Maleni no es Willy Brandt
Maleni se atrinchera. El enroque de la exministra socialista Magdalena ?lvarez en la vicepresidencia del Banco Europeo de Inversiones (BEI), neg¨¢ndose a dimitir, promete constituirse en inolvidable p¨¢gina gloriosa. De esta democracia, de la marca Espa?a, y de la contribuci¨®n espa?ola al prestigio de las instituciones y organismos de la Uni¨®n Europea: y de uno en concreto, como el banco p¨²blico que tanto interesa para el relanzamiento econ¨®mico de este pa¨ªs. Se avizora una p¨¢gina tan sofisticada como elegante fue la operaci¨®n de acoso y derribo que le urdieron el Gobierno y el PP en plena campa?a electoral, para tapar verg¨¹enzas propias.
Las dificultades del Gobierno para echar a Maleni provienen de los recelos de los otros Gobiernos. No quieren que el asunto siente precedente y esperan que los litigios hispano-espa?oles se sustancien en casa y no irrumpan en la casa com¨²n. Las dificultades de ?lvarez para hacer lo que es obvio que debe hacer derivan o de una autoestima demasiado vitaminada o de la incomprensi¨®n de en qu¨¦ consiste la responsabilidad pol¨ªtica.
Llevemos la presunci¨®n de inocencia de la imputada ?lvarez al l¨ªmite. Consideremos la hip¨®tesis de que la peculiar juez Mercedes Alaya, pero tambi¨¦n la menos peculiar Audiencia de Sevilla hubieran actuado contra la ley al perseguirla por una causa ciertamente sorprendente: haber puesto en pie el edificio normativo que posteriormente utilizaron otros para el descomunal fraude de los ERE. A ojos profanos les es arduo vislumbrar ah¨ª el dolo imprescindible para que concurra un delito penal. O sea, es posible que ?lvarez acabe obteniendo la raz¨®n en sede judicial.
Pero eso para nada sustenta la continuidad de la vicepresidenta en su cargo. Tener la (hipot¨¦tica) raz¨®n jur¨ªdica (incluso la presunci¨®n de raz¨®n judicial) no otorga razones para continuar en un cargo cuando se perjudica su servicio, su imagen y por ende, su eficacia. Maleni no debe haber le¨ªdo la historia de la dimisi¨®n m¨¢s honorable ¡ªy una de las m¨¢s injustas¡ª en la historia europea, la que fund¨® la doctrina, en la socialdemocracia, de cu¨¢ndo hay que renunciar al cargo. La de Willy Brandt, que en 1974 abandon¨® la canciller¨ªa al descubrirse que uno de sus secretarios, G¨¹nter Guillaume, era un esp¨ªa infiltrado de la Stassi, la siniestra pol¨ªtica de la RDA. Brandt ignoraba ese extremo, pero el hecho arrojaba sombras objetivas sobre su honorabilidad y sobre el prestigio de su cargo. Las elimin¨® cesando en ¨¦l. La responsabilidad pol¨ªtica no equivale a la responsabilidad penal por haber actuado indebida, irregular o criminalmente. No supone reconocimiento de haber cometido delito. Ni implica asumir culpa ninguna. Supone salvar a la instituci¨®n de ser cuestionada y de constituirse en objeto de pol¨¦mica.
Quiz¨¢ habr¨ªa que arbitrar para algunos casos situaciones de excedencia especial (hilvanada en asteriscos) hasta la resoluci¨®n final del asunto. Pero es complejo. Y en todo caso, mientras no sea as¨ª, rige la doctrina Brandt. La demostraci¨®n m¨¢s pl¨¢stica de que ¡ª-contra lo que algunos proclaman¡ª-, esta no es una sociedad de castas, es que hay dirigentes que dimiten, renuncian, abdican. Aunque duela.
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