Poder y sueldos

El mi¨¦rcoles, McDonald¡¯s ¡ªcuyos empleados llevan un tiempo protestando por sus bajos salarios¡ª anunci¨® que les subir¨ªa el sueldo a los trabajadores. La subida no supondr¨¢ mucho en s¨ª misma: el nuevo sueldo m¨ªnimo est¨¢ solo un d¨®lar por encima del salario m¨ªnimo nacional y, adem¨¢s, esta medida solamente afecta a los restaurantes que son propiedad directa de McDonald¡¯s, no a los muchos establecimientos cuyos propietarios son franquiciados. Pero, al menos, es posible que esta ¨²ltima declaraci¨®n, como la que realiz¨® Walmart hace un par de meses al anunciar una subida de salarios mucho mayor, sea el presagio de un cambio importante en las relaciones laborales estadounidenses.

A lo mejor no es tan dif¨ªcil subirles el sueldo a los trabajadores de EE UU, despu¨¦s de todo.

Seguramente, la mayor¨ªa de la gente estar¨ªa de acuerdo en que el estancamiento de los salarios y, en t¨¦rminos m¨¢s generales, la reducci¨®n del n¨²mero de puestos de trabajo capaces de mantener a la clase media son dos grandes problemas para Estados Unidos. Pero la actitud general ante la disminuci¨®n del empleo de calidad es fatalista. ?No es una cuesti¨®n de oferta y demanda? ?No es cierto que la competencia mundial y la tecnolog¨ªa que ahorra mano de obra han imposibilitado que se paguen sueldos dignos a los empleados, a menos que estos tengan mucha formaci¨®n?

Por extra?o que resulte, sin embargo, cuanto m¨¢s sabe uno sobre la econom¨ªa del trabajo, menos inclinado se siente a compartir ese fatalismo. Para empezar, la influencia de la competencia mundial sobre el mercado laboral est¨¢ sobrevalorada; s¨ª, la manufacturaci¨®n se enfrenta a mucha m¨¢s competencia que antes, pero la gran mayor¨ªa de los empleados estadounidenses trabajan en el sector de los servicios y no les afecta el comercio internacional. Y la prueba de que la tecnolog¨ªa est¨¢ reduciendo los salarios est¨¢ mucho menos clara de lo que se podr¨ªa deducir de todos esos comentarios sobre el "desfase formativo".

Y a¨²n m¨¢s importante es el hecho de que el mercado laboral no es como el mercado de la soja o el de la panceta. Los trabajadores son personas: las relaciones entre los empresarios y sus empleados son m¨¢s complejas que una simple relaci¨®n entre oferta y demanda. Y esta complejidad hace que exista mucho m¨¢s margen para fijar los salarios de lo que generalmente se cree. De hecho, podemos subir los sueldos considerablemente si queremos.

?C¨®mo sabemos que el mercado laboral es diferente? Empecemos por las consecuencias del salario m¨ªnimo. Hay muchas pruebas sobre los efectos que tiene: cada vez que un estado sube el salario m¨ªnimo pero los estados vecinos no lo hacen, est¨¢, de hecho, llevando a cabo un experimento controlado. Y la inmensa mayor¨ªa de las veces, la conclusi¨®n que se extrae de esas pruebas es que el efecto que se podr¨ªa esperar ¡ªque la subida del salario m¨ªnimo destruya empleo¡ª es d¨¦bil o inexistente. Subir el salario m¨ªnimo mejora la calidad del empleo; no parece que lo haga m¨¢s escaso.

?C¨®mo es eso posible? Al menos una parte de la respuesta radica en que los trabajadores no son, de hecho, materias primas. A una fanega de soja no le importa cu¨¢nto paguemos por ella; pero unos empleados con un sueldo digno tienden a trabajar mejor - por no mencionar que es menos probable que se marchen y haya que sustituirlos - que unos trabajadores que reciban la cantidad m¨ªnima que un empresario pueda pagar impunemente. En consecuencia, la subida del salario m¨ªnimo, aunque encarece la mano de obra, tiene ventajas que tienden a reducir los costes, lo que compensa el posible efecto negativo sobre el empleo.

Hay factores similares que explican otro de los enigmas del mercado laboral: el hecho de que distintas empresas que aparentemente se dedican a lo mismo, puedan pagar sueldos muy diferentes. Se suele comparar a Walmart (con sus salarios bajos, el escaso entusiasmo de sus trabajadores y su elevada rotaci¨®n de personal) con Costco (que ofrece sueldos m¨¢s altos y mejores prestaciones, y compensa la diferencia con m¨¢s productividad y una mayor lealtad de los trabajadores). Es verdad que ambos minoristas prestan servicio a mercados diferentes; los productos de Costco son superiores y sus clientes tienen m¨¢s dinero. Pero, no obstante, la comparaci¨®n indica que pagar sueldos m¨¢s altos le cuesta al empresario mucho menos de lo que se podr¨ªa pensar.

Y esto, a su vez, indica que no deber¨ªa ser tan dif¨ªcil subir los sueldos de forma generalizada. Imaginen que les di¨¦semos a los trabajadores cierta capacidad de negociaci¨®n aumentando el salario m¨ªnimo, haciendo que les resultase m¨¢s f¨¢cil organizarse y, lo que es fundamental, aspirando al pleno empleo en vez de buscar razones para estrangular la recuperaci¨®n a pesar de la baja tasa de inflaci¨®n. Teniendo en cuenta lo que ahora sabemos sobre el mercado laboral, los resultados podr¨ªan ser sorprendentemente notables; porque quiz¨¢s un peque?o empuj¨®n sea todo lo que necesiten muchas empresas estadounidenses para alejarse de esa estrategia de sueldos bajos que se ha impuesto en nuestra sociedad desde hace ya muchos a?os.

Hay precedentes hist¨®ricos de este tipo de subida salarial. La sociedad de clase media que ahora vemos reducirse y perderse en la distancia no surgi¨® de manera espont¨¢nea; naci¨® en gran medida gracias a la "gran compresi¨®n" salarial que se produjo durante la Segunda Guerra Mundial y cuyos efectos se prolongaron durante m¨¢s de una generaci¨®n.

?Podr¨ªamos repetir ese logro? Las subidas de sueldos de Walmart y McDonald¡¯s ¡ªque se ha materializado gracias a un mercado laboral m¨¢s tenso y a la presi¨®n de los activistas¡ª nos dan una peque?a idea de lo que podr¨ªa ocurrir a una escala inmensamente mayor. No hay excusas para el fatalismo salarial. Si queremos, podemos subirles el sueldo a los trabajadores estadounidenses.

Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa de la Universidad de Princeton y premio Nobel de Econom¨ªa de 2008.

? The New York Times Company, 2015.

Traducci¨®n de News Clips