C¨®mo imponer un ideario fiscal
Algunos presidentes auton¨®micos sugieren una armonizaci¨®n que neutralice la diversidad impositiva
La configuraci¨®n del Estado de las Autonom¨ªas que nos otorgamos en 1978 es, quiz¨¢s, el cambio organizativo del pa¨ªs m¨¢s significativo que trajo la Transici¨®n. Esta descentralizaci¨®n se justificaba esencialmente por razones de eficiencia, puesto que supon¨ªa aproximar ciudadanos y gobiernos regionales. No obstante, para que esta nueva organizaci¨®n territorial fuese realmente efectiva se hac¨ªa imprescindible que los nuevos gobiernos fuesen competentes en la provisi¨®n del gasto p¨²blico y corresponsables fiscalmente. Sin capacidad de gestionar el gasto p¨²blico y sin capacidad normativa sobre los ingresos, el nuevo sistema, se dec¨ªa, no funcionar¨ªa.
Hoy las Comunidades Aut¨®nomas gozan de grandes capacidades en la gesti¨®n de su gasto y amplias competencias normativas en sus ingresos. Sin embargo, en opini¨®n de algunos presidentes de Comunidad Aut¨®noma: ?el sistema no funciona! Y no funciona, dicen, porque es necesario dar un paso atr¨¢s y limitar la capacidad fiscal de las Autonom¨ªas. ?C¨®mo? sugiriendo una armonizaci¨®n interregional que neutralice la diversidad impositiva.
Sin embargo, son muchos los argumentos en contra de esta uniformidad fiscal. En primer lugar, supone una injerencia inadmisible en las leg¨ªtimas competencias normativas de los gobiernos auton¨®micos. Armonizar implica imponer un ideario fiscal a los futuros gobiernos regionales, limitando sus alternativas de pol¨ªtica econ¨®mica. Armonizar implica limitar la tipolog¨ªa de impuestos disponibles. Como en los buenos restaurantes, un men¨² amplio es siempre mejor que enfrentarse a una carta estrecha y escasa. Armonizar es imponer el plato del d¨ªa. La competencia fiscal es dar la posibilidad de elegir entre el plato del d¨ªa y una carta elaborada, amplia y variada, propia de un buen restaurante. Tener m¨¢s opciones no puede ser malo.
Frente al voraz apetito recaudatorio de las Administraciones P¨²blicas, la competencia fiscal act¨²a de contrapeso y restringe la capacidad de los pol¨ªticos para subir impuestos. La competencia fiscal obliga a los gobiernos a recaudar mejor y a gastar de modo m¨¢s eficiente y frugal. Los gobiernos sin competencia fiscal tienden, al igual que las empresas monopol¨ªsticas, a degradar los servicios que prestan, a despreocuparse de funcionar eficientemente y a fijar precios (impuestos) demasiado altos.
Los enemigos de la competencia fiscal tienden a resaltar las distorsiones que esta provocar¨ªa en la localizaci¨®n de bienes, inversiones y personas. Sin embargo, obvian que el mundo de tipos impositivos altos de su ¡°armonizaci¨®n fiscal al alza¡± generar¨ªa ineficiencias m¨¢s severas, al aumentar la evasi¨®n, la elusi¨®n o simplemente al reducir la actividad econ¨®mica por una carga fiscal excesiva. Aceptar la propuesta armonizadora provocar¨¢, sin duda, un ¡°race to the top¡± mucho m¨¢s da?ino que el temido ¡°race to the bottom¡± al que aluden los defensores de la armonizaci¨®n.
La corresponsabilidad fiscal es consustancial al Estado de las Autonom¨ªas. Si la cuesti¨®n es armonizar, la perfecta es la de los Estados centralizados: un sistema fiscal y una pol¨ªtica de gasto p¨²blico igual para todos. Trastocar la autonom¨ªa financiera actualmente existente puede abrir un portillo a otras propuestas latentes de armonizaci¨®n como las que afectan a las inequidades en la prestaci¨®n, entre otros, de la sanidad y educaci¨®n. A lo mejor lo que est¨¢ en crisis no es la pol¨ªtica fiscal auton¨®mica sino el propio Estado de las Autonom¨ªas.
Jos¨¦ F¨¦lix Sanz Sanz es catedr¨¢tico de Econom¨ªa Aplicada de la UCM
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