El muro virtual de Trump
Se habla poco del impuesto fronterizo de Trump, que puede da?ar mucho m¨¢s que el muro con M¨¦xico
El plan del Partido Republicano de aplicar un ¡°impuesto fronterizo¡± en Estados Unidos es, de muchas maneras, el complemento virtual del muro que el presidente Donald Trump planea construir en la frontera entre M¨¦xico y EE UU. Aunque este ¡°ajuste¡± no ha calado en la consciencia colectiva de la misma manera que la barrera f¨ªsica, puede acabar afectando mucho m¨¢s al estadounidense medio, y no necesariamente para bien.
Superficialmente, la idea b¨¢sica es plantarle a las exportaciones un recargo de, digamos, un 20%, y ofrecer rebajas fiscales a las exportaciones por esa cuant¨ªa. La reacci¨®n instintiva de la mayor¨ªa de los populistas es pensar que ser¨¢ fant¨¢stico para el empleo en EE UU, porque desanima las importaciones y estimula las exportaciones. Pero, por desgracia, hay un cabo suelto en ese argumento, un problema que ya se ha se?alado antes: Estados Unidos tiene un tipo de cambio variable.
Un d¨®lar m¨¢s fuerte (que ser¨¢, probablemente, el resultado de aplicar un impuesto fronterizo) hace que a los estadounidenses les cueste menos comprar art¨ªculos importados, porque un d¨®lar comprar¨¢ m¨¢s divisas extranjeras. Por otro lado, la revalorizaci¨®n de la moneda har¨¢ que los productos estadounidenses les cuesten m¨¢s a los extranjeros. En suma: como indica cualquier libro de texto, la variaci¨®n en el tipo de cambio anular¨¢ plenamente cualquier ganancia obtenida con el impuesto: la balanza de pagos quedar¨¢ tal cual. Si cree que la propuesta de los republicanos le suena a conjuro, puede que tenga raz¨®n: pero dejemos esto de lado por un momento.
Varios acad¨¦micos muy bien considerados est¨¢n a favor de un impuesto fronterizo, pero por razones enteramente diferentes. Est¨¢n absolutamente seguros de que el tipo de cambio, de hecho, neutralizar¨¢ los efectos comerciales de esta tasa. Pero les gusta, de todas maneras.
En primer lugar, Estados Unidos importa mucho m¨¢s de lo que exporta, es decir, mantiene un gran d¨¦ficit comercial que, seg¨²n la medici¨®n m¨¢s amplia (el ¡°d¨¦ficit por cuenta corriente¡±), anda por el 2,5% del PIB. Aunque eso supone una gran mejora respecto al 6% del PIB que ten¨ªa Estados Unidos hace una d¨¦cada, el pa¨ªs todav¨ªa compra en el extranjero bastante m¨¢s de lo que le vende. De modo que el Gobierno puede recaudar mucho m¨¢s con el impuesto del 20% a las importaciones que lo que perder¨ªa en exenciones impositivas para los exportadores. El adicional recaudado mediante el esquema de impuestos y subsidios puede llegar a unos 90.000 millones de d¨®lares al a?o (sobre el papel, al menos).
Y la magia no se acaba all¨ª. Los que piensan que el tema de las importaciones y exportaciones es una cuesti¨®n de ¡°nosotros contra ellos¡± tal vez no lo sepan, pero lo cierto es que m¨¢s o menos la mitad de todo el comercio internacional de Estados Unidos es intraempresarial, es decir, se trata de transacciones entre divisiones extranjeras y locales de una misma empresa. Y como los impuestos de sociedades en Estados Unidos est¨¢n entre los m¨¢s altos del mundo, las empresas tratar¨¢n de tributar lo m¨¢s posible con las filiales extranjeras y lo menos posible con las estadounidenses.
Un modo de hacerlo es asignar un precio contable artificialmente alto a las importaciones intraempresariales y uno artificialmente bajo a las exportaciones. Infravalorar los ingresos y sobrefacturar gastos es un viejo modo de evadir impuestos y controles. Y cuando las transacciones son entre partes de una misma empresa, s¨®lo hace falta un poco de magia contable para registrar las ganancias en jurisdicciones impositivamente favorables.
Como se?al¨® por primera vez Alan Auerbach (de la Universidad de California en Berkeley), el impuesto fronterizo es un modo de limitar el recurso a la sub y sobrefacturaci¨®n en un pa¨ªs con una presi¨®n fiscal alta, como Estados Unidos. As¨ª que, a fin de cuentas, incluso si ese impuesto no contribuye a hacer las exportaciones de Estados Unidos m¨¢s competitivas, es un modo eficiente de aumentar la recaudaci¨®n, que puede crear margen para bajar otros impuestos.
Entonces, ?qu¨¦ puede salir mal con una idea tecnocr¨¢ticamente tan buena? En primer lugar, depende de algunos supuestos arriesgados; por ejemplo, que las empresas no hallar¨¢n f¨¢cilmente modos de aprovecharse de los vericuetos del sistema, y que los Gobiernos extranjeros se abstendr¨¢n de tomar represalias. En segundo lugar, pasa por alto una multitud de dif¨ªciles problemas transicionales.
Para empezar, la inmensa mayor¨ªa de lo que importa Estados Unidos se contrata en d¨®lares. As¨ª que un abaratamiento de la moneda extranjera no beneficiar¨¢ a los importadores atados a contratos en d¨®lares, mientras que sus costes aumentar¨¢n un 20% por el impuesto a las importaciones. Y a pesar de la exenci¨®n impositiva, algunos exportadores saldr¨¢n perjudicados porque (como se?ala un documento reciente del Banco de la Reserva Federal en Nueva York), para la fabricaci¨®n de sus productos, dependen de bienes intermedios importados.
Otro problema es que el encarecimiento del d¨®lar provocar¨¢ una inmensa p¨¦rdida patrimonial para los estadounidenses, porque reducir¨¢ el valor de muchos activos extranjeros en su poder, como bien han explicado mis colegas Emmanuel Farhi, Gita Gopinath y Oleg Itskhoki. Pero el problema m¨¢s grande es dar por sentado tan alegremente que el tipo de cambio variar¨¢ justo lo necesario para compensar el esquema de impuestos y subsidios.
Si algo nos ense?an los ¨²ltimos 40 a?os de investigaciones en materia cambiaria es que una perturbaci¨®n de los tipos de cambio puede alejarlos de sus valores fundamentales en forma err¨¢tica por muchos a?os. Suponer que un impuesto de frontera provocar¨¢ inmediatamente una variaci¨®n del precio del d¨®lar de la magnitud justa para neutralizar sus efectos es aventurado. El proceso puede demorar muchos a?os, y bien podr¨ªa ser que los efectos inmediatos sobre la tasa de desempleo en Estados Unidos sean negativos.
Claro que hay un modo en que un impuesto de frontera alto puede impulsar la creaci¨®n de empleo. El esquema demandar¨ªa un enorme incremento de la cantidad de funcionarios de aduana, y es casi seguro que provocar¨ªa una importante expansi¨®n de la econom¨ªa subterr¨¢nea conforme las empresas traten de evadir los impuestos. Pero ?son esos los tipos de empleo en los que piensan los proponentes del impuesto de frontera?
Kenneth Rogoff, ex economista principal del FMI, es profesor de Econom¨ªa y Pol¨ªticas P¨²blicas en la Universidad de Harvard. ? Project Syndicate, 2017.www.project-syndicate.org
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