Un gran reinado
El nuevo reinado se va iniciar con un pa¨ªs convaleciente de la peor crisis por la que ha atravesado en muchos a?os, pero mucho m¨¢s pr¨®spero, moderno y solidario que el que hace 39 a?os se encontr¨® el rey Juan Carlos I. Cuando la historia se ocupe de su reinado lo calificar¨¢ como uno de los mejores que ha conocido Espa?a. Y no s¨®lo porque en su activo figure el haber devuelto la libertad y la soberan¨ªa al pueblo espa?ol, sino tambi¨¦n porque a pesar de haber atravesado nada menos que cuatro crisis econ¨®micas (la no ajustada del petr¨®leo de 1973, la segunda del petr¨®leo de 1979, la de 1993 y, por ¨²ltimo, la m¨¢s dura de todas, la actual), la Espa?a de hoy tiene poco que ver, desde el punto de vista econ¨®mico, con la de 1975. Seg¨²n los datos de la OCDE, entre 1975 y 2013, el PIB espa?ol se multiplic¨® (a precios constantes) por 2,31 veces, lo que implica un crecimiento claramente superior al de Alemania, Francia o Italia, y similar al de Inglaterra.
La sombra del balance es la insoportable tasa de paro que padecemos. En la primera mitad de la pasada d¨¦cada pareci¨® que est¨¢bamos en el buen camino del empleo, pero el estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera hicieron desaparecer las ilusiones. Es bastante notable lo dif¨ªcil que resulta para nuestra sociedad debatir a fondo las causas y remedios de esta situaci¨®n. En cualquier caso, a lo largo del tiempo, el Rey no ha dejado de instar a los sucesivos Gobiernos a que resuelvan lo que constituye uno de los principales problemas de nuestra sociedad.
Los primeros a?os del reinado estuvieron marcados por la primac¨ªa de los problemas pol¨ªticos sobre los econ¨®micos. La acertada prioridad dada a la construcci¨®n del sistema democr¨¢tico hizo que los problemas econ¨®micos pasaran a un segundo plano hasta que los desequilibrios se hicieron insostenibles y hubo que arreglar los desajustes que ven¨ªan de lejos.
El instrumento elegido fueron los Pactos de la Moncloa de 1977, que permitieron, al neutralizar las consecuencias sociales del ajuste, elaborar una Constituci¨®n de consenso cuya redacci¨®n en otras circunstancias habr¨ªa sido muy dif¨ªcil. El Rey estuvo al corriente desde el primer momento de lo que estaba en juego y alent¨® siempre, desde su papel moderador, la b¨²squeda de acuerdos y consensos. Las reformas pactadas, especialmente la reforma fiscal, permitieron repartir equitativamente la carga del ajuste. M¨¢s tarde, cuando la econom¨ªa comenzaba a recuperarse, vino la segunda crisis del petr¨®leo, lo que prolong¨® la austeridad unos a?os m¨¢s.
El suyo ha sido un gran reinado que la historia sin duda reconocer¨¢
La perspectiva del ingreso en la entonces Comunidad Europea inspir¨® desde el principio la pol¨ªtica econ¨®mica. Las negociaciones fueron largas y dif¨ªciles, pero al final Espa?a entr¨® a formar parte de la Comunidad el 1 de enero de 1986.
A pesar de que no hab¨ªa dudas sobre la necesidad de ligar nuestro destino econ¨®mico al de Europa, los primeros pasos no fueron f¨¢ciles. Se hab¨ªan realizado estudios sobre lo que podr¨ªa significar para nuestros productos la abolici¨®n de las barreras aduaneras, a cuyo socaire viv¨ªa la industria, y que apuntaban a una p¨¦rdida de producci¨®n del orden del 8% del PIB, lo que unido a las secuelas del ajuste de las dos crisis del petr¨®leo distaba mucho de ser reconfortante. Pero, afortunadamente, las cosas sucedieron de otra manera debido a dos hechos fundamentales. El primero fue la entrada masiva de capitales procedentes de los pa¨ªses m¨¢s avanzados, que vieron en Espa?a una excelente oportunidad de utilizar nuestro pa¨ªs como base de producci¨®n para el conjunto del mercado europeo. A ello contribuy¨® la estabilidad institucional demostrada por el sistema pol¨ªtico en los primeros a?os de la democracia, estabilidad que tuvo en el Rey uno de sus pilares fundamentales. Y por otra parte, la ca¨ªda de los precios del petr¨®leo en la segunda mitad de la d¨¦cada de los a?os ochenta ayud¨® a financiar sin grandes problemas el notable crecimiento de aquellos a?os. Las enormes entradas de capital contribuyeron decisivamente a la modernizaci¨®n del aparato productivo.
El momento ¨¢lgido de aquella etapa fueron los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona y la Exposici¨®n Universal de Sevilla: ambos acontecimientos proyectaron al mundo una imagen de renovaci¨®n y modernidad de Espa?a, lo que, unido a la acertada pol¨ªtica europea de los Gobiernos de Felipe Gonz¨¢lez, hicieron de nuestro pa¨ªs un socio fiable de la nueva Uni¨®n Europea y uno de los pilares de su nueva etapa de integraci¨®n.
Durante muchos a?os, la Comunidad Europea hab¨ªa progresado muy lentamente; se hablaba de euroesclerosis, de estancamiento. Sin embargo, la llamada Acta ?nica, firmada en 1986, aceler¨® significativamente la construcci¨®n de un gran mercado europeo. Para nosotros signific¨® un nuevo desaf¨ªo, pues nos incorporamos a un tren que estaba en marcha hacia una integraci¨®n mucho m¨¢s estrecha de la que hasta entonces hab¨ªa tenido lugar. Afortunadamente fuimos capaces de superar este nuevo reto, y a finales de la d¨¦cada de los a?os noventa, cuando se dio el gran paso adelante de la moneda ¨²nica, Espa?a estuvo en condiciones de formar parte del grupo inicial de la misma.
Vino entonces, en la primera mitad de la pasada d¨¦cada, la gran quimera del ladrillo. Cuando se desencaden¨® la crisis financiera en Estados Unidos, primero, en la Uni¨®n Europea y en el resto del mundo, despu¨¦s, nuestras dificultades se multiplicaron, pues al impacto de la crisis financiera hubo que a?adir el del estallido de la burbuja inmobiliaria y la incidencia de los cambios a escala global que afectaban y afectan a todas las econom¨ªas del mundo: la irrupci¨®n de China en los intercambios mundiales y el impacto de las nuevas tecnolog¨ªas de la informaci¨®n. La consecuencia de todo ello ha sido el aumento del paro por doquier, y de manera particularmente intensa en Espa?a, lo que ha puesto de relieve la necesidad de volver al camino de las reformas para superar las dif¨ªciles circunstancias por las que atravesamos.
Al final de la etapa y a pesar de las dificultades actuales nos encontramos con una econom¨ªa mucho m¨¢s s¨®lida y flexible que la del principio del reinado. Una sociedad m¨¢s justa en la que se han tejido redes de protecci¨®n social, sin duda menos tupidas que las de los pa¨ªses m¨¢s avanzados, pero impensables hace cuarenta a?os. Espa?a ya no es un pa¨ªs olvidado e irrelevante en el contexto mundial, sino una sociedad avanzada plenamente integrada en Europa y en el mundo.
El Rey ha desempe?ado un papel fundamental en todo este proceso. Ha sido el mejor embajador posible de Espa?a en todos los pa¨ªses del mundo, ha abierto puertas y mercados por doquier para nuestras empresas, amparado por su gran prestigio internacional; ha proporcionado una notable estabilidad a las instituciones de nuestra sociedad y ha defendido siempre la necesidad de construir una sociedad m¨¢s justa, m¨¢s equilibrada y abierta. El suyo ha sido un gran reinado que la historia sin duda reconocer¨¢.
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