C¨¢ndido apag¨® su meg¨¢fono
M¨¦ndez abandona la secretar¨ªa general de la UGT despu¨¦s de haber velado por su propio trabajo m¨¢s que por ning¨²n otro
No satisfecho con haber permanecido 22 a?os al frente de UGT, C¨¢ndido M¨¦ndez (Badajoz, 1952) ha pretendido sin ¨¦xito ungir a su heredero, convertir a Miguel ?ngel Cilleros en una reencarnaci¨®n, de tal manera que el sindicato se arriesgaba no ya al continuismo como a una suerte de tradici¨®n hereditaria. M¨¦ndez se iba y se quedaba a la vez.
Es la paradoja del inmovilismo que ¨¦l mismo encarna y del apego obstinado al cargo de secretario general de UGT. Puestos a defender el trabajo, C¨¢ndido M¨¦ndez ha defendido el suyo m¨¢s que ning¨²n otro, sin percatarse ¡ªo quiz¨¢ s¨ª ¡ª de que la prolongaci¨®n desproporcionada de sus funciones no proced¨ªa tanto del prestigio como de su papel conformista y domesticado. C¨¢ndido M¨¦ndez era el sistema y era la casta.
De otro modo, no se hubiera producido una fuga masiva de afiliados ni le habr¨ªa arrollado la indignaci¨®n popular como a cualquier otro s¨ªmbolo del antiguo r¨¦gimen. El 15-M y la plataforma evolutiva de Podemos tanto se han atribuido la representaci¨®n de la precariedad laboral como han delatado a M¨¦ndez en su propio anacronismo.
Luc¨ªa en la chupa de ante la chapa de Pablo Iglesias I sin imaginar que lo desahuciar¨ªa Pablo Iglesias II
¡°Es posible que haya estado en mi puesto alg¨²n a?o de m¨¢s¡±, condescend¨ªa el l¨ªder de UGT en una reciente entrevista a EL PA?S. Condescend¨ªa quiere decir que C¨¢ndido M¨¦ndez ha sido muy generoso consigo mismo. Y m¨¢s generoso a¨²n con la negligencia de UGT en los a?os que requer¨ªan la contrafigura de un sindicato corpulento y vers¨¢til para amortiguar las emergencias. Los a?os de la crisis, de los recortes. Los a?os de los ¡°eres¡±. Los a?os del mileurismo. Los a?os de la desigualdad.
C¨¢ndido M¨¦ndez, en efecto, enmudeci¨® con la reforma laboral del PP. O le amordaz¨® el Gobierno popular, sobre todo porque las novedades, m¨¢s all¨¢ de predisponer al despido, privilegiaban la negociaci¨®n colectiva de la empresa frente a la provincial y la sectorial, desluciendo el papel de los sindicatos convencionales en los pactos salariales. El h¨¢bitat y el darwinismo laboral hab¨ªan convertido en antigualla el meg¨¢fono de M¨¦ndez, no lo suficiente, vino a descubrirse, como para reivindicarlo conceptualmente en las ¨²ltimas y desangeladas fiestas del Primero de Mayo. Casi enternec¨ªan M¨¦ndez y Fern¨¢ndez Toxo, l¨ªder de CCOO, compadre, camarada, recurriendo a la ret¨®rica proletaria, tray¨¦ndose en autob¨²s a los voluntarios de la clac, sobrepasando con la mirada el embarazo que opon¨ªan las plazas semivac¨ªas.
Los obispos y los l¨ªderes sindicales han tenido que aceptar su papel gregario en la sociedad contempor¨¢nea
Ocurr¨ªa porque se hab¨ªa degradado la capacidad de convocatoria de M¨¦ndez y porque M¨¦ndez ya era el l¨ªder sindical de otra ¨¦poca, con el problema que supon¨ªa creerse que representaba a los trabajadores. Tambi¨¦n pensaba Rouco Varela que representaba a los feligreses hasta que le desenga?¨® la corriente franciscana del Vaticano. Y no es una comparaci¨®n arbitraria. Los obispos y los l¨ªderes sindicales han tenido que aceptar su papel gregario en la sociedad contempor¨¢nea. Queda lejos el murmullo de la Transici¨®n. Y m¨¢s lejos todav¨ªa queda el papel de arbitraje que desempe?aron la Conferencia Episcopal y UGT, de extremo a extremo, en la custodia de la idiosincrasia nacional.
En tiempo de abdicaciones, del Rey Juan Carlos, para abajo, C¨¢ndido M¨¦ndez se aferraba al cargo como ya s¨®lo hac¨ªan ?ngel Mar¨ªa Villar en la Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol, el alcalde de Marinaleda, Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Gordillo, en la propia Marinaleda, y Jordi Hurtado en el plat¨® crionizado de Saber y ganar.
Esa Espa?a que ya no existe y que expone la utilidad y la necesidad de los sindicatos al desprestigio de sus l¨ªderes carism¨¢ticos, hist¨®ricos. Unos, como el compa?ero Fern¨¢ndez Villa, se llevaron a Suiza el dinero de los mineros. Otros, como los consejeros de Cajamadrid, recurrieron al privilegio senatorial de las tarjetas black para atracar los cajeros autom¨¢ticos de noche y provistos del n¨²mero secreto.
Se entend¨ªa y se extend¨ªa el desasosiego de las bases, aunque el ejemplo m¨¢s estremecedor entre los comportamientos abyectos consisti¨® en el esc¨¢ndalo de los ERE andaluces, no ya porque UGT y CCOO se ofrec¨ªan a empresas para gestionar fraudulentamente cursos de formaci¨®n y planes de regulaci¨®n laboral, sino porque el mecanismo de corrupci¨®n dilat¨® los bolsillos de varios dirigentes regionales, hasta el extremo de convertir la relaci¨®n org¨¢nica con el PSOE en un pacto de omert¨¤ que proporcion¨® a las centrales 7,6 millones de euros ¡°por no prestar ning¨²n servicio¡±.
El imperativo de la regeneraci¨®n y la crisis laboral que descoyuntaba Espa?a urg¨ªa la mediaci¨®n de sindicatos eficaces y transparentes, especializados, desvinculados del partidismo, de la burocracia y del entramado institucional al que M¨¦ndez pretendi¨® sobrevivir con la banalizaci¨®n de las huelgas generales y la negaci¨®n del mundo globalizado, aferrado al meg¨¢fono como un instrumento de ¨¦poca y un fetiche.
Los sindicatos, constre?idos a la adopci¨®n de un modelo evolutivo, son necesarios. M¨¦ndez no lo era, pero su obstinaci¨®n en el cargo ha deteriorado seriamente la credibilidad de UGT, bien por el costumbrismo jur¨¢sico o bien por la falta de contundencia contra la corrupci¨®n. Y porque el propio M¨¦ndez hab¨ªa antepuesto el papel de l¨ªder pol¨ªtico ¡ªorganiz¨® una huelga contra la guerra... de Irak ¡ª al de ex¨¦geta sindical. Un socialista de cuna, dec¨ªa Toxo. Un socialista que presenci¨® el 23F como diputado por Ja¨¦n. Un socialista que luc¨ªa en la chupa de ante la chapa de Pablo Iglesias I sin imaginar que lo desahuciar¨ªa el mesianismo de Pablo Iglesias II.
M¨¦ndez empez¨® a agonizar el 15M. Le hab¨ªan quitado la plaza. Y comenzaron a desdibujarse entonces sus aptitudes de negociador, su campechan¨ªa y hasta la memoria de sus proezas. Empezando por la huelga general que organiz¨® contra el decretazo de Aznar de 2002, aunque result¨® m¨¢s traum¨¢tica la movilizaci¨®n contra la reforma laboral de Zapatero una d¨¦cada despu¨¦s. No era una huelga general. Era una huelga ed¨ªpica, un desaf¨ªo a la casa com¨²n del PSOE que M¨¦ndez escenific¨® como una voluntariosa emancipaci¨®n. No est¨¢ claro que la historia le absuelva. Google no lo ha hecho. La primera palabra que aparece en el buscador junto a C¨¢ndido M¨¦ndez es Rolex.
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