La bulimia demogr¨¢fica
En la ¡®hucha de las pensiones¡¯ solo queda dinero para cuatro mensualidades
Una sociedad envejecida es el principal factor de riesgo (no el ¨²nico) para un sistema de pensiones p¨²blico, universal y suficiente. Ello es lo que sucede en el continente europeo, y en Espa?a dentro de ¨¦l. Europa ya no es aquella zona del mundo tan juvenil como en la segunda postguerra mundial. Las pensiones de sus mayores son un objeto especial de preocupaci¨®n. Y sin embargo, en la mente de muchos ciudadanos pueden tener cabida dos ideas mutuamente excluyentes; por una parte, el envejecimiento, la decadencia, el despoblamiento, las jubilaciones en peligro, y al mismo tiempo las limitaciones a la llegada de inmigrantes y refugiados, que son los que podr¨ªan ayudar a paliar el problema. En un mismo pa¨ªs pueden darse simult¨¢neamente las dos opiniones: hay demasiada poblaci¨®n y hay demasiada poca poblaci¨®n. A esto es a lo que el sabio alem¨¢n Hans Magnus Enzensberger denomina ¡°la bulimia demogr¨¢fica¡± (Ensayos sobre las discordias, Anagrama).
Los sistemas de reparto de las pensiones (una generaci¨®n financia la jubilaci¨®n de la anterior) est¨¢n en dificultades. No s¨®lo por la citada demograf¨ªa sino tambi¨¦n por la deriva de los mercados de trabajo. Esto se observa muy bien en nuestro pa¨ªs: tasas muy altas de paro pero tambi¨¦n devaluaci¨®n salarial de los que trabajan y mucha precarizaci¨®n en los j¨®venes que entran a cotizar en la Seguridad Social, como consecuencia de una reforma laboral tambi¨¦n nefasta para las cuentas de esta ¨²ltima. El resultado de estos dos factores (demograf¨ªa y mercado de trabajo) es que las nuevas cohortes de trabajadores son m¨¢s peque?as en n¨²mero que las anteriores y peor pagadas, y ellas son las que tienen que financiar a los grupos de ciudadanos que van jubil¨¢ndose, cada vez m¨¢s amplios (las generaciones del baby boom).
Aumentan los gastos de las pensiones (m¨¢s pensionistas, muchos de ellos en los niveles altos de percepci¨®n) mientras que los ingresos no lo hacen al mismo ritmo. En 2015, a pesar de que la econom¨ªa espa?ola creci¨® por encima del 3% y se cre¨® medio mill¨®n de puestos de trabajo te¨®ricos, el d¨¦ficit de la Seguridad Social super¨® los 16.700 millones de euros (el 1,55% del PIB), mientras el Fondo de Reserva (la hucha de las pensiones) se ha quedado escuchimizado achicando este desequilibrio, y apenas equivale ahora a cuatro meses de financiaci¨®n de las prestaciones (alrededor de 32.000 millones de euros).
Comienzan a aparecer an¨¢lisis que cuantifican los beneficios, no s¨®lo los costes en las finanzas p¨²blicas, que podr¨ªan traer los centenares de miles de refugiados e inmigrantes econ¨®micos que han entrado en Europa en los ¨²ltimos meses. Habr¨¢n de soportarse emp¨ªricamente: adem¨¢s de la ayuda en la financiaci¨®n de las pensiones, la creaci¨®n de nichos de empleo que no est¨¢n explotados por los ciudadanos europeos, o el aumento de la demanda de bienes y servicios, etc¨¦tera. Un estudio publicado recientemente dice que invertir un euro en la bienvenida de los refugiados podr¨¢ generar dos euros en beneficios econ¨®micos en cinco a?os, siempre que se abran los mercados de trabajo y se regularice a los reci¨¦n llegados. Nadie emigra sin que medie el reclamo de alguna promesa.
Adem¨¢s de las inquietudes econ¨®micas, los refugiados han de vencer las incomprensiones cotidianas. Un viajero se acomoda en su departamento del tren en que viaja. Est¨¢ solo. Esparce sus papeles, sus aparatos electr¨®nicos, su equipaje, su ropa, en los espacios contiguos. De repente entra otro viajero y el primero ha de retirar, con disgusto indisimulado, sus pertenencias y hacerle sitio. En la siguiente estaci¨®n entran otros dos viajeros en el mismo departamento. Los primeros, aun sin conocerse en absoluto y sin haberse hablado previamente, muestran una solidaridad mutua y consideran a los reci¨¦n llegados una especie de intrusos. La escena se repite en la parada posterior. Al final unos se acostumbran a los otros, pero cada vez lo hacen en menor grado. Tambi¨¦n lo cuenta Enzensberger.
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