De la tergiversaci¨®n a la falsedad pura y dura
?Qui¨¦n nos va a defender del Gobierno estadounidense m¨¢s mentiroso de la Historia?
Resulta que el fiscal general, Jeff Sessions, minti¨® durante las vistas de confirmaci¨®n, al negar que se hab¨ªa reunido con funcionarios rusos durante la campa?a de 2016. El hecho es que se reuni¨® dos veces con el embajador ruso, que seg¨²n dice todo el mundo es tambi¨¦n un important¨ªsimo jefe del espionaje.
Y dicho sea de paso, si esta noticia no hubiese salido a la luz, obligando a Sessions a recusarse a s¨ª mismo, este habr¨ªa supervisado la investigaci¨®n sobre la intromisi¨®n rusa en las elecciones, posiblemente en connivencia con los responsables de la campa?a de Trump.
Pero no nos centremos demasiado en Sessions. Despu¨¦s de todo, tambi¨¦n forman parte del Gobierno Scott Pruitt, administrador del Organismo de Protecci¨®n Ambiental, quien minti¨® en el Congreso sobre el uso que hizo de una cuenta privada de correo electr¨®nico; Tom Price, secretario de Salud y Servicios Humanos, que minti¨® sobre un trato de favor para la compra de acciones rebajadas de una empresa biotecnol¨®gica; y Steven Mnuchin, secretario del Tesoro, quien afirm¨® falsamente ante el Congreso que su empresa financiera no hab¨ªa firmado documentos de ejecuciones hipotecarias sin comprobarlos antes, apropi¨¢ndose de casas sin el debido estudio previo.
Y habr¨ªan prestado sus servicios con Michael Flynn como asesor de seguridad nacional, si no fuera porque Flynn se ha visto obligado a dimitir a ra¨ªz de que la prensa revelase que, al igual que Sessions, hab¨ªa mentido sobre sus contactos con el embajador ruso.
A estas alturas, resulta m¨¢s f¨¢cil enumerar a los altos funcionarios de Trump a los que no se ha pillado mintiendo bajo juramento que a los que s¨ª. Esto no es una casualidad.
Quienes critican nuestra cultura pol¨ªtica siempre se han quejado, con raz¨®n, de la adicci¨®n de los pol¨ªticos a la tergiversaci¨®n, su inveterada costumbre de restar importancia a los hechos inc¨®modos y presentar sus actos bajo una luz mucho m¨¢s favorable de la que merecen. Pero todo apunta a que la era de la tergiversaci¨®n se ha acabado y ha comenzado una era de falsedad pura y descarada.
En parte, por supuesto, la omnipresencia de las mentiras es un reflejo de la personalidad del hombre en lo m¨¢s alto: ning¨²n presidente, ni de hecho ninguna figura pol¨ªtica estadounidense destacada de la clase que sea, ha mentido con tanta libertad y frecuencia como Donald Trump. Pero no se trata solo de Trump. Su capacidad para salir impune, al menos hasta ahora, exige la ayuda de muchos intermediarios: casi todos los funcionarios de su partido elegidos democr¨¢ticamente, una gran parte del electorado y, demasiado a menudo, muchos medios informativos.
Es importante no caer en un cinismo f¨¢cil, y decir que los pol¨ªticos siempre han mentido y siempre mentir¨¢n. Lo que estamos presenciando con Trump est¨¢, sencillamente, en un plano diferente del de cualquier cosa que hayamos visto antes.
Para empezar, las mentiras descaradas de los pol¨ªticos antes se limitaban a asuntos dif¨ªciles de comprobar, como l¨ªos ocultos, pactos bajo cuerda y dem¨¢s. Pero ahora tenemos al hombre que organiz¨® el concurso de Miss Universo en Mosc¨² hace tres a?os y que el a?o pasado, sin ir m¨¢s lejos, afirm¨® "conocer bien Rusia", pero que el mes pasado declaraba: "Hace 10 a?os que no llamo a Rusia".
En lo tocante a las medidas pol¨ªticas, los pol¨ªticos restring¨ªan su tergiversaci¨®n de los hechos y las repercusiones a afirmaciones relativamente dif¨ªciles de verificar. Cuando George W. Bush insist¨ªa en que sus rebajas de impuestos beneficiaban principalmente a la clase media, no era cierto, pero hab¨ªa que hacer muchas cuentas para demostrarlo. Trump, sin embargo, hace afirmaciones como la de que la tasa de homicidios ¡ªque subi¨® en 2015, pero sigue siendo aproximadamente la mitad que en 1990¡ª es la m¨¢s alta de los ¨²ltimos 45 a?os. Adem¨¢s, sigue repitiendo esas afirmaciones despu¨¦s de que se haya demostrado su falsedad.
Y la pregunta es: ?qui¨¦n va a detenerle?
La vacuidad moral de los republicanos del Congreso, as¨ª como la escasa probabilidad de que ejerzan alg¨²n control sobre el presidente, quedan m¨¢s patentes cada d¨ªa que pasa. Incluso la posibilidad real de que nos encontremos ante una subversi¨®n del orden establecido por parte de agentes de una potencia extranjera, y de que nuestros altos funcionarios participen en ella, no parece perturbarlos, siempre que puedan conseguir bajadas de impuestos para los ricos y recortes de ayudas para los pobres.
Mientras tanto, los que votaron en las primarias republicanas, que son los aut¨¦nticos ¨¢rbitros cuando los distritos polarizados o manipulados hacen que las elecciones generales no cuenten para muchos pol¨ªticos, viven en la burbuja de noticias Fox en la que jam¨¢s penetran las verdades molestas.
?Y qu¨¦ hay del cuarto poder? ?Nos defraudar¨¢ tambi¨¦n?
Para ser justos, las primeras semanas del Gobierno de Trump han sido d¨ªas gloriosos para el periodismo, en aspectos importantes; hay que elogiar la profesionalidad y la valent¨ªa de los periodistas que han sacado a la luz los secretos que esta camarilla de mentalidad autoritaria est¨¢ tan decidida a ocultar.
Pero luego vemos cosas como la forma en que muchos medios de comunicaci¨®n reaccionaron tras el discurso de Trump en el Congreso, y uno se desespera. Fue un discurso lleno de falsedades y propuestas pol¨ªticas perversas, solo que le¨ªdo tranquilamente con una ayuda electr¨®nica; De repente, todo el mundo calificaba de "presidencial" al mentiroso en jefe.
La cuesti¨®n es que, si eso es lo ¨²nico que hace falta para exonerar al hombre m¨¢s falso que jam¨¢s ha ocupado un alto cargo en Estados Unidos, estamos condenados. Esperemos que no vuelva a pasar.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa.
? The New York Times Company, 2017.
Traducci¨®n de News Clips.
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