Sastres de Burgos que se miden con Mil¨¢n
La firma Antonaga, fundada en Briviesca por cinco socios, confecciona m¨¢s de 5.000 trajes al a?o
Briviesca se parece muy poco a Mil¨¢n, capital europea de la moda. Sin embargo, cinco vecinos de este pueblo de unos 7.000 habitantes al noreste de la provincia de Burgos se han empe?ado en hacer algo de competencia a la ciudad italiana. All¨ª pusieron en marcha en 2012 Antonaga, una sastrer¨ªa que confecciona trajes y americanas de ceremonia y de calle, un 70% a medida, que ya tiene presencia en 300 establecimientos en Espa?a y Portugal y que planea expandir se a otros mercados europeos.
Seg¨²n se entra en Briviesca por la avenida Pr¨ªncipe de Asturias, se topa uno con el origen de Antonaga. All¨ª se alzan las cuatro plantas del edificio de Confecciones Cardenal, una empresa textil que lleg¨® a emplear a casi 200 personas pero que no pudo hacer frente a la competencia de pa¨ªses como China, capaces de producir a precios mucho m¨¢s bajos, y ech¨® el cierre ahogada por las deudas en 2011. Como un recordatorio de la herida, el edificio, hoy vac¨ªo, alberga en sus bajos una tienda china de todo a 100.
Pero de las cenizas de Cardenal surgi¨® Antonaga. Cinco de sus empleados, ?ngel Ruiz y su hijo Jorge, Jos¨¦ Antonio Aparicio, Jos¨¦ Antonio Brunet y Alberto Mart¨ªnez aprovecharon su experiencia, sus contactos con proveedores y clientes y compraron, no sin dificultades, la maquinaria de Cardenal a los administradores concursales, Hacienda y Fogasa y, con la ayuda de familiares, amigos y vecinos, la trasladaron a una nave que alquilaron en el pol¨ªgono cercano. Entre las m¨¢quinas, la nave y las reformas que necesitaba y el material, la inversi¨®n rond¨® los 700.000 euros. ¡°Tardamos unas tres semanas, tirando de familiares, amigos, vecinos que cargaban cosas en sus coches o tractores. Todo con financiaci¨®n propia, con cr¨¦ditos personales, hipotecamos nuestras viviendas, pedimos prestado a familiares¡¡±, cuenta Jorge Ruiz, que se encarga de la parte comercial. Al tiempo que montaban las m¨¢quinas en la nueva nave, confeccionaron, en apenas ocho horas, su primer traje Antonaga, que a¨²n no se llamaba as¨ª, para un novio que se casaba en Toledo.
La empresa vende en Espa?a y Portugal y prev¨¦ entrar en Suiza, Francia y Holanda
Entonces la firma contaba con los cinco socios y tres empleados. Cuatro a?os despu¨¦s, Antonaga tiene 32 empleados ¡ªla mayor parte, 24, mujeres¡ª, casi todos excompa?eros de Cardenal. ¡°Estamos contentos de poder dar trabajo a nuestros antiguos compa?eros¡±, dice Alberto, que trabaj¨® durante 18 a?os en la antigua empresa. Esperan cerrar este a?o con m¨¢s de 6.000 trajes vendidos (vendieron 2.500 en 2012) y facturar en torno a 1,2 millones de euros. Han adjuntado una nueva nave, para almacenaje, oficinas y un show-room. Se puede comprar uno de sus trajes en 350 puntos de venta en Espa?a y Portugal y planean, de la mano del Icex, vender tambi¨¦n en Holanda, Francia y Suiza. En 2015 fueron galardonados con el premio a la mejor pyme de Espa?a por Ifema y el diario Expansi¨®n en la categor¨ªa de creaci¨®n de empleo. ¡°De beneficios todav¨ªa no podemos hablar, todo lo que ganamos lo reinvertimos el negocio¡±, sostiene Alberto.
Pero el objetivo no es el crecimiento ad infinitum. ¡°Lo ideal ser¨ªa estar en los 60 trajes diarios, llegar a un techo de 15.000 al a?o. Con m¨¢s, no podr¨ªamos mantener el control sobre la calidad, que es lo que buscamos¡±. Sabe lo que dice Jos¨¦ Antonio, otro de los socios, maestro sastre con casi 40 a?os de experiencia a sus espaldas, que coloca e hilvana a mano las mangas de los trajes antes de que sean cosidas a m¨¢quina. ¡°La estrategia es la exclusividad, diferenciarnos¡±, zanja.
Cuando empezaron, apenas la mitad de las prendas salidas del taller llevaban la etiqueta de Antonaga. Sastrer¨ªas de toda Espa?a tomaban las medidas a los clientes y en Briviesca se elaboraban los trajes. Hoy, el 95% de los ternos llevan la etiqueta propia o una que reza ¡°Antonaga made for¡¡±. Parte de la culpa la tiene el otro Jos¨¦ Antonio, el patronista, que plasma en papel no solo las medidas del cliente, sino tambi¨¦n especificaciones como la ca¨ªda de los hombros u otros detalles que no salen en esas cifras. ¡°Pero tambi¨¦n es que elegimos buenas telas. En un 70% son italianas, marcas como Vitali Barberis Canonico o Angelico, luego inglesas, francesas o espa?olas. Vamos dos veces al a?o a la feria de Mil¨¢n¡±, explica Alberto, responsable de elegirlas. Los hilos con que se ensamblan las piezas son alemanes, en su mayor¨ªa, ¡°por su resistencia¡±.
Junto con sus compa?eros, Jos¨¦ Antonio se esfuerza desde un pueblo de Burgos para que su oficio no desaparezca. Por eso tambi¨¦n tienen un ojo puesto en la formaci¨®n: un par de j¨®venes han empezado en la secci¨®n de plancha y van aprendiendo poco a poco los diferentes procesos que se ejecutan en el taller.
Un puzle de 130 piezas
Aunque no lo parece cuando uno lo viste, para confeccionar un traje hay que ensamblar alrededor de 130 piezas, 80 la chaqueta y 50 el pantal¨®n. El proceso comienza en Antonaga cuando Jorge Ruiz descuelga el tel¨¦fono o recibe un correo con las medidas del cliente y las especificaciones pertinentes. Esa hoja de pedido se convierte en un patr¨®n tras pasar por las manos de Brunet. La fina hoja de papel con el dibujo de cada pieza se fija a los aproximadamente cuatro metros y medio de la tela elegida. El siguiente paso es cortar esas piezas, bien con tijeras o mediante una m¨¢quina por la que unas manos protegidas con guantes met¨¢licos deslizan el tejido. ¡°Es importante que el corte respete el dibujo de la tela, por ejemplo si es de cuadros o rayas, para que luego las piezas cuadren¡±, explica Alberto. Casi un 20% de la tela acaba en la basura como sobrante.
Una vez cortados y numerados, los fragmentos son sometidos unos segundos a 130 grados de temperatura, para prevenir encogimientos y deformaciones cuando uno lleve el traje a la tintorer¨ªa. Las piezas comienzan entonces a ser ensambladas. En una cadena, las chaquetas; en otra, los pantalones. Vistos, delanteros, espaldas, bolsos, cuellos, braguetas, botones, costadillos, etiquetas¡ Poco a poco, la manos de las costureras van uniendo unos a otros, hacen ojales, hilvanan las piezas entre s¨ª para que no se muevan las distintas capas (forro, tela vista, hombreras, capas intermedias para dar consistencia¡) antes del cosido definitivo. Suelen dejar un margen de tela en algunas costuras, por su el cliente engorda. Mientras, van pasando por distintas fases de plancha que les van dando forma. Tras recorrer cerca de 30 metros de taller, llegan a las manos de Jos¨¦ Antonio Aparicio, que coloca las mangas. Ponen gran atenci¨®n a este detalle, uno de los 127 procesos a mano que requiere la realizaci¨®n de un traje. ¡°Se nota mucho si no se hace bien¡±, dice Jos¨¦ Antonio.
Ya solo falta eliminar los hilvanes, ese cosido provisional con el que se han ido esbozando los distintos pasos, y el planchado. El propio Jorge recoger¨¢ la prenda de la hilera de percheros y la embolsar¨¢ y empaquetar¨¢ para su env¨ªo al cliente.
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