Que se arranquen los ojos
No saber no significa eludir la responsabilidad de sus fechor¨ªas, se?ores consejeros de Caja Madrid
Espa?a es un pa¨ªs donde la ignorancia tiene muy buena reputaci¨®n. Lo demuestran los recortes en educaci¨®n y cultura. Lo prueba el descaro con que los consejeros y ejecutivos de Caja Madrid corean el estribillo de que no sab¨ªan.
No sab¨ªan, desde luego, dirigir un banco. Ni sab¨ªan que las tarjetas opacas eran opacas. Ni sab¨ªan tampoco que no saber no significa eludir la responsabilidad de sus fechor¨ªas. La ignorancia es un agravante, no un atenuante, se?ores consejeros.
Y es un principio fundacional de la cultura grecolatina. Edipo no sab¨ªa que hab¨ªa asesinado a su padre en un cruce de caminos. Ni sab¨ªa que yac¨ªa con su madre, pero la ignorancia no le sustrajo de un castigo ejemplar cuando le fueron desveladas las atrocidades. Y se avino a arrancarse los ojos como ofrenda a la lujuria y la avaricia.
Saber no sab¨ªan lo que hac¨ªan los consejeros en su entra?able candidez. Lo que s¨ª sab¨ªan era utilizar las tarjetas. A todas horas. De todas las maneras. Por todos los conceptos. Un masaje filipino, una whisker¨ªa. Del m¨ªnimo, un billete de metro y un caf¨¦ en el Vips, al m¨¢ximo, pongamos un viaje a ?frica de Blesa que garantizaba la captura de hipop¨®tamos.
Y no es que no se pueda generalizar. Se debe generalizar, porque estamos ante un fen¨®meno de latrocinio colectivo, de insensibildad social en tiempos de crisis y de megaloman¨ªa consumista que implica a todos los partidos y sindicatos. 80.000 operaciones de mete-saca. 12 millones de euros en concepto de opulencia y tren de vida mientras Hacienda miraba hacia otra parte.
Es dif¨ªcil escoger el caso m¨¢s estrafalario en esta org¨ªa de la opacidad. Me gusta mucho, por ejemplo, el mecanismo autoretributivo de Arturo Fern¨¢ndez. No es que gastara 10.500 euros en restaurantes. Los gastaba en sus propios restaurantes, pidi¨¦ndose y cobr¨¢ndose la cuenta a la vez.
Ya dice un aforismo mafioso que una mano lava la otra. Y ya se ocuparon los consejeros, sin distinci¨®n de ideolog¨ªas ni siglas, de otorgar a sus tarjetas los oportunos superpoderes. Empezando por S¨¢nchez Barcoj, cuyo esp¨ªritu navide?o le anim¨® a gastarse 16.000 euros en la noche de fin de a?o.
De hecho, la tarjeta se pluriempleaba fuera del horario y de la responsabilidad laborales. Reclamaban los ejecutivos un incremento del cr¨¦dito -60.000 euros- en periodo de vacaciones, exagerando los privilegios hasta los l¨ªmites del derroche.
Se juntan, pues, la ignorancia con la antiest¨¦tica y la picaresca. Y la picaresca con la impunidad, hasta el extremo de que los consejeros de media noche, Moral Sant¨ªn en cabeza sacudi¨¦ndose los complejos del comunismo, inventaron la modalidad de atraco al cajero con tarjeta negra y n¨²mero secreto. Arriba las manos.
Pensar¨ªan que las tarjetas estaban fabricadas de criptonita. Que puestos a disponer, dispon¨ªan de ellas la familia entera. Tanto val¨ªan para comprar arte sacro, aspirinas y ligueros. Valer, val¨ªan para todo. Costar, no costaban nada.
O no costaban hasta que ha llegado el escarmiento del juicio y el escarnio social. Los delitos de apropiaci¨®n indebida y de fraude fiscal adquieren un valor prosaico respecto a la sentencia que habr¨ªan de administrarse a ellos mismos los consejeros de Caja Madrid: deber¨ªan arrancarse los ojos, como hizo Edipo en la hemorragia de la ignorancia.
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