Schwab, el cerebro de Davos
El ingeniero y economista alem¨¢n, que asegura que estamos ante la cuarta revoluci¨®n industrial, ha creado un modelo de conferencia dif¨ªcil de imitar
Cada d¨ªa, antes de empezar la jornada laboral, Klaus Schwab (Ravensburg, Alemania, 1938) se enfunda las gafas y el traje de ba?o y nada durante aproximadamente una hora, lo que tarda en recorrer los 3.000 metros que se ha fijado como rigurosa disciplina. Una din¨¢mica que solo interrumpe durante la semana en que se celebra el Foro Econ¨®mico Mundial (WEF, por sus siglas en ingl¨¦s) en la estaci¨®n suiza de Davos, y cuando tiene que volar. Lo cual sucede con relativa frecuencia: ha llegado a pasar uno de cada tres d¨ªas del a?o fuera de casa aunque ahora ha reducido algo el ritmo.
Esos viajes le llevan ¡°al menos una vez al a?o¡± a Silicon Valley, porque Schwab es un entusiasta de la tecnolog¨ªa ¡°del impacto que puede tener sobre la pol¨ªtica y la econom¨ªa pero, sobre todo, de las consecuencias que puede tener sobre las personas, algo sobre lo que no hay conclusiones definitivas¡±, explica uno de sus asesores. Semejante entusiasmo es f¨¢cil de explicar si nos atenemos a su formaci¨®n: un doctorado en Ingenier¨ªa por el Instituto Federal Suizo de Tecnolog¨ªa; un doctorado en Econ¨®micas por la Universidad de Friburgo y un m¨¢ster en administraci¨®n p¨²blica por la escuela John F. Kennedy de la Universidad de Harvard. Esa combinaci¨®n explica que Schwab haya bautizado la ¨²ltima edici¨®n del Foro como la cuarta revoluci¨®n industrial y que justo antes de la cumbre haya publicado un libro sobre el tema.
Schwab es el cerebro y el alma, como recalcan sus colaboradores, del Foro de Davos, la reuni¨®n que cada a?o celebra la ¨¦lite pol¨ªtica y empresarial mundial para debatir el futuro de la econom¨ªa y, con esa excusa, celebrar un marat¨®n de reuniones que se han probado muy rentables para sus protagonistas y cuya importancia crece a?o tras a?o, en detrimento del debate. Para ello, nada como refugiarse en el entorno que tan bien recogi¨® Thomas Mann en La monta?a m¨¢gica, una novela en la que su autor describe la decadencia de la burgues¨ªa europea en los a?os anteriores a la Primera Guerra Mundial desde la distancia de un sanatorio de los Alpes.
Desde que el ingeniero alem¨¢n logr¨®, gracias a un pr¨¦stamo, montar la primera reuni¨®n en 1971, muchos han intentado copiar el modelo del WEF pero solo Schwab ha conseguido que los directivos de las grandes empresas mundiales y los responsables pol¨ªticos de medio mundo accedan a desplazarse hasta la remota estaci¨®n suiza, a dos horas en coche o tres horas en tren del aeropuerto de Z¨²rich, y pasar cuatro d¨ªas en calles llenas de nieve helada o derretida, sumergidos en un perpetuo atasco de limusinas en hora punta y con unos precios desorbitados incluso para sus profundos bolsillos. Los 11.000 habitantes de Davos acogen en esos d¨ªas a m¨¢s de 2.500 participantes, 3.000 soldados, 1.500 polic¨ªas y un n¨²mero indeterminado de guardaespaldas, asesores y trabajadores temporales contratados para prestar servicio a tanto visitante ilustre. ¡°El ¨¦xito del modelo de Davos es que no hay mucho m¨¢s que hacer all¨ª que asistir a los debates, mantener reuniones con clientes y encuentros con responsables pol¨ªticos. Este mismo modelo en Nueva York o Londres, por ejemplo, habr¨ªa fracasado estrepitosamente¡±, sostiene alguien que ha acudido a Davos durante a?os. Una tesis confirmada por Maurice L¨¨vy, presidente de Publicis. ¡°En estos 45 a?os de existencia, solo una vez se ha celebrado el WEF fuera de Davos. Fue tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, en Nueva York, como gesto de solidaridad hacia la ciudad y la comunidad financiera. Y bast¨® una ¨²nica experiencia para constatar que era un error¡±, asegur¨® esta semana durante uno de los debates.
El cerebro de Davos es un hombre disciplinado y met¨®dico. Ha declarado en una reciente entrevista que nunca bebe alcohol y no habla de cotilleos. Se trata de una persona b¨¢sicamente apasionada por su proyecto, a la que le entusiasma rodearse de j¨®venes talentos y que se dirige por su nombre a los aproximadamente 500 empleados que tiene el Foro Econ¨®mico ¡ªla mayor¨ªa, en las oficinas centrales en Ginebra ¡ª. El negocio ya ha crecido tanto que el WEF ha abierto oficinas en Pek¨ªn, Tokio y Nueva York. El a?o pasado Schwab decidi¨® reorganizar la estructura de gobierno del Foro para garantizar la gobernanza de la instituci¨®n. Y la reacci¨®n fue inevitable: Schwab preparaba su sucesi¨®n.
¡°No creo que en estos momentos Klaus Schwab se plantee abandonar el cargo. El WEF es su pasi¨®n, es ¨¦l quien est¨¢ detr¨¢s de cada nueva iniciativa del Foro y, f¨ªsicamente, se mantiene en buena forma. Su hijo, Oliver, y su mujer Hilde trabajan en la organizaci¨®n, as¨ª que no es uno de esos casos en los que el trabajo separa a su responsable de la familia. Si de algo se lamenta, y poco, es de no tener algo m¨¢s de tiempo para leer novelas¡±, asegura uno de sus colaboradores.
Es un hombre disciplinado y met¨®dico. Nunca bebe alcohol y no habla de cotilleos
Precisamente, la incorporaci¨®n a la organizaci¨®n de su hijo hace apenas unos a?os suscit¨® de inmediato rumores sobre una posible renuncia de Schwab a favor de su hijo. Un extremo que sus colaboradores niegan. ¡°Esta es una organizaci¨®n internacional, como lo puede ser la Organizaci¨®n Mundial del Comercio. Es verdad que es la ¨²nica, junto con la Cruz Roja, que ha sido creada por una sola persona pero eso no significa que sea un negocio familiar. Hay un consejo de 23 administradores que ser¨¢ el encargado, llegado el caso, de designar a su sucesor y de elegir el proceso de selecci¨®n¡±. El a?o pasado el gobierno suizo otorg¨® al WEF el reconocimiento pleno de organizaci¨®n internacional sin ¨¢nimo de lucro.
Davos culmina cada edici¨®n con una glamurosa velada, que desde hace unos a?os se celebra en el hotel que una vez acogi¨® al sanatorio de La monta?a m¨¢gica, a la que solo se puede asistir bajo estricta invitaci¨®n y que exige esmoquin para ellos y vestido largo para ellas. Es entonces, con las conferencias concluidas y los negocios aparcados por unas horas, cuando los invitados dan rienda suelta a tanta tensi¨®n y donde las malas lenguas sit¨²an algunas de las an¨¦cdotas m¨¢s divertidas y escandalosas del Foro. Esa noche Schwab siempre se marca unos pasos de baile con Hilde.
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