El desperdicio de la guerra
Karl Marx escribi¨®, en una frase que se hizo famosa, que la historia se repite ¡°la primera vez como tragedia; la segunda, como farsa¡±. Sin embargo, cuando vemos lo que ocurre en la actualidad, no podemos evitar preguntarnos si despu¨¦s de una tragedia no nos aguarda otra m¨¢s. Aqu¨ª estamos, un siglo tras el inicio de la Primera Guerra Mundial, rodeados de un torrente de violencia, duplicidad y cinismo muy similar al que llev¨® al mundo al desastre en 1914. Y las regiones del mundo implicadas en ese entonces tambi¨¦n lo est¨¢n ahora.
La Segunda Guerra Mundial comenz¨® con un cierto modo de pensar, un convencimiento de que los acuciantes problemas sociales y pol¨ªticos en Europa Central podr¨ªan solucionarse por medios militares. Un siglo antes, el te¨®rico militar alem¨¢n Carl von Clausewitz hab¨ªa escrito que la guerra es ¡°la continuaci¨®n de la pol¨ªtica por otros medios¡±. Suficientes pol¨ªticos estuvieron de acuerdo con ¨¦l en 1914.
Sin embargo, la Primera Guerra Mundial demostr¨® que Clausewitz se hab¨ªa equivocado tr¨¢gicamente respecto de los tiempos modernos. La guerra en la era industrial es tragedia, desastre y devastaci¨®n, no soluciona ning¨²n problema pol¨ªtico; no constituye la continuaci¨®n de la pol¨ªtica, sino del fracaso pol¨ªtico.
La Primera Guerra Mundial puso fin a cuatro reg¨ªmenes imperiales: la dinast¨ªa prusiana (Hohenzollern), la dinast¨ªa rusa (Romanov), la dinast¨ªa turca (osmanl¨ª/otomana) y la dinast¨ªa austroh¨²ngara (Habsburgo). La guerra no solo caus¨® millones de muertes; dej¨® adem¨¢s un legado de revoluci¨®n, bancarrota estatal, proteccionismo y colapso financiero que cre¨® el marco para el ascenso de Hitler, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fr¨ªa.
Hagamos que las tragedias no sean sucedidas ni por farsas ni por otras tragedias, sino por el triunfo de la cooperaci¨®n y la decencia
A¨²n hoy seguimos tambaleantes. El territorio que alguna vez form¨® parte del imperio otomano ¡ªmulti¨¦tnico, multiestatal y multirreligioso¡ª nuevamente se ve envuelto en conflictos de guerra, desde Libia hasta Palestina-Israel, Siria e Irak. La regi¨®n de los Balcanes mantiene una atm¨®sfera de resentimiento y divisi¨®n pol¨ªtica: Bosnia y Herzegovina se muestran incapaces de instituir un Gobierno central eficaz y Serbia se encuentra profundamente sacudida por el bombardeo de la OTAN de 1999 y la pol¨¦mica independencia de Kosovo en 2008, a pesar de su amarga oposici¨®n.
El antiguo imperio ruso tambi¨¦n experimenta una creciente agitaci¨®n, una suerte de reacci¨®n demorada al colapso de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en 1991: Rusia ataca a Ucrania y contin¨²an los estallidos de violencia en Georgia, Moldavia y otros sitios. En Asia Oriental, las tensiones entre China y Jap¨®n ¡ªecos del siglo pasado¡ª son un peligro en aumento.
Como ocurri¨® hace un siglo, l¨ªderes vanidosos e ignorantes se inclinan por la lucha sin prop¨®sitos claros ni perspectivas realistas para la resoluci¨®n de los factores pol¨ªticos, econ¨®micos, sociales y ecol¨®gicos subyacentes que dan lugar a las tensiones. Demasiados Gobiernos asumen una postura de disparar primero y pensar despu¨¦s.
Consideremos Estados Unidos. Su estrategia b¨¢sica ha sido la de enviar tropas, aviones no tripulados o bombarderos a cualquier lugar que amenace su acceso al petr¨®leo, proteja a fundamentalistas isl¨¢micos o cree alg¨²n otro tipo de problemas para sus intereses, por ejemplo, los piratas en la costa de Somalia. As¨ª, las tropas estadounidenses, la CIA, los drones con misiles o los Ej¨¦rcitos con respaldo de EE UU participan en luchas en toda la zona que se extiende desde la regi¨®n del Sahel en ?frica Occidental, a trav¨¦s de Libia, Somalia, Yemen, Siria, Irak, Afganist¨¢n y m¨¢s all¨¢.
Toda esta actividad militar cuesta cientos de miles de vidas y miles de millones de d¨®lares. Pero, en vez de solucionar un ¨²nico problema subyacente, el caos aumenta y amenaza con producir una guerra que se extender¨¢ cada vez m¨¢s.
El comportamiento ruso no es mucho mejor: durante un tiempo, Rusia respald¨® el derecho internacional y se quej¨®, con raz¨®n, de que EE UU y la OTAN estaban violando el derecho internacional en Kosovo, Irak, Siria y Libia.
Pero el entonces presidente Vlad¨ªmir Putin apunt¨® a Ucrania, temiendo que el pa¨ªs se volviera hacia Europa. Repentinamente call¨® sus afirmaciones sobre el respeto del derecho internacional. Su Gobierno luego se anexion¨® ilegalmente a Crimea y est¨¢ llevando a cabo una guerra de guerrillas cada vez m¨¢s brutal en el este ucranio (primero a trav¨¦s de representantes y, seg¨²n parece ahora, con participaci¨®n directa de las fuerzas rusas).
En este contexto, la suerte del vuelo 17 de Malaysia Airlines es aterrorizante no solo por su brutalidad, sino tambi¨¦n como indicio de un mundo enloquecido. Mientras escribo estas l¨ªneas, se desconoce qui¨¦nes apuntaron y dispararon el misil, aunque los culpables m¨¢s probables son rebeldes en el este ucranio, con apoyo ruso. Sobre lo que hay indudable certeza, sin embargo, es que la violencia desatada por la guerra de Putin en Ucrania ha costado cientos de vidas inocentes y acercado al mundo al desastre.
En la actualidad, no hay h¨¦roes en las grandes potencias; el cinismo reina en todas las partes implicadas. EE UU ciertamente infringe el derecho internacional al recurrir a la fuerza sin autorizaci¨®n de Naciones Unidas. Env¨ªa drones y fuerzas secretas a pa¨ªses soberanos sin su aprobaci¨®n. Esp¨ªa de manera implacable tanto a sus amigos como a sus enemigos.
Rusia hace lo mismo, inflige muertes en Ucrania, Georgia y otros pa¨ªses vecinos. Las ¨²nicas constantes en todo esto son el f¨¢cil recurso a la violencia y las mentiras que inevitablemente lo acompa?an.
Las principales diferencias entre la actualidad y el mundo en 1914 son cuatro. En primer lugar, hemos pasado desde entonces por dos guerras desastrosas, una gran depresi¨®n y una guerra fr¨ªa. Y tuvimos la oportunidad de aprender una o dos cosas sobre la estupidez y futilidad de la violencia colectiva organizada. En segundo lugar, la pr¨®xima guerra mundial, en la era nuclear, pondr¨¢, casi con total seguridad, fin al mundo.
La tercera gran diferencia es que hoy d¨ªa, con nuestras maravillosas tecnolog¨ªas, contamos con todas las oportunidades para solucionar los problemas subyacentes de la pobreza, el hambre, las migraciones forzadas y la degradaci¨®n ambiental, que crean tantos peligrosos polvorines.
Finalmente, tenemos el derecho internacional, si es que decidimos usarlo. Las facciones beligerantes en Europa y Asia hace 100 a?os no pod¨ªan recurrir al Consejo de Seguridad ni a la Asamblea de la ONU, jurisdicciones donde la diplomacia, no la guerra, puede ser la verdadera continuaci¨®n de la pol¨ªtica. Hemos sido bendecidos con la posibilidad de construir la paz a trav¨¦s de una instituci¨®n global fundada para ayudar a garantizar que la guerra mundial nunca se repita.
Como ciudadanos del mundo, nuestro trabajo ahora es exigir la paz a trav¨¦s de la diplomacia y de iniciativas globales, regionales y nacionales que se ocupen del azote de la pobreza, las enfermedades y la degradaci¨®n ambiental. En este cent¨¦simo aniversario de uno de los mayores desastres de la historia humana, hagamos que las tragedias no sean sucedidas ni por farsas ni por otras tragedias, sino por el triunfo de la cooperaci¨®n y la decencia.
Jeffrey D. Sachs es profesor de Desarrollo Sostenible y de Pol¨ªticas y Gesti¨®n de la Salud, y director del Earth Institute en la Universidad de Columbia. Tambi¨¦n es asesor especial del secretario general de las Naciones Unidas para los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
? Project Syndicate, 2014.
www.project-syndicate.org
Traducci¨®n al espa?ol por Leopoldo Gurman.
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