M¨¢s ricos y menos iguales
Espa?a pas¨® de ser un pa¨ªs de renta media a alta en los ¨²ltimos 30 a?os, pero las debilidades de su modelo productivo y distributivo tienden a ampliar la brecha social
Se dice que hay dos tipos de mentiras, la com¨²n y la estad¨ªstica. La primera, hablando en plata, tiene las patas cortas. La segunda puede mantenerse durante mucho tiempo. En el caso de la evoluci¨®n de la renta o la riqueza de las personas, la manipulaci¨®n estad¨ªstica tiende a estirarse como un chicle porque sirve a la pol¨ªtica tanto como el mejor de los esl¨®ganes propagand¨ªsticos. As¨ª, 30 a?os despu¨¦s de que Espa?a comenzase su andadura como miembro del club europeo y ocho a?os despu¨¦s de que la asaltase la peor crisis econ¨®mica de la democracia, el jefe del Gobierno espa?ol puede insistir en que los ciudadanos est¨¢n mejor y el l¨ªder de la oposici¨®n afirmar todo lo contrario. Lo peor es que, echando mano de los datos, los dos pueden tener raz¨®n.
Por una parte, desde que Espa?a entr¨® en la UE (la antigua CEE) en 1986 el pa¨ªs pas¨® de ser de renta media a alta. Los espa?oles superaron la crisis de mediados de los noventa y los datos macroecon¨®micos en 2015 se?alan que tambi¨¦n se est¨¢ sobrellevando la recesi¨®n que arranc¨® en 2007. A esta recuperaci¨®n ayuda que en los a?os previos a la crisis se ampliaran los servicios b¨¢sicos y las infraestructuras, y se estimularan los emprendimientos empresariales de todos los tama?os, tanto para operar en el mercado dom¨¦stico como para salir a competir en el exterior: m¨¢s del 70% de las m¨¢s de un mill¨®n de compa?¨ªas existentes naci¨® en los ¨²ltimos tres decenios. Espa?a, con todas sus carencias, sigue siendo un pa¨ªs con una cobertura social amplia y universal e instituciones que sirven bien a la poblaci¨®n.
Todo esto, sin embargo, no puede esconder que la desaceleraci¨®n revel¨® que el pa¨ªs es uno de los que registra mayores diferencias de renta entre los hogares en comparaci¨®n con sus vecinos de la UE, que el modelo distributivo es d¨¦bil, que la estructura productiva es poco competitiva, que el aumento de las rentas depende mucho de actividades muy c¨ªclicas como la construcci¨®n o los servicios, y que la formaci¨®n educativa est¨¢ por debajo de la necesaria para igualar las oportunidades. En s¨ªntesis, aunque los espa?oles est¨¢n mejor que hace 30 a?os, subsisten los factores que hacen vulnerables a las clases medias y bajas frente a la ca¨ªda de la actividad. Para hacerse una idea del problema, un dato: el 10% de la poblaci¨®n acapara el 55,6% de la riqueza. Si se toma el 20%, el porcentaje sube al 68,8%.
El vaso, en cualquier caso, es mejor verlo medio lleno. ¡°Espa?a y los espa?oles est¨¢n en 2015 a a?os luz de 1985. Hace 30 a?os apenas sal¨ªamos de la crisis de los ochenta, a¨²n est¨¢bamos desmontando el entramado econ¨®mico del franquismo, la peseta compraba m¨¢s bien poco, 11 millones de personas ten¨ªan trabajo, apenas el 28% [el dato m¨¢s bajo hasta hoy], de las cuales casi dos millones lo hac¨ªan en un sector agrario precario, y ven¨ªamos de perder casi otro mill¨®n de empleos industriales desde 1980¡±, explica la doctora en Econom¨ªa Mar Rubio, de la Universidad P¨²blica de Navarra. ¡°Pese a los m¨¢s de cuatro millones de empleos que se han perdido desde 2007, hoy trabajan en Espa?a casi 18 millones de personas, el 38% de la poblaci¨®n total del pa¨ªs. Por comparaci¨®n, en el mejor dato hist¨®rico, justo antes de empezar la ca¨ªda hace ocho a?os, se alcanz¨® un porcentaje del 45%¡±, a?ade la historiadora.
Las grandes etapas
El ciclo econ¨®mico espa?ol posterior a la crisis 1973-1985 experiment¨® tres etapas clave. Hubo un periodo de expansi¨®n vigorosa y de convergencia con Europa de 1986 a 1990, en la que la tasa de paro pas¨® del 21% al 16%. Le sigui¨® un retroceso que se hizo agudo entre 1992 y 1993 a ra¨ªz de causas externas (problemas en la unificaci¨®n alemana, las crisis en el este de Europa, el conflicto del Golfo) e internas (tipos de inter¨¦s elevados, inflaci¨®n, burbuja inmobiliaria, ca¨ªda de la inversi¨®n extranjera, una tasa de desempleo del 24%). Ya a partir de 1995, el crecimiento se recupera y buena parte de la actividad econ¨®mica se instala en una burbuja que pincha tras la crisis de las hipotecas basura de EE?UU en octubre de 2007.
¡°En el debate p¨²blico, es frecuente confundir renta con riqueza. Ambas dimensiones son importantes, pero son aspectos m¨¢s complementarios que sustitutivos entre s¨ª. En general, la riqueza siempre est¨¢ distribuida m¨¢s desigualmente en las sociedades (pero tambi¨¦n hay menos datos disponibles)¡±, explica Sara Torregrosa, profesora de Historia e Instituciones Econ¨®micas de la Universidad de Barcelona. ¡°La renta es el concepto que suele interesar para hablar de distribuci¨®n, como aproximaci¨®n a niveles de bienestar material. El crecimiento de las rentas medias en el periodo 1985-2015 es indudable. No obstante, utilizar solo la media es una imagen pobre de la situaci¨®n de los hogares en el pa¨ªs. Podemos encontrarnos que el crecimiento es positivo, pero viene acompa?ado de un aumento de la inequidad¡±. La acad¨¦mica critica ¡°que no se suelen utilizar indicadores de desigualdad en la capacidad de consumo neta de los hogares [renta disponible menos impuestos indirectos pagados]¡± y que, ¡°vistos los recientes aumentos en el IVA, el uso de este concepto mostrar¨ªa un deterioro superior en la distribuci¨®n de la renta¡±.
Las mujeres y los ni?os a la cola
En los naufragios, se supone que las mujeres y los ni?os deben abordar los botes salvavidas en primer lugar. Desafortunadamente, tras el hundimiento que sobrevino con la crisis econ¨®mica en 2007, estos grupos de poblaci¨®n quedaron los ¨²ltimos en las prioridades del rescate. A pesar de que la crisis afect¨® m¨¢s a hombres que a mujeres ¡ªporque los sectores m¨¢s golpeados, como la construcci¨®n y la industria, tienen una mayor mano de obra masculina, lo que tendi¨® a igualar el riesgo de caer en la pobreza entre g¨¦neros¡ª, las diferencias entre ambos sexos en el mercado de trabajo espa?ol son mayores que en otros pa¨ªses europeos.
¡°Las brechas en salarios, tasas de actividad y empleo siguen siendo muy elevadas entre hombres y mujeres. Adem¨¢s, la segregaci¨®n en las ocupaciones sigue limitando tanto los sueldos de las mujeres como su presencia en puestos de m¨¢xima responsabilidad, de tal forma que la excesiva presencia femenina en contratos a tiempo parcial mal remunerados y, en general, en ocupaciones con bajos salarios las sit¨²an en una posici¨®n de clara desventaja econ¨®mica¡±, dice Luis Ayala, catedr¨¢tico de Econom¨ªa Aplicada de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
Ayala es uno de los coordinadores del ¨²ltimo estudio de la Fundaci¨®n Foessa (Fomento de Estudios Sociales y Sociolog¨ªa Aplicada) sobre exclusi¨®n, que investig¨® con una metodolog¨ªa alternativa la situaci¨®n de las mujeres. El informe observa que la metodolog¨ªa tradicional ¡ªla incidencia de la pobreza monetaria, la intensidad de distintas formas de privaci¨®n no monetaria, entre otras¡ª muestra una similitud en los niveles de pobreza de hombres y mujeres entre 2004 y 2012.
Foessa, en vez de utilizar el hogar como unidad de an¨¢lisis ¡ªdonde la renta se distribuye de forma equitativa entre sus miembros¡ª, lo ha hecho sobre los individuos. La investigaci¨®n arroja que el 47,4% de las mujeres ser¨ªan pobres si viviesen solas, un porcentaje dos veces superior al de los hombres. Tambi¨¦n que un n¨²mero sustancial de mujeres no tiene acceso a ning¨²n ingreso, que su riesgo pobreza se mantiene latente a lo largo de su ciclo vital y que se incrementa con la procreaci¨®n. Tambi¨¦n concluye que estas caracter¨ªsticas son extrapolables a cualquier regi¨®n de Espa?a y que un mayor nivel educativo es un factor de protecci¨®n, pero bastante limitado.
Y es que el trabajo que realizan las mujeres dentro de la unidad familiar, incluyendo la crianza de los hijos, no se contabiliza en ninguna estad¨ªstica ni se tiene en cuenta el coste de oportunidades.
¡°Uno de los resultados m¨¢s dram¨¢ticos de la crisis es el agravamiento de la ca¨ªda de los ingresos de los hogares con ni?os. La pobreza afecta a m¨¢s de uno de cada cuatro ni?os. Especialmente grave es que la pobreza severa sea en los hogares con ni?os superior al 10%. Es preocupante c¨®mo ha crecido la desigualdad entre los hogares con ni?os, debido a los problemas de desempleo de los adultos del hogar y a la ca¨ªda general de la actividad econ¨®mica y de las rentas de los hogares (...) De los Veintiocho pa¨ªses de la UE, la relaci¨®n entre la cuant¨ªa de la prestaci¨®n por hijo a cargo y la renta media es s¨®lo inferior en Grecia. Esa cuant¨ªa es menos del 5% de la renta media espa?ola¡±, dice Ayala.
El catedr¨¢tico Javier Andr¨¦s enfatiza que el hecho de que los hogares con ni?os est¨¦n mucho menos protegidos que en otros pa¨ªses de la UE es un problema que ampliar¨¢ la desigualdad en las futuras generaciones. ¡°Es necesario potenciar el crecimiento demogr¨¢fico mediante ayudas a las familias, incluida la conciliaci¨®n, y el acceso temprano a una educaci¨®n de calidad. La escolarizaci¨®n y la calidad de los maestros en edades tempranas son elementos fundamentales en el desarrollo de una formaci¨®n acad¨¦mica posterior de excelencia. El sector p¨²blico debe actuar con urgencia y eficacia en el caso de familias con pocos recursos y/o con poca valoraci¨®n de los rendimientos de la educaci¨®n, para nivelar al m¨¢ximo las oportunidades de todos desde la cuna¡±, a?ade. El consenso es amplio entre los economistas sobre el hecho de que es la desigualdad de oportunidad la que debe corregirse a trav¨¦s de un mejor educaci¨®n. No obstante, alertan contra la penalizaci¨®n de la desigualdad de esfuerzo a trav¨¦s, por ejemplo, de una mayor presi¨®n fiscal sobre los m¨¢s emprendedores.
El rompecabezas estad¨ªstico entra en juego y, como son fichas moldeables, dependiendo de c¨®mo se ensamble, el resultado final difiere bastante. A pesar de que la felicidad no se puede medir, los economistas no se cansan de intentarlo. Si en algo coinciden es en que el producto interior bruto (PIB) no es el indicador m¨¢s adecuado para medir el bienestar. ¡°El PIB y el PIB per capita miden lo que miden: el valor de la producci¨®n total de un pa¨ªs y el correspondiente por habitante. No pretenden reflejar el grado de felicidad de los ciudadanos. Digo esto porque en los ¨²ltimos a?os han cambiado algunas caracter¨ªsticas del modelo econ¨®mico y social que inciden en el bienestar pero que no se reflejan en el PIB. Las reformas laborales han empeorado las retribuciones, las condiciones de trabajo y las expectativas de mantener el empleo. Y otras reformas como las educativas y sanitarias tambi¨¦n han reducido el nivel de satisfacci¨®n. As¨ª que aunque se hable de una recuperaci¨®n del PIB, esto no implica que sea as¨ª en t¨¦rminos de felicidad¡±, concluye Carlos Barciela, catedr¨¢tico de Historia e Instituciones Econ¨®micas de la Universidad de Alicante.
Mejor referente es, seg¨²n muchos expertos, el ?ndice de Desarrollo Humano (IDH) de Naciones Unidas. Tiene en cuenta tres variables: vida larga y saludable, conocimientos y nivel de vida digno. En 1985, Espa?a estaba en el puesto 34 de la escala internacional y en 2000 lleg¨® al 21. Hoy est¨¢ en el 27, un poco peor, pero a¨²n en un buen lugar frente al resto del mundo.
Como puntos clave de los desequilibrios en Espa?a no hay historiador econ¨®mico entre los consultados que no se?ale el mercado laboral y la educaci¨®n. ¡°La inequidad de renta es elevada por dos razones relacionadas entre s¨ª: la desigualdad de capital humano [educaci¨®n y formaci¨®n] y la incidencia del desempleo y del empleo precario. La primera es de car¨¢cter estructural y no s¨®lo afecta a los trabajadores mayores, sino tambi¨¦n a los j¨®venes, entre los que adem¨¢s destaca el fracaso escolar y el abandono temprano de las aulas. Por otra parte, la desigualdad evoluciona de forma c¨ªclica con el paro. Los tres episodios de alto desempleo (m¨¢s del 20% de la poblaci¨®n activa) que hemos sufrido desde finales de los a?os setenta han ido asociados a un aumento de la desigualdad de renta que luego se mitiga algo en las expansiones¡±, sostiene Javier Andr¨¦s, catedr¨¢tico de An¨¢lisis Econ¨®mico de la Universidad de Valencia.
El problema del paro
El profesor de Historia Econ¨®mica de la Universidad Pompeu, Fabra Xavier, Tafunell incide en la misma l¨ªnea: ¡°La causa de la mayor inestabilidad se halla en las enormes variaciones en el volumen del empleo y en la tasa de desempleo. La baja tasa de actividad, que es una caracter¨ªstica estructural de la econom¨ªa espa?ola de larga data, influye en que el nivel de inequidad tienda a ser m¨¢s elevado, junto con las limitaciones que ha presentado el sistema fiscal como instrumentos de redistribuci¨®n. Entre los factores estructurales habr¨ªa que destacar tambi¨¦n las deficiencias del sistema educativo y en la formaci¨®n de los trabajadores, que no solo implican un d¨¦ficit de capital humano que reduce las posibilidades de crecimiento de la econom¨ªa sino que tienen una fuerte incidencia en los niveles de ingresos, ahondando las desigualdades en renta¡±.
El aumento de la brecha social ha desencadenado un debate sobre la funci¨®n social de la econom¨ªa que, si no acaba en agua de borrajas, puede suponer un impulso en la lucha contra la desigualdad. La crisis no s¨®lo puso de moda el libro del economista franc¨¦s Thomas Piketty El capital en el siglo XXI, en el que sostiene que cuando la tasa de acumulaci¨®n de capital crece m¨¢s r¨¢pido que la econom¨ªa la desigualdad aumenta y propone una mayor presi¨®n fiscal sobre la riqueza para paliar el incremento de la desigualdad; sino que produjo un reencuentro de la ciencia econ¨®mica con sus or¨ªgenes, cuando se entend¨ªa que la finalidad era la de conseguir la felicidad de las personas. No desde un punto utilitarista, sino m¨¢s bien moral, es decir, aceptando que una acci¨®n impulsada por sentimientos impuros no ser¨¢ moralmente buena aunque produzca resultados positivos.
¡°Las reformas tributarias aplicadas desde mediados de los a?os noventa han tendido a debilitar la funci¨®n redistributiva del sistema fiscal. Con la reducci¨®n gradual de las cargas sobre las rentas del capital y el incremento del peso de los impuestos indirectos en la recaudaci¨®n global se ha conseguido agravar el car¨¢cter regresivo de un sistema en el que ya a principios de los noventa las rentas m¨¢s bajas pagaban un porcentaje superior al de las m¨¢s altas. Si a eso se a?aden los limitados avances en la lucha contra el fraude, el resultado es que el sistema impositivo de la democracia espa?ola nunca ha llegado a redistribuir la renta de forma progresiva¡±, apunta Alfonso Herranz, profesor de Historia e Instituciones Econ¨®micas de la Universidad de Barcelona.
Aunque no puede decirse que en 30 a?os la sociedad espa?ola fue ajena a la corrupci¨®n y el fraude fiscal, la desaparici¨®n de muchos principios ¨¦ticos y morales en las relaciones econ¨®micas emergi¨® en los ¨²ltimos a?os como un mazazo para la sociedad. Los ciudadanos vieron c¨®mo gente confiada era estafada con informaci¨®n falsa en las mismas oficinas bancarias de su barrio, c¨®mo directivos ineficaces y adictos a la especulaci¨®n eran premiados con millonarias indemnizaciones, c¨®mo un gran n¨²mero de pol¨ªticos megal¨®manos arruinaban sus pueblos y ciudades sin sufrir la deshonra p¨²blica, y c¨®mo muchos personajes p¨²blicos, desde la far¨¢ndula al deporte, eran condenados por evadir impuestos. Y a ra¨ªz de esa indignaci¨®n, irrumpi¨® con fuerza en el debate p¨²blico la llamada econom¨ªa moral, un concepto utilizado por primera vez por el historiador brit¨¢nico Edward Thompson en 1971 para explicar unos disturbios acaecidos en la Inglaterra del siglo XVIII cuando los comerciantes aumentaron los precios ante la falta de grano para no perder dinero.
¡°Para lograr una mejor redistribuci¨®n de la renta¡±, sentencia el catedr¨¢tico de Historia e Instituciones Econ¨®micas de la Universidad Complutense de Madrid Enrique Llopis, ¡°hay que actuar sobre los factores que influyen sobre la distribuci¨®n primaria. Y ello requiere, entre otras actuaciones, promover un r¨¦gimen laboral que reduzca la temporalidad y que fomente la formaci¨®n continua de los trabajadores, introducir una mayor competencia en no pocos mercados y mejorar el sistema educativo a fin, entre otros objetivos, de reducir el abandono escolar antes de la finalizaci¨®n de la escuela secundaria y de potenciar las ense?anzas secundaria y t¨¦cnicas. Muchas de estas reformas precisan de amplios consensos pol¨ªticos y sociales y de bastante tiempo para rendir frutos¡±, concluye. Mientras tanto, parafraseando al escritor Augusto Monterroso, el monstruo que acecha a las clases medias y bajas, sigue all¨ª.
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