Rega?ar a los pol¨ªticos es gratuito
No hay nada en el ADN de lo p¨²blico que lo haga menos din¨¢mico que lo privado
Hay mitos que se hacen pasar por realidades. Forman parte de las fantas¨ªas pol¨ªticamente correctas de cada momento. El presidente del C¨ªrculo de Empresarios, Javier Vega de Seoane, intent¨® la semana pasada sentar como verdad uno de esos mitos al comentar el fracaso de los l¨ªderes de los partidos pol¨ªticos a la hora de formar Gobierno y, como consecuencia, haber tenido que convocar nuevas elecciones generales: "Si los partidos pol¨ªticos funcionasen como las empresas, cambiar¨ªan de l¨ªderes tras un fracaso como este. En una empresa privada estos l¨ªderes ser¨ªan relevados" (El Mundo, 28 de abril).
No es cierto. Intenten enumerar, por ejemplo, una docena de grandes empresas privadas que hayan sustituido a sus presidentes o a sus principales directivos por un fracaso profesional. En el caso de que exista alguna, que las hay, los altos ejecutivos relevados no se van a su casa, como habitualmente lo hacen los pol¨ªticos de los partidos, con una mano delante y otra detr¨¢s, sino a cambio de indemnizaciones extraordinarias: los c¨¦lebres paraca¨ªdas dorados para el fracaso. Solo 12 de los altos ejecutivos que dirigieron la gran banca de EE UU en las v¨ªsperas y durante el masivo hundimiento de Wall Street desde el oto?o de 2008 fueron expulsados de sus puestos, y lo hicieron a cambio de unas indemnizaciones de m¨¢s de 500 millones de d¨®lares.
Paraca¨ªdas de oro: contratos blindados por los cuales sus beneficiarios reciben cantidades fijadas previamente en caso de cese, despido o cambio de control de la empresa. Se calcula que cerca del 90% de las empresas del Ibex 35 tienen blindado a alguno de sus ejecutivos. Recu¨¦rdense algunos de los ejemplos m¨¢s sonados: ?ngel Corc¨®stegui abandona el Banco Santander a cambio de 108 millones de euros, en 1999; Jos¨¦ Mar¨ªa Amus¨¢tegui, 43,7 millones en 2001; Jos¨¦ Ignacio Goirigolzarri o ?ngel Cano, ambos del BBVA, con 53 millones y 45 millones. Y m¨¢s recientemente, los controvertidos casos de los altos ejecutivos de algunas cajas de ahorros intervenidas (NovaCaixaGalicia, CAM...), o del presidente y el consejero delegado de Abengoa (11,5 y 4,5 millones) despu¨¦s de que la empresa solicitase un preconcurso de acreedores, con un endeudamiento de m¨¢s de 9.000 millones de euros.
Estas son pr¨¢cticas inexistentes en el mundo de la pol¨ªtica. En este sentido la superioridad de la empresa privada sobre lo p¨²blico es una construcci¨®n falsa de la realidad. Hay empresas privadas m¨¢s eficaces que las p¨²blicas y viceversa. No hay nada en el ADN del sector p¨²blico que lo haga a priori menos din¨¢mico que el sector privado, como podr¨ªa desprenderse de las palabras del presidente del C¨ªrculo de Empresarios, una organizaci¨®n que aglutina alrededor de 200 empresas entre las que est¨¢ la mayor parte del Ibex 35, y que se cooptan entre s¨ª. Esta visi¨®n considera que el sector privado es innovador y competitivo mientras que el Estado desempe?a un papel m¨¢s est¨¢tico, debiendo intervenir en el mercado solo para subsanar posibles fallos en el desarrollo de sus actividades.
El economista Jos¨¦ Mois¨¦s Mart¨ªn Carretero (Espa?a 2030, editorial Deusto) acaba de analizar c¨®mo el Estado ha sido ¨²til en numerosas ocasiones no solo para corregir los "fallos del mercado" sino para la creaci¨®n de nuevos mercados. Sigue la senda de la economista italiana Mariana Mazzucato que en El Estado emprendedor (RBA) desmonta con rotundidad este falso mito y se pregunta qu¨¦ ocurrir¨ªa si la innovaci¨®n, por ejemplo, quedase exclusivamente en manos del sector privado, y por tanto se retiraran los recursos financieros que el sector p¨²blico invierte en investigaci¨®n b¨¢sica o en nuevos sectores, con un elevado nivel de incertidumbre.
Rega?ar a los pol¨ªticos de modo gratuito es, en muchos casos, una forma de demagogia facilona. Y en determinados casos, temeraria.
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