La vida en tiempos de austeridad
Con la austeridad se reducen los ingresos, se recortan los beneficios y se destruyen empleos. No tenemos garant¨ªas de que estos programas den resultado pronto y la econom¨ªa vuelva cuanto antes a la normalidad
Cuando me hizo el honor de concederme el Premio Fronteras del Conocimiento en la categor¨ªa de Econom¨ªa, Finanzas y Gesti¨®n de Empresas, la Fundaci¨®n BBVA mencion¨® mi reciente trabajo sobre el bienestar. No solo la econom¨ªa, tambi¨¦n la psicolog¨ªa y la filosof¨ªa dedican cada vez m¨¢s atenci¨®n a este campo de investigaci¨®n, conocido como "ciencia de la felicidad". Incluso los institutos de estad¨ªstica nacionales e internacionales vienen demostrando su inter¨¦s por medir el nivel de bienestar dentro de su habitual seguimiento de la vida de los pa¨ªses.
Todos quisi¨¦ramos ser felices, pero una gran parte del mundo est¨¢ hoy preocupada porque los programas de austeridad que muchos pa¨ªses padecen nos har¨¢n infelices, quiz¨¢ durante bastantes a?os. Que la austeridad traer¨¢ sufrimiento es, por desgracia, cierto. Sin embargo, los resultados de esta nueva investigaci¨®n nos ayudan a entender el modo en que nos har¨¢ infelices, y tal vez puedan incluso ofrecernos un poco de esperanza y de consuelo.
Con la austeridad se reducen los ingresos, se recortan los beneficios y se destruyen empleos. Aunque confiamos en que estos programas den resultado pronto y la econom¨ªa vuelva cuanto antes a la normalidad, no tenemos ninguna garant¨ªa al respecto, y es posible que nos esperen muchos a?os de p¨¦rdidas de ingresos y de m¨¢s desempleo. El nivel de vida es m¨¢s bajo de lo que ser¨ªa en otras circunstancias, y algunas de las personas que pierden sus trabajos podr¨ªan tener problemas para encontrar otro, tal vez incluso durante el resto de su vida activa. Tambi¨¦n los j¨®venes que acceden por vez primera al mercado laboral est¨¢n en peligro, y pierden no solo los ingresos que les corresponder¨ªan, sino una experiencia de trabajo inestimable para sus futuras carreras profesionales. Y habr¨¢ quienes tengan m¨¢s dif¨ªcil acceder al colegio y a la universidad, viendo as¨ª comprometido su porvenir.
Estas son las cosas que preocupan a los economistas cuando meditan sobre la austeridad o sobre los retrocesos que supone. Y est¨¢ bien que sea as¨ª, porque el descenso de los ingresos y el aumento del desempleo traen privaciones y desesperaci¨®n a muchas vidas.
La nueva investigaci¨®n sobre el bienestar no menosprecia este tradicional enfoque econ¨®mico, pero aporta una perspectiva y un modo de pensar diferentes sobre lo que de verdad importa. Nos ayuda, por tanto, a considerar lo que aguarda a la vida emocional de la gente mientras afronta un futuro enormemente dif¨ªcil e incierto.
La investigaci¨®n sobre el bienestar pregunta acerca de las vidas de las personas. Los investigadores inquieren sobre ingresos, sobre empleos y sobre lo que la gente hace. Adem¨¢s, las encuestas preguntan a la gente sobre c¨®mo piensa que le van las cosas -lo que sirve para valorar la satisfacci¨®n vital- y tambi¨¦n sobre su vida emocional. Hay diversos modos de preguntar por las emociones, pero una de ellas -la que utiliza Gallup en sus encuestas- consiste en preguntar a una persona sobre sus experiencias del d¨ªa anterior: si sinti¨® mucha felicidad, o tristeza, o preocupaci¨®n, o estr¨¦s, o c¨®lera. Resulta que todas estas dimensiones de nuestra vida son distintas. Alguien puede decir que su vida va muy bien, pero que ayer estaba triste: tal vez ha conseguido un ascenso, pero est¨¢ llorando la p¨¦rdida de un ser querido. Otro puede estar en paro, tener malas perspectivas laborales, y decir que su vida va fatal, pero informar de que ayer se lo pas¨® genial con sus amigos. Las vidas emocionales son complejas, y la nueva investigaci¨®n intenta tener en cuenta todas estas dimensiones. Es algo muy ¨²til cuando pensamos en los efectos que la austeridad tiene en la vida de las personas.
Empecemos por las malas noticias. Cuando los ingresos caen, la gente piensa que su vida empeora. Cuando la gente pierde su empleo las consecuencias son considerables en la valoraci¨®n de su vida. Visto as¨ª, el desempleo es una de las peores cosas que pueden ocurrirle a alguien -no tan malo como perder a quien quer¨ªamos, o como divorciarse, pero muy malo-. El efecto va mucho m¨¢s all¨¢ de la p¨¦rdida de ingresos que se deriva del desempleo, porque tener un trabajo es parte sustancial de la autoestima de una persona, y le da a su vida un sentido y un prop¨®sito. De modo que cuando la gente pierde su trabajo no solo pierde dinero, sino otra dimensi¨®n de su vida que es valiosa. Esto no significa que el dinero no tenga importancia por s¨ª mismo. La gente de los pa¨ªses m¨¢s pobres suele estar menos satisfecha con su vida, y no hay un solo pa¨ªs donde la gente con m¨¢s ingresos no tenga en m¨¢s alta estima su vida que la gente que gana menos. Son estas medidas para valorar la vida las que revelan el dolor que provoca la austeridad.
Estas son malas noticias para los que est¨¢n padeciendo con los programas de austeridad. Para los que han tenido la mala suerte de perder su trabajo, para los que han visto mermados sus ingresos porque el negocio va mal, ser¨¢ imposible ignorarlo y decir que la vida va bien. La gente sabr¨¢ todos los d¨ªas que su vida no es tan buena como antes. Se preocupar¨¢ tambi¨¦n por el dinero, y sentir¨¢ una mayor tensi¨®n. Claro est¨¢ que los programas de austeridad tienen en cuenta que no todo el mundo sufre en la misma medida: en EE UU, durante la gran recesi¨®n, solo uno de cada veinte trabajadores perdi¨® su empleo. La vida empeor¨® notablemente para los damnificados y para sus familias, pero el nivel de satisfacci¨®n medio del pa¨ªs no cambi¨® mucho, porque uno entre veinte es un porcentaje peque?o de la poblaci¨®n.
Todo esto es muy sombr¨ªo. ?Qu¨¦ hay de las buenas noticias? Como nos dicen los poetas y los fil¨®sofos, el dinero no lo es todo, y puede que ni siquiera sea lo m¨¢s importante. Nuestros estudios han demostrado que las vidas emocionales son m¨¢s resistentes a las circunstancias econ¨®micas que nuestra percepci¨®n de c¨®mo nos va la vida. El sentimiento de felicidad, alegr¨ªa, preocupaci¨®n, tristeza, enfado, dolor o placer que forman el tapiz de nuestra experiencia d¨ªa a d¨ªa guarda mucha menos relaci¨®n con nuestras circunstancias econ¨®micas. Aquello que nos produce alegr¨ªa -nuestros amigos, la familia, los ni?os, o en mi caso, mis nietos- no depende tanto del dinero. Los datos de la Encuesta Mundial Gallup demuestran que en los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo la gente experimenta felicidad con tanta frecuencia como en los pa¨ªses m¨¢s ricos, y tambi¨¦n que algunos de los pa¨ªses del mundo con mayor nivel de satisfacci¨®n vital -Dinamarca ser¨ªa un ejemplo- van bastante peor en el asunto de la felicidad. Este no es el caso de Espa?a, que hoy por hoy ocupa el puesto 25 (de 158) en satisfacci¨®n vital y el 26 en felicidad.
Las vidas emocionales no son completamente ajenas al dinero. Si yo fuera tan pobre que no pudiera visitar a mis nietos, ser¨ªa muy infeliz. En general, la falta de dinero -la pobreza- puede interferir gravemente en nuestras vidas emocionales, seguramente porque no tengamos suficiente ni siquiera para hacer vida social, comer con los amigos o practicar deporte con ellos. Pero m¨¢s all¨¢ de eso, el dinero no importa tanto.
Son buenas noticias, y supone tambi¨¦n una advertencia. La advertencia de que los programas de austeridad deben dise?arse para proteger a los m¨¢s desfavorecidos, porque la pobreza puede arruinar gran parte de lo que importa a la gente. Pero si eso se logra, por m¨¢s que la gente percibe la austeridad con enorme fastidio, hay muchas menos razones para preocuparse por la felicidad. La gente seguir¨¢ siendo igual de feliz (o infeliz) que antes, se preocupar¨¢ quiz¨¢ un poco m¨¢s, pero no por ello estar¨¢ m¨¢s triste, o m¨¢s enfadada, y disfrutar¨¢ igual de sus vidas. La austeridad es mala -ya lo creo que lo es-, pero no tiene por qu¨¦ destruir nuestros placeres diarios.
Angus Deaton es catedr¨¢tico de Econom¨ªa y Asuntos Internacionales de la Universidad de Princeton.
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