La voz de alarma de los ¡®halcones¡¯
Hay que preguntarse el porqu¨¦ de la alarma incesante de los de siempre contra la inflaci¨®n
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Seg¨²n un reciente reportaje de The New York Times, hay desacuerdos en la Reserva Federal: ¡°Una minor¨ªa de funcionarios de la Reserva Federal cada vez m¨¢s contundente quiere que el banco central se aparte a mayor velocidad¡± de sus pol¨ªticas de pr¨¦stamos baratos que, seg¨²n advierten, nos exponen al riesgo de un aumento de la inflaci¨®n. Y este debate, nos dicen, seguramente dominar¨¢ el gran simposio econ¨®mico que ahora mismo se celebra en Jackson Hole, Wyoming.
Es muy posible que as¨ª sea. Pero hay algo que deber¨ªan saber: Esa ¡°minor¨ªa contundente¡± lleva seis a?os lanzando advertencias sobre la subida de la inflaci¨®n, casi sin interrupci¨®n. Y la persistencia de esa obsesi¨®n me parece m¨¢s interesante e importante que el hecho de que los sospechosos de siempre est¨¦n diciendo lo de siempre.
Antes de intentar explicar la obsesi¨®n con la inflaci¨®n, hablemos de lo sorprendente que dicha obsesi¨®n es en realidad.
El art¨ªculo del Times menciona de manera espec¨ªfica a Charles Plosser, de la Reserva Federal de Filadelfia, que en efecto est¨¢ haciendo advertencias sobre el riesgo de inflaci¨®n. Pero deber¨ªan saber que advirti¨® sobre el peligro del aumento de la inflaci¨®n en 2008. Advirti¨® sobre ello en 2009. Hizo lo mismo en 2010, 2011, 2012 y 2013. En cada ocasi¨®n se equivoc¨® pero, inaccesible al desaliento, ahora vuelve a hacerlo.
Y este historial no tiene nada de particular. Con muy pocas excepciones, los funcionarios y economistas que hace a?os lanzaban advertencias terribles sobre la inflaci¨®n siguen advirti¨¦ndonos m¨¢s o menos lo mismo hoy en d¨ªa. Narayana Kocherlakota, presidente de la Reserva Federal de Minneapolis, es el ¨²nico contraejemplo destacado que me viene a la mente.
Ahora bien, todo aquel que lleva tiempo dedic¨¢ndose a la econom¨ªa, incluido por supuesto yo mismo, ha hecho alguna predicci¨®n incorrecta. Si no es as¨ª, es que est¨¢ yendo muy a lo seguro. Los halcones de la inflaci¨®n, sin embargo, no dan muestras de aprender de sus errores. ?D¨®nde est¨¢ el examen de conciencia, el intento de comprender c¨®mo pueden haberse equivocado tanto?
La cuesti¨®n es que, cuando vemos a alguien aferr¨¢ndose a una visi¨®n del mundo a pesar de los hechos, incapaz de replantearse sus creencias aun cuando los pron¨®sticos han fallado repetidamente, debemos sospechar que hay motivos ocultos. As¨ª que la pregunta interesante es qu¨¦ tiene el alarmismo sobre la inflaci¨®n que lo hace tan atractivo para algunas personas que siguen dando la voz de alarma a pesar de haberse equivocado una y otra vez.
Bueno, cuando los mitos econ¨®micos persisten, la explicaci¨®n suele encontrarse en la pol¨ªtica (y, en concreto, en los intereses de clase). No hay ni la m¨¢s m¨ªnima prueba de que bajarles los tipos impositivos a quienes tienen mucho dinero estimule la econom¨ªa, pero no es ning¨²n misterio la raz¨®n por la que destacados republicanos como el representante Paul Ryan siguen afirmando que unos impuestos m¨¢s bajos para los ricos son el secreto del crecimiento.
Las afirmaciones de que nos enfrentamos a una crisis fiscal inminente, de que Estados Unidos se convertir¨¢ en Grecia cualquier d¨ªa de estos, les resultan igualmente ¨²tiles a aquellos cuyo prop¨®sito es desmantelar los programas sociales.
A primera vista, la afirmaci¨®n de que el dinero a bajo inter¨¦s provocar¨¢ un desastre incluso en una econom¨ªa deprimida parece diferente, porque los intereses de clase est¨¢n mucho menos claros. S¨ª, unos tipos de inter¨¦s bajos se traducen en beneficios a largo plazo para los tenedores de obligaciones (que por lo general son ricos), pero tambi¨¦n se traducen en plusval¨ªas a corto plazo para esos mismos obligacionistas.
Pero aunque el dinero f¨¢cil puede en principio tener efectos dispares sobre las fortunas (literalmente) de los ricos, en la pr¨¢ctica, la petici¨®n de que se restrinja el cr¨¦dito a pesar de la elevada tasa de paro siempre proviene de la derecha. Hace ocho d¨¦cadas, Friedrich Hayek advert¨ªa sobre cualquier intento de mitigar la Gran Depresi¨®n mediante ¡°la creaci¨®n de una demanda artificial¡±; hace tres a?os, Ryan pr¨¢cticamente acus¨® a Ben Bernanke, entonces presidente de la Reserva, de intentar "degradar" el d¨®lar. La obsesi¨®n con la inflaci¨®n est¨¢ tan estrechamente relacionada con las pol¨ªticas conservadoras como las exigencias de que se rebajen los impuestos sobre el patrimonio.
El porqu¨¦ est¨¢ menos claro. Pero la fe en la incapacidad del Gobierno para hacer algo positivo es un principio fundamental del credo conservador. Hacer una excepci¨®n con la pol¨ªtica monetaria (¡°el Gobierno siempre es el problema, no la soluci¨®n, a menos que hablemos de que la Reserva baje los tipos de inter¨¦s para combatir el paro¡±) puede ser una distinci¨®n demasiado sutil para una ¨¦poca en la que los pol¨ªticos republicanos extraen sus ideas econ¨®micas de las novelas de Ayn Rand.
Lo que me lleva otra vez a la Reserva Federal y a la pregunta de cu¨¢ndo poner fin a las pol¨ªticas de pr¨¦stamos f¨¢ciles.
Hasta las palomas monetarias como Janet Yellen, presidenta de la Reserva, suelen reconocer que en alg¨²n momento habr¨¢ que levantar el pie del pedal. Y puede que ese momento no est¨¦ muy lejos; el paro oficial ha ca¨ªdo en picado, aunque los sueldos siguen sin subir y la inflaci¨®n es baja todav¨ªa.
Pero los ¨²ltimos a los que uno querr¨ªa preguntar por la pol¨ªtica m¨¢s conveniente son esos que llevan a?os y a?os advirtiendo sobre la inflaci¨®n. Y no es solo que se hayan equivocado sistem¨¢ticamente, sino que han defendido una postura que, lo sepan o no, es fundamentalmente pol¨ªtica, en vez de estar basada en el an¨¢lisis. Debemos escucharlos con educaci¨®n - los buenos modales siempre son una virtud - y luego hacer caso omiso de ellos.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa de la Universidad de Princeton y premio Nobel de Econom¨ªa de 2008.
Traducci¨®n de News Clips.
? 2014 New York Times Service.
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