Los algoritmos se apoderan de la econom¨ªa
Una compleja gram¨¢tica de n¨²meros hace que las empresas conviertan datos en dinero
En un mundo muy complejo tiene una profunda belleza saber que a¨²n dependemos de cosas sencillas. Hace 3.500 a?os, los babilonios imaginaron los primeros algoritmos. Y lo hicieron calculando una ra¨ªz cuadrada sobre arcilla h¨²meda. Hoy hemos complicado las matem¨¢ticas y con ellas podemos provocar el caos en la Bolsa o guiar un coche aut¨®nomo sobre el cemento seco. Pero en la alborada de un siglo lleno de incertidumbres, el algoritmo se ha convertido no solo en la gran promesa de la econom¨ªa digital sino, tambi¨¦n, en un interrogante ¨¦tico que zarandea la esencia misma de la condici¨®n humana. ?C¨®mo culpar a una expresi¨®n matem¨¢tica si se equivoca en una opci¨®n de vida o muerte? Hacen falta nuevas respuestas y arcaicas precauciones. ¡°Las computadoras son como los dioses del Antiguo Testamento; muchas reglas y ninguna misericordia¡±, escribi¨® hace a?os el mit¨®logo Joseph Campbell.
Porque sin duda vivimos en la ¨¦poca de la disrupci¨®n y la paradoja. Sobre todo si pensamos que la mayor compa?¨ªa telef¨®nica del mundo, WhatsApp, no tiene infraestructuras de telecomunicaciones, pero manda 35.000 millones de mensajes diarios. O que Uber, la principal empresa de taxis del planeta, no posee ning¨²n coche en propiedad, y, sin embargo, emplea algoritmos para conectar a los pasajeros y los veh¨ªculos. Esta es la sociedad que Mark van Rijmenam, experto en big data, analiza todos los d¨ªas desde su empresa Datafloq. Y a trav¨¦s de ella siente algunas amenazas. ¡°Hay una relaci¨®n directa¡± ¡ªadvierte¡ª ¡°entre los algoritmos y el aumento del paro, porque se utilizan para automatizar procesos, ya sea en el trabajo o en las plantas de producci¨®n¡±.
Uber emplea f¨®rmulas para conectar pasajeros y veh¨ªculos
Sin embargo, de momento, la balanza inclina su fiel hacia la luz. ¡°No existe ninguna raz¨®n por la que los algoritmos no beneficien a casi todas las industrias¡±, reflexiona Steve Prentice, vicepresidente de la consultora Gartner. Principalmente aquellas que manejan grandes vol¨²menes de datos de multitud de fuentes como las aseguradoras, las firmas de an¨¢lisis de riesgo, las empresas de selecci¨®n de personal o las compa?¨ªas de log¨ªstica y distribuci¨®n. En todas, estos patrones num¨¦ricos se convertir¨¢n ¡°en una poderosa arma competitiva¡±, apostilla Prentice. Tanto es as¨ª que el sistema de recomendaci¨®n de b¨²squedas de Amazon ayuda a aumentar sus ingresos hasta en un 15%. Y Google no ser¨ªa la marca m¨¢s valiosa del planeta sin PageRank, su m¨ªtica familia de algoritmos.
Virtudes que le suenan a la industria de los dineros igual que un aria de Mozart. Operadores y casas de Bolsa ganan una fortuna con el trading de alta frecuencia, que dispara miles de ¨®rdenes de compraventa en cent¨¦simas de segundo. Da igual que a veces genere descosidos. En mayo de 2010 un agente de futuros hizo perder m¨¢s de 900 puntos al ¨ªndice Dow Jones en solo cinco minutos usando un algoritmo que lanzaba ¨®rdenes falsas de venta. Alguien bautiz¨® a este desplome flash crash. Poco importa el nombre, al final todo son ecos profundos del manejo masivo de datos. ¡°La revoluci¨®n del big data ha llegado para quedarse en la industria de la gesti¨®n de inversiones. Y continuar¨¢ extendi¨¦ndose en el mercado separando a ganadores y perdedores en funci¨®n de los que hayan querido asumir el reto¡±, explica Javier Rodr¨ªguez-Alarc¨®n, responsable del Grupo de Estrategias de Inversi¨®n Cuantitativa para EMEA de Goldman Sachs Asset Management.
Usuarios, no beneficios
Nadie duda de que los tiempos venideros ser¨¢n tan desafiantes como una avalancha. La consultora Gartner cree que en 2018 la mitad de las grandes corporaciones mundiales competir¨¢n utilizando algoritmos propietarios y complejas t¨¦cnicas de an¨¢lisis. De ah¨ª que hoy un parpadeo parezca eterno. ¡°Por primera vez en la historia generaremos riqueza a coste cero. A?adir 100.000 usuarios a Facebook es instant¨¢neo¡±, analiza Esteve Almirall, profesor de Esade. Y a?ade: ¡°Estas compa?¨ªas est¨¢n obsesionadas por conseguir usuarios, no beneficios. Pues con millones de clientes ganas dinero en cuanto quieras¡±. O en cuanto decida el algoritmo.
Desde luego esta edad de oro de las m¨¢quinas ser¨ªa una utop¨ªa sin las secuencias matem¨¢ticas. Y sin los datos. Pero estos, por s¨ª solos, carecen de valor. Es como tener petr¨®leo y ser incapaz de refinarlo. Esta es la raz¨®n por la que Wallmart y General Electric han creado espacios propios para almacenar docenas de petabytes diarios. Esta ¨²ltima planea, incluso, venderlos a otras compa?¨ªas. Por eso el negocio reside en tratarlos. Aunque el ruido de fondo resulte ensordecedor. ¡°Solo el 10% de los que circulan en el mundo est¨¢n estructurados. Quien sepa generar algoritmos para comercializar y desarrollar el 90% restante tiene un ca?¨®n¡±, aventura Luis Ferr¨¢ndiz, socio de Servicios Digitales de KPMG.
Porque si algo ha cambiado con fuerza en los ¨²ltimos a?os es que ¡°ahora hay m¨¢s datos para entrenar algoritmos y conseguir que tengan mayor precisi¨®n¡±, aclara Marco Bressan, responsable de BBVA Data & Analytics. Desde el comienzo de la humanidad hasta 2003 ¡ªestima Deloitte¡ª se generaron dos exabytes de informaci¨®n. En 2011 se cre¨® ese mismo volumen en dos d¨ªas y durante 2020 se tardar¨¢ menos de diez minutos. Las redes sociales, los sensores, la conectividad¡ La informaci¨®n es una fuente que mana sin cesar. En Nueva York, la compa?¨ªa Uber est¨¢ ensayando un servicio (Uber Pool) de viaje compartido a trav¨¦s de la ciudad. ¡°Y con m¨¢s eficacia que un taxista. Pues los algoritmos son capaces de aprender en minutos patrones que a un ser humano le llevar¨ªa a?os¡±, relata Esteban Moro, f¨ªsico y profesor en el Instituto Tecnol¨®gico de Massachusetts (MIT). Este empuje tambi¨¦n se beneficiar¨¢ de las favorables rachas de viento que trae el auge del Internet de las cosas. En este paisaje ¡°aparecer¨¢n modelos de negocio donde su ¨²nico valor sea la capacidad de aplicar el algoritmo¡±, prev¨¦ Pablo Gonz¨¢lez, socio de Deloitte Digital.
En una sociedad interconectada por la Red, las matem¨¢ticas y los datos, el talento continuar¨¢ siendo un puerto franco. Miguel Vicente es un brujo del comercio electr¨®nico. Debe de tener un conjuro, aunque no lo revela. Es el impulsor de las plataformas Cornerjob, Deliberry, Letsbonus, Glovo y Wallapop. Solo el portal de venta de productos de segundo mano vale m¨¢s de 900 millones de euros. Y detr¨¢s de sus ¨¦xitos andan los algoritmos. En la web de empleo Cornerjob se ocupan de enlazar candidatos y empresas; en el s¨²per online Deliberry optimizan los procesos de b¨²squeda; en el repartidor de comida a domicilio Glovo mejoran los tiempos de entrega y en Wallapop facilitan la navegaci¨®n. ¡°Son parte esencial de nuestro modelo de negocio. Por eso los desarrollamos nosotros¡±, cuenta el emprendedor.
Rijmenam: ¡°Hay relaci¨®n directa entre los algoritmos y el aumento del paro¡±
Esa estrategia de cocinar los algoritmos dentro de casa tambi¨¦n gu¨ªa a la plataforma de empleo Jobandtalent. M¨¢s de 12 millones de usuarios y una expresi¨®n matem¨¢tica que maneja 50 variables y un ¨²nico objetivo: ¡°Lograr la contrataci¨®n¡±, sintetiza Jos¨¦ Ram¨®n P¨¦rez, responsable de su algoritmo. En 24 horas casan candidato y empresa. Aunque resulta evidente que los algoritmos no son m¨¢gicos, los datos s¨ª. El 80% del ¨¦xito de la b¨²squeda reside en ellos. Y solo un 20% en la calidad de la secuencia num¨¦rica. Otro aprendiz de brujo es Apl¨¢zame. Este portal calcula la capacidad de pago de una persona sin recurrir a la t¨ªpica informaci¨®n bancaria. Emplea, por ejemplo, los datos de navegaci¨®n del usuario. Adem¨¢s su patr¨®n num¨¦rico piensa a contracorriente. ¡°Busca la simplicidad, no la complicaci¨®n¡±, matiza Luis Mart¨ªn Cabiedes, un reconocido business angel.
Este empe?o de dotar de sentido industrial a c¨¢lculos casi siempre complejos define la esencia de la econom¨ªa del algoritmo. Una de cuyas esperanzas es crear un mercado digital donde se puedan alquilar, comprar y vender. Al igual que las tiendas online de aplicaciones para m¨®viles han desarrollado su propio modelo de negocio. De hecho ya hay varias compa?¨ªas que sue?an con las posibilidades de esta idea. Algorithmia es una de ellas. Tiene sus oficinas en Seattle (Estados Unidos) y bajo la estructura de una startup ha sumado en tres a?os a la plataforma m¨¢s de 2.200 algoritmos procedentes de 19.000 autores. All¨ª suben sus f¨®rmulas, que es el resultado de semanas de trabajo o de toda una vida. Y como en la m¨²sica o los videojuegos tiene sus superventas. ¡°Los algoritmos que detectan desnudos, colorean fotos en blanco y negro y aquellos que analizan e interpretan textos son los que mejor funcionan¡±, resume Diego M. Oppenheimer, consejero delegado de la empresa.
Ahora bien, pese a que nos rodean en la vida diaria, los algoritmos est¨¢n controlados por una ¨¦lite. Solo 320 instituciones en el mundo ense?an a desarrollarlos. Apenas unos cientos de profesionales tan escasos (y caros) como el almizcle. Son personas con una profunda formaci¨®n en matem¨¢ticas y una capacidad enorme para analizar un volumen inmenso de datos. ¡°De estos, hay muy pocos. Y Facebook y Google los est¨¢n contratando a precios impresionantes¡±, comenta Diego M. Oppenheimer. De partida, 150.000 d¨®lares (135.000 euros) al a?o. Este fen¨®meno de arrastre est¨¢ desmantelando muchos departamentos de ingenier¨ªa y computaci¨®n de grandes universidades. Y en este paisaje de carest¨ªa, las compa?¨ªas buscan soluciones. ¡°Es muy dif¨ªcil que una empresa tenga el talento necesario para desarrollar los algoritmos que necesitan todas las ¨¢reas de negocio¡±, asume Jos¨¦ Luis Sancho, managing director de Accenture Digital. Hay que salir fuera, al mercado online. Facebook, Google y Amazon tienen bibliotecas que dan libre acceso a sus c¨®digos. Aunque no a los datos. Ya que esa es la valiosa materia de la que est¨¢n hechos los sue?os de los algoritmos.
El lado oscuro
Sin embargo esta narrativa de instrucciones escrita por brillantes programadores oculta una doble vida. La mayor¨ªa proyectan buenas intenciones. Ayudan al navegador del coche a encontrar una ruta, establecen el orden de despegue y aterrizaje de los aviones o predicen los movimientos de los t¨ªtulos de Bolsa. Pero a veces semejan cajas negras. La informaci¨®n entra y sale. Nada m¨¢s. Es dif¨ªcil saber qu¨¦ ocurre en su interior y por qu¨¦ producen ciertos resultados. Mientras que en lo cotidiano son ¨²nicamente inteligibles para un reducido grupo de ingenieros. Y como est¨¢n escritos por personas y no por dioses pueden proyectar lo peor de su naturaleza: racismo, homofobia; discriminaci¨®n. Adem¨¢s estos programadores trabajan sin ning¨²n c¨®digo ¨¦tico y nos recuerdan que estos d¨ªas ¡°la inform¨¢tica es un poco el Salvaje Oeste, cualquiera puede escribir, entregar el c¨®digo y ya est¨¢¡±, critica Sira Ferradans, una dise?adora de algoritmos, afincada en Francia, de 34 a?os. Esa desconfianza es la puerta abierta hacia otras dudas. ?Y si el algoritmo de Google no te encuentra, entonces, no existes? La pregunta est¨¢ llevada al extremo, pero suena como aquella paradoja: ?hace ruido un ¨¢rbol al caer si nadie lo escucha?
Dentro de este espacio de preguntas inc¨®modas, Kevin Slavin, profesor en el MIT Media Lab, avisa de que estamos ¡°escribiendo un c¨®digo que no sabemos leer, con unas consecuencias que no podemos controlar¡±. Lo advert¨ªa hace un tiempo en una charla TED. Y daba varios ejemplos en esta tarea de evangelizador del desastre. Los algoritmos de Amazon, al competir entre s¨ª, dieron por unas horas un precio de 23 millones de d¨®lares al ignoto manual de biolog¨ªa molecular Tha making of a Fly (La creaci¨®n de una mosca). Otro caso. Un fabricante de ascensores dise?¨® un algoritmo que predice en qu¨¦ piso se detendr¨¢. Incluso elimin¨® los botones. Eran innecesarios. El fallo es que la gente se aterrorizaba al entrar en un elevador sin controles. Nadie quer¨ªa verse atrapado ah¨ª en una emergencia. Adem¨¢s se sabe que el 60% de las recomendaciones que proponen plataformas de streaming cinematogr¨¢fico como Netflix (que ha utilizado un algoritmo llamado, reveladoramente, Pragmatic Chaos) est¨¢n basadas en propuestas de algoritmos a partir de lo que el big data rastrea sobre nuestras vidas. Series como House of Cards ya siguen esa l¨®gica. ?Debemos preocuparnos?
¡°El problema no es el auge de los algoritmos. El problema es que a menudo no los gestionamos bien. Pol¨ªticos y empresas necesitan entender en profundidad c¨®mo funcionan para manejarlos acertadamente¡±, precisa Michael Luca, profesor en Harvard Business School. Al igual que los adivinos predicen el futuro, pero son incapaces de explicarlo. Un algoritmo ¡ªcontin¨²a Luca¡ª puede leer todos los art¨ªculos de un peri¨®dico y decidir cu¨¢les ser¨¢n probablemente los m¨¢s compartidos en Twitter sin explicar la raz¨®n, un algoritmo puede contarte cu¨¢les son los trabajadores m¨¢s exitosos sin identificar las cualidades m¨¢s importantes para tener ¨¦xito; un algoritmo puede ser, la verdad, miope y solo entender el corto plazo. Estas limitaciones llevan hacia dudas ¨¦ticas que impactan, por ejemplo, en los veh¨ªculos aut¨®nomos. ?En un accidente, qui¨¦n es el responsable? ?El conductor, el coche, el programador, el algoritmo? Volvo ha anunciado que la marca se responsabilizar¨¢ de sus veh¨ªculos y el organismo que controla la seguridad de las carreteras estadounidenses (NHTSA, por sus siglas en ingl¨¦s) reconocer¨¢ al sistema autom¨¢tico de conducci¨®n de Google como el ¡°conductor¡±. ?Y la sociedad? Atando cabos.
¡°Necesitamos urgentemente tener m¨¢s garant¨ªas de c¨®mo los algoritmos influyen en nuestras vidas¡±, comenta Kate Crawford, experta de Microsoft Research, en The New York Times. ¡°Si te adjudican una calificaci¨®n que pone en peligro tus opciones de conseguir un trabajo, una casa o educaci¨®n deber¨ªas tener el derecho a ver esos datos, saber de d¨®nde proceden y ser capaz de corregir errores¡±. Estos d¨ªas la Uni¨®n Europea prepara una normativa que permitir¨¢ a sus ciudadanos acceder a la informaci¨®n que ha servido para tomar estas decisiones digitales y verificarla.
Porque ya sea desde el entusiasmo o la resignaci¨®n, los algoritmos son la esencia de la econom¨ªa digital y el futuro es un vendaval con las ventanas abiertas. La agencia de prensa Associated Press (AP) los utiliza para escribir 2.000 piezas financieras sencillas al minuto, la firma de capital riesgo Deep Knowledge ha sentado en su consejo de administraci¨®n a un algoritmo para que decida en la compraventa de participadas, Chef Watson (IBM) crea platos ¨²nicos bas¨¢ndose en todos los ingredientes que existen en el planeta y The Bestseller Code identifica al pr¨®ximo Se?or de los anillos. Y en este mundo bello, complejo y desafiante ¡°vamos a tener que entender a los algoritmos como parte de la naturaleza. Pues de alguna forma lo son¡±, zanja Kevin Slavin. Nos guste o no.
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