La hora de la catarsis
La p¨¦rdida de credibilidad obliga a los sindicatos a reinventarse. Y eso no pasa por derogar la reforma laboral. El ¡®duopolio¡¯ est¨¢ en cuesti¨®n
El debate p¨²blico actual acerca de los sindicatos se mueve entre dos posiciones extremas. Unos piensan que los sindicatos son m¨¢s necesarios que nunca. Sin su intervenci¨®n, el descalabro salarial hubiese sido m¨¢s intenso y la precariedad laboral, a¨²n m¨¢s extensa. Consideran que los sindicatos tambi¨¦n han sido v¨ªctimas de esta recesi¨®n. Est¨¢n persuadidos de que nuestro sistema productivo es el aut¨¦ntico responsable de nuestros males, en especial, de la baja calidad de los empleos. Se debe defender el modelo vigente de relaciones laborales durante los ¨²ltimos 35 a?os y derogar la ¨²ltima reforma laboral, recuperando preceptos como la ultraactividad en los convenios [pr¨®rroga autom¨¢tica hasta que las partes acuerdan uno nuevo]. Tambi¨¦n deber¨ªan reforzarse las atribuciones sindicales para que fueran m¨¢s eficaces, concedi¨¦ndoles por ley la participaci¨®n en los ¨®rganos de decisi¨®n de las empresas.
Otros argumentan todo lo contrario. Que los sindicatos no s¨®lo son in¨²tiles, sino tambi¨¦n perniciosos. Que no son v¨ªctimas, sino en gran parte culpables de nuestros males: desde el paro y la precariedad, hasta del tama?o de nuestras empresas. Reducir su poder forma parte de la receta para salir de esta crisis. Por ello, la reforma laboral acert¨® con su objetivo de debilitar a los sindicatos. Era necesaria, fue y seguir¨¢ siendo pieza clave de nuestra recuperaci¨®n. Tambi¨¦n consideran que los sindicatos no deber¨ªan inmiscuirse en las pol¨ªticas activas. Si no fueron eficaces hasta ahora fue por las prebendas de las que se beneficiaron. Tampoco deber¨ªan disfrutar de subvenciones directas ni por la v¨ªa de los cursos de formaci¨®n.
El poder de las centrales se ha ido deteriorando por el avance imparable de los servicios y el declive de los sectores tradicionales
Son dos posturas ideol¨®gicas. En la pr¨¢ctica, un tanto exageradas. Lo cierto es que ambas coinciden en que el modelo sindical est¨¢ en crisis, pero difieren en la soluci¨®n para superarla.
Como el teatro, los sindicatos parecen estar en una crisis perpetua. Sin embargo, este es un momento cr¨ªtico. Son varios los datos que lo ilustran. El m¨¢s significativo quiz¨¢s sea la baj¨ªsima credibilidad que tienen entre la poblaci¨®n. En el bar¨®metro del CIS de abril del a?o pasado salieron como una de las instituciones en las que los ciudadanos tienen menos confianza, justo detr¨¢s de los partidos pol¨ªticos (1,89 sobre diez) y del Gobierno (2,45): lograron una puntuaci¨®n de 2,5 sobre diez. Esto ocurre adem¨¢s cuando, a priori, m¨¢s se les necesita. Cuando se han alcanzado los mayores niveles de desigualdad salarial, de inseguridad y precariedad laboral.
Los sindicatos pasan por dificultades, no solo aqu¨ª, sino en todas partes. No solo en esta ¨²ltima recesi¨®n. El poder sindical se ha venido deteriorando desde hace d¨¦cadas. Sus soportes tradicionales se han ido reduciendo por el avance imparable de los servicios y el declive de los sectores tradicionales. Las innovaciones tecnol¨®gicas y la globalizaci¨®n han propiciado cambios sustanciales en los modos de producci¨®n y han favorecido la externalizaci¨®n del trabajo, someti¨¦ndolo a la subcontrataci¨®n y la deslocalizaci¨®n, en definitiva, fuera del control sindical. La oferta de trabajo tambi¨¦n es bien distinta a la de hace treinta a?os. El empleo de los trabajadores con educaci¨®n superior poco propensos a participar en los sindicatos (al menos en el sector privado) no ha cesado de crecer, hasta el punto de superar ya al de los trabajadores menos formados. Por si fuera poco, durante esta recesi¨®n, el empleo p¨²blico (otra de las bases tradicionales de los sindicatos) tambi¨¦n se ha visto seriamente trastocado, tanto en cantidad como en calidad. Todos estos fen¨®menos han deteriorado el poder sindical en su funci¨®n extractiva y protectora.
Los empleados m¨¢s vulnerables necesitan de nuevas formas de representaci¨®n, al no haber logrado protecci¨®n
Pero el modelo sindical espa?ol pasa, adem¨¢s, por una crisis propia. Bien es cierto que no se puede interpretar la falta de credibilidad de los sindicatos al margen de la crisis institucional generalizada que encabezan los partidos pol¨ªticos y en la que tambi¨¦n est¨¢ implicada la Monarqu¨ªa. Las tres instituciones (las cuatro si sumamos la patronal) comparten protagonismo en las noticias incesantes sobre fraudes fiscales y apropiaci¨®n o mal uso de los fondos p¨²blicos. Pero el paralelismo con los partidos pol¨ªticos no finaliza aqu¨ª. El modelo sindical espa?ol tambi¨¦n tiene su propio bipartidismo (o lo que se lleg¨® a denominar duopolio sindical en los a?os 80). Y al igual que los partidos pol¨ªticos (y de nuevo que la patronal) se sustenta en unas reglas que se fijaron en la transici¨®n. Tambi¨¦n dependen de los resultados de unas elecciones. Pero la ley fij¨® un reducido umbral de votos para poder llegar a ser considerados como sindicatos m¨¢s representativos en ¨¢mbitos territoriales o sectoriales y para negociar convenios colectivos que se aplican luego a todos los trabajadores del ¨¢mbito de negociaci¨®n, est¨¦n o no afiliados a los sindicatos. Esta es la bien conocida regla de eficacia general. Parecido a los partidos pol¨ªticos. No hace falta que estemos afiliados, ni que les hayamos votado para que nos gobiernen.
En consecuencia, ni los trabajadores tienen incentivos para afiliarse ni los sindicatos para lograr una fuerte implantaci¨®n en las empresas. Es un modelo basado en el gorroneo, en el que los trabajadores se pueden beneficiar de la acci¨®n sindical, sin necesidad de participar en ella y sin que les suponga ning¨²n coste. Un modelo que no fomenta la conexi¨®n entre sindicatos y representados. Donde s¨®lo alrededor de un 15% de los asalariados est¨¢ sindicado, pero donde los convenios colectivos afectan al 90% de ellos. Un modelo peculiar, distinto del resto de Europa, donde no rige el mismo modelo de eficacia general.
Las noticias incesantes sobre fraudes fiscales?y mal uso de fondos p¨²blicos han da?ado?su imagen
Siguiendo con el s¨ªmil de los partidos pol¨ªticos, la estrategia ¨®ptimadel sindicato como instituci¨®n es ganar elecciones para poder adquirir poder en las mesas de negociaci¨®n. As¨ª que el objetivo es uno: satisfacer al votante mediano. Pero este votante es algo distinto del de las elecciones generales. En primer lugar, porque el censo electoral s¨®lo incluye a los asalariados que lleven un m¨ªnimo de tiempo trabajando en una empresa en la que haya mesa electoral, lo cual excluye a las m¨¢s peque?as. En un estudio realizado con Juan Jos¨¦ Dolado y Marcel Jansen encontr¨¢bamos que casi un 30% de los asalariados quedaban excluidos de este censo por razones legales, penaliz¨¢ndose especialmente a los j¨®venes y a las mujeres en general. Tampoco votan los inactivos, ni los parados, ni los aut¨®nomos. Dado el problema del gorroneo que mencion¨¢bamos antes, muy probablemente el votante mediano se acerque al perfil del afiliado. Y este perfil no es el que se encuentra tradicionalmente en el precariado. El afiliado t¨ªpico de un sindicato es var¨®n, de edad avanzada, con estudios medios, con contrato permanente y que trabaja en una empresa de m¨¢s de 250 empleados. Desde luego, su m¨¢xima implantaci¨®n est¨¢ entre los funcionarios. Como las demandas de estos trabajadores son distintas de las de los dem¨¢s, es muy racional que los sindicatos traten de satisfacerlas, dejando al margen o dando menos prioridad a las necesidades del resto.?
Pero parte de este resto, los trabajadores en precario, ya representa a la mitad de la oferta de trabajo si sumamos parados, desanimados y trabajadores a tiempo parcial y temporales involuntarios. Este puede ser uno de los factores que expliquen mejor la falta de credibilidad actual de los sindicatos. Es un colectivo amplio de personas que est¨¢n hartas de dar tumbos de empresa en empresa, sin perspectivas de una carrera laboral decente. Necesitan de nuevas formas de asociacionismo y representaci¨®n, al no conseguir ni protecci¨®n ni respuestas v¨¢lidas en los sindicatos tradicionales. Dir¨ªa adem¨¢s que, por causas generacionales, tampoco pueden identificarse con los dirigentes sindicales tradicionales, tan distintos de su perfil.
El espa?ol es el modelo del gorroneo: el empleado se puede beneficiar de la acci¨®n sindical sin necesidad de participar
Seg¨²n c¨¢lculos que pudimos hacer en el estudio antes mencionado, en el inicio de esta recesi¨®n el 99% de la destrucci¨®n de empleo recay¨® en colectivos no afiliados a los sindicatos, y el 79% en colectivos sin posibilidad de votar en elecciones sindicales. En este momento, la reacci¨®n de los sindicatos fue tibia, los salarios siguieron creciendo con escasa moderaci¨®n. Pero en la segunda fase de la crisis, la destrucci¨®n de empleo tambi¨¦n alcanz¨® a los trabajos m¨¢s protegidos.
En t¨¦rminos netos, entre finales de 2010 y finales de 2013, se perdieron casi un mill¨®n de empleos indefinidos, diez veces m¨¢s que en la primera fase de la crisis. Es decir, que los sindicatos ya no solo no pudieron cumplir con su funci¨®n extractora (los salarios de los que mantuvieron su empleo se congelaron en t¨¦rminos nominales), sino que tampoco pudieron con la funci¨®n protectora de sus representados. Seg¨²n el bar¨®metro del CIS de noviembre de 2013, un 52,1% de las personas que pertenecieron o participaron activamente en un sindicato lo hicieron para defender sus intereses, y por esta misma raz¨®n m¨¢s de un 24% se dieron de baja, ¡°porque no serv¨ªa para nada¡±. En ambas preguntas estos fueron los valores m¨¢ximos alcanzados entre todas las asociaciones. En definitiva, estos datos apoyar¨ªan la hip¨®tesis de que el sindicato no es una instituci¨®n ideol¨®gica; representa una comunidad de intereses, a la que se deja de asistir cuando no sirven para los mismos.
A la pregunta sobre si los sindicatos son necesarios, creo que hay que responder que s¨ª, con toda rotundidad. Pero el modelo sindical tiene que renovarse, y eso no ocurrir¨¢ con una vuelta atr¨¢s. No se resuelve simplemente con una derogaci¨®n de la reforma laboral. Habr¨ªa que cambiar las reglas para acabar con el modelo del gorroneo e incentivar que los sindicatos incorporen a parte del precariado entre sus representados reales. Con ello, probablemente cambien tambi¨¦n su objetivo y no se limiten de forma prioritaria a la extracci¨®n de rentas y la protecci¨®n del empleo apoy¨¢ndose casi en exclusiva en la regulaci¨®n laboral. Esta es la faceta m¨¢s pasiva de los sindicatos, algo as¨ª como su yin.
Por el contrario, un cambio de modelo facilitar¨¢ que los sindicatos impulsen su faceta de voz colectiva, de participaci¨®n activa en la marcha de las empresas, y consigan ser un instrumento eficaz para mejorar la productividad de los trabajadores. Dejar¨¢n entonces de pensar en t¨¦rminos est¨¢ticos para hacerlo en t¨¦rminos din¨¢micos (sacrificios hoy para obtener beneficios ma?ana), esto es, un proceso de inversi¨®n en la empresa a trav¨¦s de sus trabajadores. En definitiva, velar¨¢n por las carreras profesionales de sus representados, m¨¢s que por mantener el statu quo a toda costa. No se apoyar¨¢n tanto en la regulaci¨®n, como en la confianza y el mutuo acuerdo. Algo as¨ª como su yang. Claro que las reglas probablemente haya que cambiarlas tambi¨¦n para las asociaciones empresariales, con problemas similares de representatividad. Pero esto da para otro art¨ªculo.
Florentino Felgueroso es investigador la Fundaci¨®n de Estudios de Econom¨ªa Aplicada (Fedea)
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