajo contra la econom¨ªa sumergida en una regi¨®n que se caracteriza por dos razones: concentra el 70% de la producci¨®n de calzado espa?ol y es inmune a la lucha contra el trabajo clandestino,algo que no es m¨¦rito escaso en un pa¨ªs en el que 253.000 millones de euros circulan por debajo del radar, seg¨²n la asociaci¨®n de t¨¦cnicos del Ministerio de Hacienda Gestha. En el a?o que lleva en marcha Ecosub se han destapado 44 empresas ilegales. El 60% se dedicaban al calzado, pero tambi¨¦n se localizaron talleres de cortado y tintado de pieles en s¨®tanos de chal¨¦s, f¨¢bricas de escobas en garajes, lavaderos de veh¨ªculos en mitad del campo, textiles, muebles¡ El dinero negro engendra m¨¢s dinero negro, y precariedad. De los 369 trabajadores fichados en esos talleres clandestinos, 253 estaban sin contrato ni alta en la Seguridad Social. En una nave de calzado los hombres de F. G. identificaron a 21 mujeres sin contrato; en Elche, un taller-patera chino con un empleado que dorm¨ªa all¨ª. La operaci¨®n ha revelado desde negocios diminutos a las poco honrosas actividades de empresarios con afici¨®n a pasar los fines de semana bebiendo champ¨¢n en Par¨ªs y que se plantaban a mitad de los registros policiales con sus equipos de abogados.
Los miembros de la polic¨ªa inscrita a la autonom¨ªa que est¨¢n agitando la zona llegaron a Elche en mayo del a?o pasado. Los empresarios del calzado los conocen como ¡°la Fiscal¨ªa¡±. Son dos unidades de 10 agentes procedentes de la Polic¨ªa Nacional que fueron dise?adas para labores mayormente administrativas, pero que empezaron a moverse ante la gran cantidad de denuncias que les llegaban, principalmente de extrabajadores y de talleres molestos con la competencia desleal de los clandestinos. Al frente de una de las unidades est¨¢ F. G., con 15 a?os de experiencia en el departamento de narc¨®ticos. Sus hombres normalmente act¨²an junto con inspectores de trabajo y dan cuenta de sus hallazgos al Ministerio de Trabajo y las Consejer¨ªas valencianas de Industria y Medioambiente.
¡°En talleres ilegales hemos encontrado zapatos de empresas internacionales que luego en las tiendas cobran a 100 euros el par¡±, explica el polic¨ªa. Una portavoz de la f¨¢brica de Panter, a la que pertenec¨ªan los pares encontrados en el taller ilegal, explica que ellos solo contratan a proveedores con todos los papeles en orden, con partes de entrada y salida, c¨®digos de barra, cheques¡ Pero que desconocen si esos proveedores pueden subcontratar parte de su producci¨®n. Ese es el problema cl¨¢sico: en esta peque?a comarca la econom¨ªa blanca y la negra se funden en un desesperante gris. Y todos lo saben.
Por eso, el d¨ªa despu¨¦s de que el Gobierno de Rajoy prometiera crear 600.000 empleos en Espa?a, el diario alicantino Informaci¨®n abr¨ªa con el titular ¡°100.796 trabajadores sumergidos en Alicante¡±. La cifra es el resultado de cruzar los datos de la EPA y las cotizaciones a la Seguridad Social. Esta cuenta de la vieja revela que Alicante es la provincia de Espa?a en la que m¨¢s trabajadores ocupados no cotizan: uno de cada seis. A 23.000 empleos de distancia se sit¨²a Valencia, y casi a 50.000, Baleares.
Los c¨¢lculos son un indicio de la precariedad laboral, pero tampoco deben tomarse al pie de la letra, porque la ley exonera de cotizar a los aut¨®nomos que no lleguen al salario m¨ªnimo. En el mundo de la econom¨ªa informal es imposible moverse con n¨²meros precisos. La ambig¨¹edad y las dobles contabilidades son la norma, igual que los contratos de jornadas de dos horas que encubren sesiones de 12 en el taller.
En talleres ilegales hemos encontrado zapatos que se venden a 100 euros en tiendas¡±, explica un polic¨ªa
Las actuaciones de la polic¨ªa han amplificado el alcance de la lucha contra el fraude, pero en Alicante ya exist¨ªan 50 inspectores y subinspectores de Inspecci¨®n de Trabajo, adem¨¢s de un equipo de cinco funcionarios dedicado en exclusiva a la econom¨ªa irregular. En 2013 hicieron aflorar 3.945 empleos negros, y este a?o las cifras van camino de duplicarse. No parece que haya demasiadas razones para ser optimista en esta lucha. En 1986, con la obligaci¨®n de declarar el IVA, comenzaron los intentos por emerger lo que permanec¨ªa sumergido, pero las costumbres son tozudas. A principio de los a?os ochenta la Consejer¨ªa de Trabajo del Pa¨ªs Valenciano calculaba que un 25% del producto regional bruto proced¨ªa del trabajo no legal, exactamente la misma cantidad que apunta este a?o un informe de Gestha.
Los vaivenes de la industria del calzado local son una cruel met¨¢fora de la evoluci¨®n del trabajo en Espa?a. De una condici¨®n casi colonial, el sector ha pasado a levantarse como un peso medio en exportaciones, pero las condiciones de sus trabajadores no siempre han acompa?ado estos progresos. Mientras la econom¨ªa nacional despegaba, ellos segu¨ªan sin recoger los beneficios; y ahora que se ha desfondado, han vuelto a encajar los golpes m¨¢s sucios.
Manuel Mart¨ªnez Valero se llama el estadio del Elche, equipo de f¨²tbol de Primera divisi¨®n. Adem¨¢s de presidente del club, el difunto Mart¨ªnez fue un empresario que comenz¨® en las l¨ªneas de producci¨®n de zapatos. Como ¨¦l, la mayor¨ªa de los empresarios cl¨¢sicos del calzado se formaron cosiendo zapatos en los alrededores de Elche en los a?os sesenta, cuando Estados Unidos localiz¨® en aquella zona rural una excelente reserva de mano de obra barata. A partir de ah¨ª fueron surgiendo peque?as empresas como Kelme o Pikolinos que salieron al mercado extranjero. Desde curtidores a fabricantes de cajas de cart¨®n, en 30 kil¨®metros a la redonda toda la econom¨ªa gravitaba alrededor del zapato. Y con la llegada de la democracia incluso creci¨® la conciencia respecto a las malas condiciones laborales, por ejemplo la peligrosidad de las colas que causaban la polineuropat¨ªa o polineuritis por N-Hexano, un gris¨² silencioso que caus¨® la invalidez de decenas de trabajadores que dorm¨ªan junto a los pegamentos en las mismas habitaciones en que aparaban todo el d¨ªa.
Para aumentar su competitividad, los empresarios ilicitanos comenzaron en los ochenta a trasladar parte de la producci¨®n a Wenzhou, la capital china del calzado. El objetivo era mantener la Vega Baja como centro log¨ªstico, de perfeccionamiento del producto, dise?o y embalaje, pero pronto se iba a descubrir que aquello de la globalizaci¨®n era un proceso de ida y vuelta. Los empresarios chinos empezaron a instalarse en Espa?a para comercializar directamente su producto, que introduc¨ªan en el pa¨ªs a trav¨¦s del puerto de Valencia, a veces con m¨¦todos fiscales poco ortodoxos, como ha recalcado la reciente Operaci¨®n Heijin de la Polic¨ªa Nacional contra un industrial chino de la zona que presuntamente logr¨® evadir 103 millones de euros. Los antiguos fabricantes locales comenzaron a venderles a esos nuevos ricos chinos sus naves industriales a precios desorbitados. En Alicante se reproduc¨ªa el modelo de Prato ¡ªla capital del Made in Italy by Chinese, donde el pasado a?o murieron siete trabajadores que malviv¨ªan en semiesclavitud¡ª. Ante los precios asi¨¢ticos, los salarios comenzaron a despe?arse. Tanto que el principal pol¨ªgono de Elche, el Carr¨²s, alcanz¨® en 2004 un momento de tensi¨®n dram¨¢tico cuando una manifestaci¨®n de trabajadores del calzado sin empleo incendi¨® dos naves de empresarios chinos.
Fue un drama relativo para un pa¨ªs en la senda del crecimiento. Ahora el Carr¨²s est¨¢ lleno de naves con letreros chinos que anuncian que los amos del lugar no nacieron en la Vega. Mientras, los trabajadores locales del calzado se comenzaron a recolocar en otros sectores, como la construcci¨®n y sus derivados, hasta que incluso se hizo dif¨ªcil encontrar aparadoras. Durante un tiempo se deriv¨® a un discurso nost¨¢lgico, temiendo la desaparici¨®n del trabajo tradicional, mientras la industria patria consegu¨ªa no perder comba en los mercados, apostando por el dise?o y la exportaci¨®n de calzado de mayor calidad. 2005 fue el primer a?o en el que Elche contabiliz¨® m¨¢s trabajadores en el sector servicios que en su industria zapatera. Pero entonces lleg¨® la brutal crisis. Todos esos puestos en el ladrillo, las tiendas o los hoteles de la tur¨ªstica mitad norte de Alicante se esfumaron, y los empleados burlados por la suerte se volvieron hacia los cordones, el olor a cola y la ausencia de contratos.
Mart¨ªn Carpena, secretario general de la comarca de Vinapol¨®-Vega Baja, ha visto esta evoluci¨®n. ¡°Desde 2008 el trabajo en negro ha remontado un 7%. Est¨¢ claro que esto le interesa a algunos. Quien no cumple con la legislaci¨®n no necesita irse a China porque ya se ahorra un 30% de gastos malpagando a sus trabajadores y enga?ando a la Seguridad Social¡±.
Las condiciones de trabajo para los ilegales no son sencillas. Sus ganancias quedan sujetas a las temporadas de la pasarela internacional. Al principio del invierno se confeccionan zapatos para verano; en verano, para el invierno. El resto del a?o es un p¨¢ramo. Un trabajador que no quiere dar su nombre ni revelar el pueblo en el que vive, explica que durante el medio a?o bueno gana 2.500 euros mensuales, produciendo unos mil pares a la semana. A estos ingresos hay que restarles las colas y la gasolina que gasta yendo a recoger los zapatos y a entregarlos. Tiene 50 a?os y lleva 15 pegando tacones en un taller en una peque?a nave anexa a su casa. ¡°Cuando termin¨¦ el instituto no hab¨ªa m¨¢s trabajo, as¨ª que me met¨ª¡±. Hasta hace dos a?os no estaba dado de alta en la Seguridad Social, pero le oblig¨® la presi¨®n de las empresas que quer¨ªan tener todos los papeles en orden para exportar sus productos. ?Un ¨¦xito del sistema? Solo a medias. ¡°Me di de alta de aut¨®nomo en la categor¨ªa m¨¢s baja, como limpiador. Pago 70 euros y no me da derecho a nada, pero estoy en regla y le facturo a la empresa una m¨ªnima parte de lo que cobro como si le hiciese trabajos de limpieza¡±. No presenta declaraci¨®n de la renta y su hijo es quien ingresa el dinero en su cuenta para no atraer la atenci¨®n de Hacienda.
El taller de este hombre nunca ha pasado una inspecci¨®n, ¡°ni la pasar¨ªa¡±, explica con una carcajada triste. Utiliza colas que asegura que no son t¨®xicas, pero solo ventila abriendo la puerta. Su jornada se extiende siete d¨ªas a la semana de siete de la ma?ana a once de la noche. ¡°Es muy duro, pero si no lo hago yo lo coger¨¢ otro, y tengo una hipoteca que pagar¡±.
Javier Garc¨ªa Lillo, el secretario general de la Federaci¨®n de Industrias del calzado Espa?ol, representa una industria que en 2012 dio empleo legal a 24.263 personas, con 1.397 empresas y 132,4 millones de zapatos exportados. El suyo es un sector a la defensiva, que se siente atacado al hablar de las aparadoras ilegales. ¡°Los trabajadores deben ser los que denuncien, no nosotros. Si esas empresas no funcionan dentro de la ley, es responsabilidad de la Agencia Tributaria¡±, empieza la conversaci¨®n. Luego reclama buena fe a la hora de aproximarse a una industria que presume de vender a 150 pa¨ªses. ¡°Hace 30 a?os que pedimos al Gobierno que nos declare un sector de temporadas, y eso ayudar¨¢ a terminar con estas cosas¡±, explica. Considera que las f¨¢bricas ilegales son ¡°casos aislados¡±, r¨¦moras de un tiempo que se desvanece. ¡°Hemos pasado de zapatos de bajo coste al alto coste. La diferencia est¨¢ en el dise?o y el marketing, no tanto en la fabricaci¨®n, que es siempre igual de costosa. Esas peque?as empresas que defraudan son las que contin¨²an ancladas en el pasado, trabajando para terceros porque no aportan valor a?adido¡±.
Valor a?adido. El relato de otra aparadora an¨®nima recuerda lo dif¨ªcil que resulta alcanzarlo. Tiene 55 a?os y trabaja en el comedor de su casa unas 10 horas al d¨ªa d¨¢ndole a la m¨¢quina de coser mientras vigila con un ojo el puchero. Sale a la puerta a hacer el pegado porque le tiene respeto a las colas, m¨¢s incluso que a las vecinas que le puedan denunciar a la Fiscal¨ªa. No gana mucho porque no se centra en un solo proceso. ¡°Empiezo el zapato y lo acabo¡±, cuenta. A la semana termina 150 botines, por 2,60 euros cada uno. ¡°Se paga la faena al mismo precio que hace 15 a?os. Ahora ya no hay trabajo, y los empresarios solo se lo dan a su f¨¢brica. Lo m¨ªo es un favor porque necesito comer¡±, explica.
Lleva a?os intentando escapar del sector. Comenz¨® a los 15. Lleg¨® a cotizar siete a?os mientras era dependienta y se empleaba en f¨¢bricas. Tiene problemas personales y por eso tuvo que volver ¡°obligada¡± a los zapatos. Tampoco podr¨ªa hacer otra cosa. ¡°Tengo las cervicales destrozadas de la m¨¢quina de coser. Preferir¨ªa ser limpiadora¡±. Las curvas de la vida la han llevado a aceptar con cierto estoicismo la posici¨®n que le ha reservado la econom¨ªa mundial. ¡°Yo misma prob¨¦ un a?o a repartir faena. Es m¨¢s f¨¢cil: solo tienes que pasearte, pero no me gustaba porque he sido aparadora y no quiero explotar a otros¡±. Eso no quiere decir que prefiera quejarse de sus condiciones laborales. Recuerda que es un favor. ¡°Yo lo entiendo. Las empresas no pueden pagar m¨¢s porque con la competencia global es imposible. Ah¨ª est¨¢n los chinos, que tambi¨¦n andan muertos de hambre. No es culpa de ellos. Ni de nosotros¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Fraude fiscal
- Econom¨ªa sumergida
- Empleo sumergido
- Elche
- Callosa de Segura
- Fraude Seguridad Social
- Calzado
- Provincia Alicante
- Crisis econ¨®mica
- Recesi¨®n econ¨®mica
- Empleo
- Comunidad Valenciana
- Coyuntura econ¨®mica
- Delitos fiscales
- Espa?a
- Seguridad Social
- Econom¨ªa
- Pol¨ªtica laboral
- Trabajo
- Bienes consumo
- Industria
- Comercio
- Fraudes
- Delitos
- Justicia