La democracia del siglo XXI
Con reglas de juego correctas podr¨ªamos restaurar un crecimiento r¨¢pido y compartido
La recepci¨®n en Estados Unidos, y en otras econom¨ªas avanzadas, del reciente libro de Thomas Piketty (El Capital en el Siglo XXI) da testimonio de la cada vez mayor preocupaci¨®n sobre la creciente desigualdad. El libro de Piketty refuerza a¨²n m¨¢s la colecci¨®n ya abrumadora de pruebas sobre la vertiginosa subida de la proporci¨®n de ingresos y riqueza en la parte m¨¢s alta de la distribuci¨®n del ingreso y la riqueza.
El libro de Piketty, adem¨¢s, ofrece una perspectiva diferente sobre los 30 o m¨¢s a?os posteriores a la Gran Depresi¨®n y a la Segunda Guerra Mundial: ve a este per¨ªodo como una anomal¨ªa hist¨®rica, tal vez causada por la inusual cohesi¨®n social que los eventos catastr¨®ficos pueden estimular. En dicha ¨¦poca de r¨¢pido crecimiento econ¨®mico, la prosperidad fue ampliamente compartida, y todos los grupos avanzaron; sin embargo, aquellos grupos en la parte inferior vieron mayores ganancias porcentuales.
Piketty tambi¨¦n arroja nueva luz sobre las ¡°reformas¡± que promocionaron Ronald Reagan y Margaret Thatcher en la d¨¦cada de los ochenta como potenciadoras del crecimiento del cual todos se beneficiar¨ªan. De manera posterior a dichas reformas sobrevino un crecimiento m¨¢s lento y una mayor inestabilidad a nivel mundial, y adem¨¢s, el crecimiento que s¨ª aconteci¨® benefici¨® en su gran mayor¨ªa a aquellos en la parte superior de la distribuci¨®n.
Pero el trabajo de Piketty va m¨¢s all¨¢: plantea problemas fundamentales tanto sobre la teor¨ªa econ¨®mica como sobre el futuro del capitalismo. Piketty documenta un gran incremento en el ratio riqueza/producci¨®n. En la teor¨ªa est¨¢ndar, tales incrementos estar¨ªan asociados con una ca¨ªda en el rendimiento del capital y un aumento en los salarios. Sin embargo, hoy en d¨ªa el rendimiento del capital no parece haber disminuido, a pesar de que los salarios s¨ª disminuyeron. (En Estados Unidos, por ejemplo, los salarios medios han disminuido alrededor de un 7% en las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas).
La explicaci¨®n m¨¢s obvia es que el incremento en la riqueza medida no corresponde a un incremento en el capital productivo ¡ªy los datos parecen ser consistentes con esta interpretaci¨®n¡ª. Gran parte del incremento en la riqueza provino de un incremento en el valor de los inmuebles. Antes de la crisis financiera de 2008, se pudo evidenciar en muchos pa¨ªses la presencia de una burbuja inmobiliaria; incluso hasta ahora, puede no se haya ¡°corregido¡± dicha situaci¨®n de manera completa. El aumento en el valor tambi¨¦n puede representar la competencia entre los ricos por bienes que denotan una ¡°posici¨®n¡± ¡ªuna casa en la playa o un apartamento en la Quinta Avenida de la ciudad de Nueva York¡ª.
A veces, un aumento en la riqueza financiera medida corresponde a casi nada m¨¢s que un simple desplazamiento desde la riqueza ¡°no medida¡± hacia esa riqueza medida ¡ªy estos desplazamientos pueden, en los hechos, reflejar un deterioro en el desempe?o de la econom¨ªa en general¡ª. Si aumenta el poder monop¨®lico o las empresas (como, por ejemplo, los bancos) desarrollan mejores m¨¦todos para la explotaci¨®n de los consumidores comunes, ello se mostrar¨¢ como mayores ganancias y, cuando dichas ganancias se capitalizan, se mostrar¨¢n como un aumento en la riqueza financiera.
No obstante, cuando lo anteriormente detallado sucede, el bienestar social y la eficiencia econ¨®mica por supuesto que caen, incluso de manera simult¨¢nea a un aumento oficial en la riqueza medida. Nosotros simplemente no tomamos en cuenta la disminuci¨®n correspondiente al valor del capital humano ¡ªes decir, no tomamos en cuenta la disminuci¨®n de la riqueza de los trabajadores¡ª.
Por otra parte, si los bancos tienen ¨¦xito en el uso de su influencia pol¨ªtica para socializar las p¨¦rdidas y retener m¨¢s y m¨¢s del total de sus ganancias mal habidas, la riqueza medida en el sector financiero aumenta. No medimos la disminuci¨®n correspondiente a la riqueza de quienes pagan impuestos. Del mismo modo, si las corporaciones convencen a los gobiernos para que estos paguen m¨¢s de lo debido por sus productos (tal como las grandes compa?¨ªas farmac¨¦uticas pudieron lograrlo), o si las corporaciones obtienen acceso a recursos p¨²blicos a precios por debajo de los precios del mercado (tal como las empresas mineras pudieron lograrlo), aumenta la riqueza financiera medida, a pesar de que existe una disminuci¨®n en la riqueza de los ciudadanos comunes.
Lo que hemos estado observando ¡ªestancamiento de los salarios e incremento en la desigualdad, incluso a medida que la riqueza aumenta¡ª no refleja el funcionamiento de una econom¨ªa de mercado que se considera como normal, sino que refleja lo que yo denomino como ¡°capitalismo suced¨¢neo¡± (en ingl¨¦s ersatz capitalism). El problema puede que no sea c¨®mo los mercados deber¨ªan funcionar o c¨®mo dichos mercados funcionan en los hechos, pero puede que el problema se ubique en nuestro sistema pol¨ªtico, mismo no ha logrado garantizar que los mercados sean competitivos; y adem¨¢s, dicho sistema pol¨ªtico ha dise?ado reglas que sustentan mercados distorsionados en los que las corporaciones y los ricos pueden (y por desgracia s¨ª lo hacen) explotar a todos los dem¨¢s.
Los mercados, por supuesto, no existen en un espacio vac¨ªo. Tienen que haber reglas del juego, y ¨¦stas son establecidas a trav¨¦s de procesos pol¨ªticos. Los altos niveles de desigualdad econ¨®mica en pa¨ªses como Estados Unidos y, cada vez m¨¢s en pa¨ªses que han seguido el modelo econ¨®mico de dicho pa¨ªs, conducen a la desigualdad pol¨ªtica. En un sistema como el que se describe, las oportunidades para el progreso econ¨®mico se tornan, a su vez, en desiguales, y consecuentemente refuerzan los bajos niveles de movilidad social.
Por lo tanto, el pron¨®stico de Piketty sobre niveles a¨²n m¨¢s altos de desigualdad no refleja las inexorables leyes de la econom¨ªa. Simples cambios ¡ªincluyendo la aplicaci¨®n de niveles m¨¢s altos de impuestos a las ganancias de capital y las herencias, un mayor gasto para ampliar el acceso a la educaci¨®n, la aplicaci¨®n rigurosa de las leyes antimonopolio, reformas a la gobernanza corporativa que contengan los salarios de los ejecutivos, y regulaciones financieras que frenen la capacidad de los bancos para explotar al resto de la sociedad¡ª reducir¨ªan la desigualdad y aumentar¨ªan la igualdad de oportunidades de manera muy notable.
Si logramos tener las reglas de juego correctas, podr¨ªamos incluso ser capaces de restaurar el crecimiento econ¨®mico r¨¢pido y compartido que caracterizaba a las sociedades de clase media de la mitad del siglo XX. La principal interrogante a la que nos enfrentamos hoy en d¨ªa realmente no es un cuestionamiento sobre el capital en el siglo XXI. Es una pregunta sobre la democracia en el siglo XXI.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Econom¨ªa, es profesor universitario en la Universidad de Columbia. Su libro m¨¢s reciente, en coautor¨ªa con Bruce Greenwald, es Creating a Learning Society: A New Approach to Growth, Development, and Social Progress.
Traducido del ingl¨¦s por Roc¨ªo L. Barrientos
? Project Syndicate, 2014.
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