Desigualdad perturbadora
Frenar la concentraci¨®n de las rentas es imprescindible para la supervivencia del sistema
En las dos d¨¦cadas previas a la emergencia de la crisis financiera y econ¨®mica global, la desigualdad en la distribuci¨®n de la renta se hab¨ªa ampliado de forma considerable. Los datos correspondientes a 2008 difundidos por la OCDE avalaban las conclusiones de trabajos anteriores de otras instituciones y acad¨¦micos, como los muy respetados de Emmanuel Saez y Thomas Picketty. Desde EE UU hasta Espa?a, en la mayor¨ªa de las econom¨ªas avanzadas la etapa de expansi¨®n no sirvi¨® para distribuir mejor. Las diferencias de renta entre pa¨ªses ricos y pobres se estrecharon, en gran medida como consecuencia de las ventajas asociadas a la globalizaci¨®n del comercio y a la movilidad internacional de la inversi¨®n. Pero las existentes dentro de la mayor¨ªa de las econom¨ªas avanzadas se ampliaron.
La causa fundamental de esa adversa distribuci¨®n de la renta no solo fue el mayor crecimiento en la remuneraci¨®n del capital frente a la del trabajo, sino tambi¨¦n la ampliaci¨®n de la brecha en el seno de estas ¨²ltimas. Las diferencias en cualificaci¨®n acentuaron esa segmentaci¨®n. La disposici¨®n de habilidades tecnol¨®gicas, consecuentes con la extensi¨®n de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y comunicaci¨®n, y la descentralizaci¨®n y externalizaci¨®n de fases y procesos productivos aceleraron la obsolescencia de capacidades de muchos trabajadores en econom¨ªas avanzadas. Junto a ello, la expansi¨®n financiera tambi¨¦n contribuy¨® a que las rentas del trabajo en ese sector se diferenciaran de las del resto, impulsadas por las multimillonarias retribuciones de directivos de las empresas financieras.
Lejos de compensar esas tendencias, las pol¨ªticas fiscales, las reducciones de impuestos directos y la elevaci¨®n de los indirectos contribuyeron a ampliarlas. Desde 2008 la crisis ha ampliado esas diferencias. Lo ha hecho a trav¨¦s de la generaci¨®n de desempleo y reducci¨®n de rentas del trabajo entre los individuos con menor capacidad defensiva. Tambi¨¦n a trav¨¦s de la penalizaci¨®n directa de las personas m¨¢s dependientes de los servicios p¨²blicos. Las pol¨ªticas de austeridad fiscal, adem¨¢s de acentuar el estancamiento de las econom¨ªas, han aumentado la vulnerabilidad de las rentas m¨¢s bajas. Y lo siguen haciendo.
El resultado m¨¢s inquietante no es ¨²nicamente esa desafecci¨®n creciente de capas importantes de la poblaci¨®n, sino la perturbaci¨®n de la propia din¨¢mica econ¨®mica. La evidencia es pr¨®diga acerca del impacto adverso de esa desigualdad sobre la confianza de los agentes, sobre el consumo y la inversi¨®n y sobre la solvencia y calidad de los activos bancarios. La estabilidad del crecimiento econ¨®mico, en ¨²ltima instancia, queda hipotecada.
Frenar esa tendencia exige que las econom¨ªas vuelvan a crecer a ritmos suficientes para reducir el desempleo y bajar el elevado endeudamiento de las familias. Ello requiere en la eurozona de pol¨ªticas que reduzcan la insuficiencia de la demanda agregada. Monetarias, como las esbozadas por el BCE, pero tambi¨¦n las basadas en el aumento de la inversi¨®n p¨²blica del conjunto de la eurozona. Siendo esa expansi¨®n necesaria, la condici¨®n suficiente es poner las pol¨ªticas fiscales a trabajar por una mejor distribuci¨®n. De lo contrario, la amenazada no ser¨¢ solo la emblem¨¢tica igualdad de oportunidades, sino la estabilidad del propio sistema que tradicionalmente la ha pretendido garantizar como fundamento de la propia eficiencia econ¨®mica.
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